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Rajoy fuera del plasma no mola
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Javier Caraballo

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Rajoy fuera del plasma no mola

¿Cómo va a ser posible que llegue a presidente del Gobierno y líder de un partido de masas un señor que si algo representa con fidelidad es el estereotipo del anti-líder? Pues ahí está Mariano Rajoy

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (Reuters)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (Reuters)

Ahora lo sabemos. Siempre se intuye, pero existe una resistencia natural a aceptarlo; casi una predisposición mental a pensar que las cosas no son lo que parecen. Que hay algo más. Pero no, luego se demuestra que todo es más elemental: en determinadas cuestiones, las cosas son lo que parecen. El presidente Rajoy, por ejemplo. ¿Cómo va a ser posible que llegue a presidente del Gobierno y líder de un partido de masas un señor que si algo representa con fidelidad es el estereotipo del antilíder?

Pues ahí está Mariano Rajoy y solo hay que observarlo ahora que se muestra, que se exhibe, que se presta. Aunque se haya convertido en uno de los tópicos de esta legislatura, está claro que Rajoy donde está mejor, más cómodo y convincente, es dentro del plasma. En el presidente Rajoy, en su cuerpo de líder de un país, se debaten dos fuerzas divergentes, la capacidad para solucionar problemas y la incapacidad para explicarlo. Ser presidente y tener esa constitución política debe ser un martirio.

Lo pensaba ayer cuando, en Onda Cero, Carlos Alsina se fue a Moncloa a entrevistarlo y surgió la figura enigmática del “director de campaña” con más potencia que cualquier otro concepto que se contuviera en la entrevista. El director de campaña, según explicó Rajoy, es la mano que mueve los hilos de todas las marionetas que aparecen en un escenario político. Alsina hacía preguntas, tratando de encontrar porqués, buscando inútilmente estrategias políticas y reflexiones de fondo, y lo que surgía siempre era el director de campaña, el vértice inesperado y oculto sobre el que gira todo. “Lo importante de una campaña es lo que considere el director de campaña” (…) “El debate se hace porque le parece bien al director de campaña” (…) “El director de campaña es con quien hay que consultar” (…) “Perdone, pero usted no es director de campaña” (…) “Eso plantéeselo al director de campaña”...

El plasma es un territorio acotado en el que gobierna el director de campaña, en las diferentes versiones que tenga según se trate del partido o del gobierno

Y no crean, a veces Rajoy tiene razón cuando lo encomienda todo al omnipresente “director de campaña”. Con el lío que ayer se hizo con la doble nacionalidad, la catalana y la española, en el caso de que Cataluña fuera independiente, se comprende, por ejemplo, por qué no lo mandan a él a un debate sobre europeísmo.

¿Es normal esto en un líder político? No es normal, es Rajoy. Por eso, no es apresurado concluir que donde el político Mariano Rajoy se encuentra mejor es dentro del plasma, no fuera. Porque el plasma es un territorio acotado en el que gobierna a placer el director de campaña, en las diferentes versiones que tenga ese asesor según se trate del partido o del gobierno; el plasma es un reino en el que se imponen las palabras mágicas que tanto aprecian algunos directores de comunicación: “no hay más preguntas”. Imagino a Alsina mirando a los lados, en el salón de La Moncloa en el que entrevistó al presidente, a ver si encontraba detrás de una cortina, agazapado, al director de campaña dando instrucciones, como el apuntador de una obra de teatro.

Cuando empezaba esta legislatura, y se comenzó a apreciar la deriva de comunicación en la que se había instalado el Gobierno del PP, le recomendaron al presidente Rajoy que le dedicara unos minutos a la entrevista que Obama acababa de concederle a la cadena CBS News, en la que repasaba los aciertos y errores de su primer mandato en la Casa Blanca. Y dijo Obama: “El error de mis primeros cuatro años fue pensar que este trabajo consistía en lograr las políticas correctas. Y eso es importante, pero la naturaleza de este cargo consiste también en contarle una historia al pueblo americano, que le dé un sentido de unidad y optimismo. Especialmente en tiempos difíciles. Por eso hay que salir de esta ciudad, estar más tiempo con la gente americana, escuchando, conversando con ella sobre el lugar al que vamos juntos como país. Tengo que hacerlo mejor en mi segundo mandato”. Y cuando el periodista recalcó que, por tanto, su error consistía en no haber desarrollado un buen trabajo de explicación, Obama apostilló: “Sí, bueno, de explicación, pero también de inspiración”.

Es el relato que Rajoy ya recita de memoria, porque vive en un plasma mental, cuando le hablan de su inmovilismo, de su forma de gobernar

El problema que tiene el plasma es que desde ahí, desde esa altura, solo se pueden repetir una y mil veces el listado de reformas que ha puesto en marcha este Gobierno hasta llegar al punto en el que nos encontramos, un país que sale de la crisis y al que todos los organismos internacionales le conceden un crecimiento de la economía que hace un año parecía imposible. Es el relato que Rajoy ya recita de memoria, porque vive en un plasma mental, cuando le hablan de su inmovilismo, de su forma de gobernar. “De mí se dicen muchas cosas, pero a ver qué Gobierno ha hecho un proceso de reformas como el que hicimos nosotros, con una ley de estabilidad presupuestaria, una reestructuración del sistema financiero, una reforma del sistema eléctrico, una reforma laboral, una reforma de la educación, una reforma de la Administración…”.

¿Quién puede entusiasmar a nadie con un discurso así? Por mucho que lo explique, Rajoy no entusiasma a nadie, no inspira nada porque le falta lo elemental para un líder político; eso que aprendió Obama, una idea de país, un futuro ilusionante, una historia que contarle al pueblo español mucho más allá de la jodida coyuntura que nos ha tocado vivir.

Ahora lo sabemos. Siempre se intuye, pero existe una resistencia natural a aceptarlo; casi una predisposición mental a pensar que las cosas no son lo que parecen. Que hay algo más. Pero no, luego se demuestra que todo es más elemental: en determinadas cuestiones, las cosas son lo que parecen. El presidente Rajoy, por ejemplo. ¿Cómo va a ser posible que llegue a presidente del Gobierno y líder de un partido de masas un señor que si algo representa con fidelidad es el estereotipo del antilíder?

Mariano Rajoy