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Wert, mi inútil de 2015
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Javier Caraballo

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Wert, mi inútil de 2015

Después de ser nombrado ministro hace casi cuatro años, ¿a qué mejora ha contribuido José Ignacio Wert en su trastabillada y siempre polémica estancia en el Ministerio de Educación?

Foto: El exministro de Educación, José Ignacio Wert. (EFE)
El exministro de Educación, José Ignacio Wert. (EFE)

Hasta su hermano se le puso en contra. Y de esto debe haber pocos precedentes; que un ministro apruebe una ley y se le subleve hasta su hermano. Fue en 2013, y tan harto estaba de su hermano el ministro que lo llamó “político”. ‘Ahí llevas el insulto, José Ignacio’, debió pensar Juan Pablo, porque los Wert tienen que ser de una familia de nombres compuestos. En eso, además, el hermano del ministro se anticipó a la oleada de desafección contra la clase política que vendría después. Porque aquel día, cuando se sumó a las manifestaciones contra la reforma educativa que impulsaba su hermano, dijo: “La política se confunde con el sectarismo y lo que hacen los políticos, pero no es así. Aquí estamos haciendo política, y muy digna”, dijo el hermano de Wert ante sus estudiantes y, de un plumazo, llamó al ministro sectario y político, que era lo peor. ‘Político, dícese de aquella persona que vive del presupuesto público sin atender las demandas de quienes le pagan’, que vendría a ser la definición del hartazgo.

Y es por eso, justo por eso, por lo que José Ignacio Wert merece la consideración de ser nombrado ‘Inútil de 2015’. Por lo baldío de su estancia en el Ministerio de Educación, del que acaba de dimitir o del que lo acaban de echar, que estas cosas nunca quedan claras en la ‘crisis gallegas’ del presidente Rajoy. ¿Que por qué ‘inútil’ como una condecoración? En fin, es un desahogo anual que propongo como válvula de escape, un sencillo acto de rebeldía civil. La idea es que, al menos mentalmente, cuando se completa la declaración de la Renta y se comprueba el dinero que se ha palmado en el ejercicio fiscal a favor de Hacienda, que pudiera existir una casilla, como la de la Iglesia, un poner, para dedicarle el dinero que sabemos que van a despilfarrar, o que ya han malgastado, a un personaje público que no ha contribuido en nada al bienestar público.

Con la politización de la educación, una de nuestras desgracias, no ha habido ministro de Educación que no se haya arrastrado por el barro de la polémica

A ver, que se trata de una idea currada y nada antisistema, todo lo contrario. Cuando, como acabamos de hacer, desembolsamos cada año de nuestro bolsillo miles y miles de euros para la hacienda pública estamos contribuyendo a la mejora del Estado.

Las carreteras, los ferrocarriles, los hospitales, las universidades y los colegios, los centros de asistencia social y hasta las cárceles o las comisarías podrán mejorar, modernizarse, gracias al esfuerzo de cada uno de nosotros en la declaración de la renta. De forma paralela, claro, cada uno de nosotros ve satisfechos sus derechos gracias a la mejora de la sanidad, de la educación, de las infraestructuras… Lo cual que en el sablazo de Hacienda se citan los dos extremos de la ciudadanía, la obligación de pagar y derecho a recibir en el futuro mejores prestaciones. Y es de ahí, precisamente, de donde surge esta idea de utilizar la declaración de la renta como espita de la rebeldía social. ¿Por qué no se usa la declaración de la renta como un desahogo necesario? Una sencilla casilla que se tacha con una cruz, para denunciar al personaje público que sabemos que está viviendo de nuestro dinero sin hacer nada útil.

Esta tradición de nominar inútiles tras cada declaración de la renta se remonta a varios años y, en una ocasión, el cargo público en cuestión llamó a mi móvil indignado: “¡Yo no estoy en política para que me insulten!”, bramó indignado por teléfono. Le expliqué entonces que, en realidad, no era un insulto, sino una definición. “Inútil quiere decir ‘persona no útil’, y usted lo es a mi juicio. Defino su gestión, que es la nada; no me interesa lo personal”. Antes de colgar, parecía satisfecho: “Si es así, no pasa nada. Estamos en desacuerdo, pero quería saber que no era un insulto”. Y ahí quedó la cosa. Luego, el tipo en cuestión acabó en la cárcel por lo de los ERE, y todavía está imputado, pero esa es otrahistoria.

Por lo baldío de su estancia en el Ministerio de Educación, José Ignacio Wert merece la consideración de ser nombrado, a mi juicio, ‘Inútil de 2015’

Con Wert, como con todos los anteriores, Bernat Soria, por ejemplo, el año pasado, ocurre igual. ¿A qué mejora ha contribuido José Ignacio Wert en su trastabillada y siempre polémica estancia en el Ministerio de Educación? Podría decirse, y es verdad, que con la politización de la Educación en España, que es una de nuestras desgracias públicas, no ha habido ministro de Educación que no se haya arrastrado por el barro de la polémica. Llevamos tantas leyes de Educación como legislaturas, de hecho. Y podría decirse también que la izquierda, cada vez que se encuentra sin argumentos políticos, se agarra a la educación como salvavidas de su crisis ideológica. Es verdad, pero coincidiremos en que habrá pocos precedentes como el de este ministro Wert, que de pronto se vio encantado en su papel de elefante en todas las chatarrerías, alumnos, rectores, investigadores, catedráticos, científicos, profesores, padres, culturetas… ¡Hasta su hermano!

Y todo ello, además, ha ocurrido con uno de los ministros más celebrados cuando, hace casi cuatro años, el presidente Rajoy dio a conocer su gobierno, porque se trataba de una persona alejada de la melé política, de talante conciliador y dialogante. ¿Que los recortes impuestos por Hacienda han hecho imposible su labor? Pues también puede ser esa la causa del desastre de Wert como ministro de Educación, pero cuando eso sucede, y no se tiene apego al sillón del cargo público, uno se planta y se marcha del Gobierno. Y Wertsólo se ha ido, cuando ni siquiera se sabe si lo han echado. Por eso, la nominación: Wert es mi inútil público. Pero cada uno de nosotros, después de haberle pagado a Hacienda, puede cerrar los ojos y pensar en esa casilla. ¿Cuál es su inútil?

Hasta su hermano se le puso en contra. Y de esto debe haber pocos precedentes; que un ministro apruebe una ley y se le subleve hasta su hermano. Fue en 2013, y tan harto estaba de su hermano el ministro que lo llamó “político”. ‘Ahí llevas el insulto, José Ignacio’, debió pensar Juan Pablo, porque los Wert tienen que ser de una familia de nombres compuestos. En eso, además, el hermano del ministro se anticipó a la oleada de desafección contra la clase política que vendría después. Porque aquel día, cuando se sumó a las manifestaciones contra la reforma educativa que impulsaba su hermano, dijo: “La política se confunde con el sectarismo y lo que hacen los políticos, pero no es así. Aquí estamos haciendo política, y muy digna”, dijo el hermano de Wert ante sus estudiantes y, de un plumazo, llamó al ministro sectario y político, que era lo peor. ‘Político, dícese de aquella persona que vive del presupuesto público sin atender las demandas de quienes le pagan’, que vendría a ser la definición del hartazgo.