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Corrupción de fin de año
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Javier Caraballo

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Corrupción de fin de año

Nada me subleva más de un corrupto que ese interés cínico por dar pena; encima de soportar que ni siquiera pidan disculpas, ni reconozcan nada, se hacen la víctima. Como este Granados

Foto: El exsecretario general del PP de Madrid Francisco Granados, a su salida del juzgado. (EFE)
El exsecretario general del PP de Madrid Francisco Granados, a su salida del juzgado. (EFE)

Un millón en el altillo. Y no era Papá Noel. En la casa de los suegros de Francisco Granados, el antiguo preboste del Partido Popular de Madrid, ha encontrado la Guardia Civil un maletín con un millón de euros y, aunque ahora nadie sepa cómo ha aparecido allí aquel dinero, lo único que está claro es que no ha sido el rey Baltasar, aunque estuviera escondido en el altillo, como se esconde el scalectrix hasta que lleguen los Reyes Magos.

En el hallazgo, es importante destacar los dos detalles iniciales de la noticia, muy reveladores: el maletín y los suegros. Lo primero, lo del maletín, es fundamental porque nos sitúa directamente, mentalmente, en la posible escena del delito; el dinero que se entrega en un sobrio maletín negro, al final de una comida de negocios, en la que se ha despejado la adjudicación de alguna obra pública. En todas las corrupciones que conocemos ha existido un maletín, pero casi nunca aparece físicamente. Incluso en Marbella, más cutres o más salvajes, hablaban de las bolsas de basura llenas de dinero que se guardaban debajo de la cama de matrimonio, pero nunca llegamos a ver ninguna. En la operación Púnica ya ha aparecido un maletín, que es como haber encontrado el cadáver enterrado en el jardín.

Y lo de los suegros, claro. También es un detalle fundamental porque unos días antes de que el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco ordenara ese registro en la casa de los suegros, Francisco Granados, que sigue en la cárcel, intentaba dar pena a todo el mundo con lo injusto de su situación. “Tengo todos mis bienes bloqueados. Ni siquiera puedo disponer de una mínima parte de mi dinero, ganado de manera honrada, para la subsistencia de mi familia. Llevo 11 meses sin pagar la hipoteca de mi casa y mi familia me paga la electricidad, el agua, el teléfono, la comida… En fin… Voy a ser más claro: si no fuera por mis suegros, mi madre, mis cuñados, mi hermano, mi tío y algún amigo, sería imposible hacer frente a los gastos”, decía el tipo en la última entrevista que concedió desde la cárcel.

Nada me subleva más de un corrupto que ese interés cínico por dar pena; encima de soportar que ni siquiera pidan disculpas, ni reconozcan nada, se hacen la víctima. Como este Granados, que tenía guardado un millón de euros en el altillo de los suegros y va el tipo diciendo que ni siquiera podía pagar la luz y el teléfono. Luego se seguirán preguntando por qué al personal, que de verdad tiene apuros para llegar a fin de mes y pagar la luz y el agua, se le incendian las tripas cuando escucha a esos tipos.

Es simbólico por la demostración de la hipocresía con la que tratan la corrupción en los principales partidos, por muchas leyes de transparencia que se aprueben

En medio del torbellino electoral que ha recorrido España en diciembre, y que todavía se mantiene activo, el millón que ha aparecido en el altillo de los suegros de Francisco Granados ha pasado casi desapercibido por la prensa nacional, machacando el simbolismo que reúne. Además de por el hecho en sí mismo, es simbólico por la demostración palpable de la hipocresía con la que se sigue tratando la corrupción en España en los principales partidos políticos, por muchas leyes de transparencia que se aprueben. En la corrupción política siempre se vuelve a una sencilla pregunta que desmonta todos los argumentos: ¿cómo es posible que ningún partido político haya descubierto jamás a un corrupto entre sus filas? Siempre ocurre lo mismo, cuando se conoce que un juzgado está investigando a un dirigente político, primero se muestra sorpresa y una sutil desconfianza en las investigaciones policiales. Al final, “tolerancia cero”, “caiga quien caiga” y toda la serie completa de frases hechas contra la corrupción.

Ocurrió así con Granados, cuando iba de tertulia en tertulia afirmando, solemnemente, que su partido no tenía nada que ver “con esa gentuza”, en referencia a Bárcenas, Correa y los otros de la Gürtel. “Yo me puedo ganar bien la vida fuera de la política, si estoy aquí es por vocación de servicio”. Luego, cuando salió a la luz que también él tenía una cuenta en Suiza, se indignó más aún: “Eso es falso de toda falsedad”, repitió en innumerables ocasiones. “Sería idiota, con la que está cayendo, estar yo jugando a estas cosas, a estas alturas”, decía. Ante las evidencias, aceptó después que, en realidad, no había cancelado la cuenta de Suiza, pero que había transferido la titularidad de un constructor amigo, David Marjaliza, sobre el que comenzó a descargar toda la responsabilidad. Estaba en la fase de dar pena, ya en la cárcel, cuando ha aparecido el millón en el altillo.

Lo que falta en la batalla contra la corrupción es la sinceridad de los partidos sobre las comisiones que existen para financiar ilegalmente las organizaciones

¿Más leyes de transparencia? Esa transparencia era la misma transparencia que le hacía a Francisco Granados afirmar todo lo anterior. La misma transparencia con que los dirigentes del Partido Popular siguen afirmando, pese a las evidencias judiciales, que en ese partido “nunca ha habido una caja b ni la va a haber”, y que lo que pasó con Bárcenas es que “el PP pecó de ingenuo y ese señor nos engañó” (Carlos Floriano). Lo que sigue faltando en la batalla contra la corrupción es la sinceridad de los partidos políticos sobre la verdadera trama de comisiones ilegales que sigue existiendo para financiar ilegalmente las organizaciones.

Tienen gracia los suegros de Granados porque, cuando les preguntó la Guardia Civil qué hacía aquel maletín con un millón de euros en el altillo de su piso, no supieron contestar y empezaron a dar explicaciones surrealistas. Que si podrían haber sido los de Ikea, cuando fueron a montar los muebles, como si los operarios utilizasen los billetes de 500 para ajustar los tornillos. Luego, que habría sido el fontanero, que se entiende menos todavía, con lo caros que son los fontaneros, y finalmente que pudo haber sido algún ladrón. Parece que algún guardia civil le hizo ver que lo normal es que los ladrones se lleven el dinero de las casas, no que lo dejen en el altillo. Y los suegros, entonces, debieron encoger los hombros. Acaso pensaron que no todos los ladrones que conocen son iguales.

Un millón en el altillo. Y no era Papá Noel. En la casa de los suegros de Francisco Granados, el antiguo preboste del Partido Popular de Madrid, ha encontrado la Guardia Civil un maletín con un millón de euros y, aunque ahora nadie sepa cómo ha aparecido allí aquel dinero, lo único que está claro es que no ha sido el rey Baltasar, aunque estuviera escondido en el altillo, como se esconde el scalectrix hasta que lleguen los Reyes Magos.

Francisco Granados Operación Púnica