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Antitaurinos para desengrasar
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Javier Caraballo

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Antitaurinos para desengrasar

En el momento en que los mercados empezaban a meternos miedo, se ha ido un torero, con la niña en brazos, a una plaza de toros, y se ha formado una polémica tan grande que ha solapado al resto

Foto: Fran Rivera, en el ruedo con su hija Carmen. (Instagram)
Fran Rivera, en el ruedo con su hija Carmen. (Instagram)

Lo mejor que tiene España es que ella misma se basta para evadirse. Cuando la cosa se espesa, el ambiente se vuelve rancio y pesado, como ahora con el desgobierno y los vaivenes políticos, siempre surge una polémica que rescata de la barra de los bares la gravedad de las cosas y se ofrece como desengrasante. Para aliviar la rutina de esta noria, de “siempre la misma conversación”. En el momento preciso en el que los empresarios y los mercados empezaban a meternos el miedo en el cuerpo por la deriva que van cogiendo los acontecimientos, se ha ido un torero, con la niña en brazos, a una plaza de toros, le ha pegado dos capotazos a una becerra, y ya se ha formado una polémica antitaurina tan grande que ha solapado a las demás.

Siempre hay alternativas desengrasantes, eso sí, porque España las genera constantemente, pero nada ni nadie ha podido competir con el efecto bola de nieve del torero con la niña en brazos. Ni siquiera ese muñeco de los tiempos que nació entre estas páginas de El Confidencial, el pequeño Nicolás, ha sido capaz de usurparle el protagonismo después de denunciar una nueva maniobra del Gobierno contra él, esta vez con el objetivo cruento de que lo echaran de ‘Gran Hermano VIP’. Que ya es decir, hasta dónde llega el ‘juego sucio’ en España. Pobre muñeco…

Que no. Como los antitaurinos, no existe ningún desengrasante en España. En primer lugar porque saben que, poco a poco, están invadiendo el extenso territorio de lo políticamente correcto, un espacio que cuando se ocupa supone la inmunidad política y social. Nadie se atreve a combatir lo políticamente correcto, y los antitaurinos, que lo saben, ya han traspasado la fortaleza y se han adentrado en la ciudadela, que tiene casas de colores como las de Disneylandia. Por eso, esta vez, en cuanto la foto del torero comenzó a propagarse como un incendio de especuladores por las redes sociales, comenzó una avalancha de declaraciones y actuaciones directamente proporcional.

Habría que solicitar humildemente que, al menos, reconsideren las atrocidades que suelen manejar en su vocabulario. La de asesinos, por ejemplo

La Fiscalía del Tribunal Supremo, la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos, la ONG Save the Children, psicólogos y sociólogos de distintas universidades, el Defensor del Pueblo andaluz, que es también Defensor del Menor, la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos, el Observatorio de la Infancia del Ministerio de Sanidad, editoriales y columnas en todos los periódicos, además de programas enteros de radio…

Todo dios ha opinado, pero nadie como la consejera de Igualdad y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía, María José Sánchez Rubio, que puso un ejemplo, como para que lo entendiera la niña del torero, de cinco meses: “A un bombero no se le ocurre llevar a su hijo en el camión cuando va a apagar un fuego o a un jugador de fútbol llevarse al campo al niño mientras está corriendo”. Podría haber seguido con los ejemplos de babero, e incluir a un repartidor de bombonas y a un ciclista, que también son imágenes impactantes si se les añade un bebé a cuestas, pero fue suficiente. Delirante.

En fin, lo dicho, que los antitaurinos ya son conscientes de la fuerza que han adquirido en la sociedad, en esta sociedad Disney, y lo ocurrido con la foto del torero Fran Rivera ha sido la mejor demostración de que van ganando la batalla fundamental, la de lo políticamente correcto. Y como eso es inevitable que siga avanzando, acaso habría que solicitar humildemente que, al menos, ya que van ganando, reconsideren algunas de las atrocidades que suelen manejar en su vocabulario. La de 'asesinos', por ejemplo. Porque por mucho que se quiera a un toro, incluso como un animal de compañía, lo que no se puede hacer es dotarlo de vida humana. Más que nada por los que sí son seres humanos y se sienten tratados como animales, y estas confusiones conceptuales los humillan más todavía.

No he vuelto a los toros. Pero sé muy bien distinguir entre asesinos y matadores, entre seres humanos y animales. Sé de la libertad y del respeto a los demás

Para no confundir, que se limiten al significado académico de las palabras. ¿Se puede asesinar a un toro? Lo haremos como en la pizarra de un colegio: a ver, ¿qué es un ‘asesinato’? “Acción y efecto de asesinar". ¿Y ‘asesinar’? “Matar a alguien con alevosía, ensañamiento o por una recompensa”. ¿Y quién es ‘alguien’? “Designa una o varias personas cuya identidad no se conoce o no se desvela”. ¿Y ‘persona’, qué es una persona? “Un individuo de la especie humana”. Al fin llegamos: un toro no puede ser asesinado porque no es de la especie humana. Por lo tanto, los toreros no pueden ser asesinos, pueden ser matadores, que es como se les llama en su gremio. Matan toros y son matadores.

Personalmente, por si sirve de algo en el contexto de lo dicho, jamás voy a los toros. Siempre me ha parecido un espectáculo violento, con el que pasaba un mal rato. Y todo se jodió cuando, hace más de 20 años, fui a una corrida y resulta que ganó el toro. El torero cayó desplomado a pocos metros de donde yo estaba en la grada; empalideció en el aire mientras caía, en el mismo instante en que el toro lo empitonó en el pecho y le partió el corazón. Echaron sobre el albero ensangrentado un puñado de claveles y al poco, mientras crecía el bullicio en el tendido, un subalterno empezó a recorrer la plaza con un pizarrín. Conforme iba pasando, la grada iba enmudeciendo; era como la ola de los estadios de fútbol, pero al revés. Todo el mundo quedó finalmente en silencio cuando leyó el pizarrín que portaba un subalterno llorando: “Se suspende la corrida por la muerte de Montoliu”. No he vuelto jamás a los toros. Pero sé muy bien distinguir entre asesinos y matadores, entre seres humanos y animales. Sé de la libertad y sé del respeto a los demás.

Lo mejor que tiene España es que ella misma se basta para evadirse. Cuando la cosa se espesa, el ambiente se vuelve rancio y pesado, como ahora con el desgobierno y los vaivenes políticos, siempre surge una polémica que rescata de la barra de los bares la gravedad de las cosas y se ofrece como desengrasante. Para aliviar la rutina de esta noria, de “siempre la misma conversación”. En el momento preciso en el que los empresarios y los mercados empezaban a meternos el miedo en el cuerpo por la deriva que van cogiendo los acontecimientos, se ha ido un torero, con la niña en brazos, a una plaza de toros, le ha pegado dos capotazos a una becerra, y ya se ha formado una polémica antitaurina tan grande que ha solapado a las demás.