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Almodóvar y la corrupción globalizada
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Javier Caraballo

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Almodóvar y la corrupción globalizada

¿Qué puede unir a la muy conservadora figura de una mujer que se apellida Borbón con el izquierdismo fetichista y redomado de un cineasta como Almodóvar? El dinero, justo eso

Foto: El cineasta manchego Pedro Almodóvar. (EFE)
El cineasta manchego Pedro Almodóvar. (EFE)

La aldea global tiene sus tiendas que venden por todo el mundo, sus fábricas que contratan trabajadores de todos los países y sus consejos directivos que se reúnen en las torres más altas de los centros de negocio, con paredes de cristal que dejan a sus pies el discurrir diario de la gentes, que son hormiguitas en las aceras. La aldea global vive las guerras en directo, como si la trinchera estuviera en la acera de enfrente, y ha convertido el periodismo en una secuencia de acontecimientos en tiempo real capaz de dar primicias simultáneas en decenas de países. La aldea global ha conectado todos los mercados financieros, con gráficas que suben y bajan simultáneamente, como la ola de los espectadores en los campos de fútbol, y ha llenado los mercados de abasto de carnes, verduras y pescado de todos los confines de la tierra.

Tiendas, mercados, guerras, periódicos, trabajadores y empresas. Y antes de que todo eso pasara, la aldea global generalizó la corrupción de los ricos, que es la abuela de todas las corrupciones. Los ricos siempre han tenido una caja fuerte oculta detrás de un cuadro del despacho o una cuenta secreta en Suiza, pero esa corrupción se ha quedado antigua, como el gabán verde oliva de Luis Bárcenas con cuellos de terciopelo oscuro. La corrupción de las cuentas de Suiza se quedó en las películas de López Vázquez con Berlanga; la corrupción de la aldea global ya no está en Suiza, sino en los paraísos fiscales, y por eso su icono es Almodóvar, aunque no lo haya llevado al guion para una de sus películas.

En la corrupción globalizada, cuando se abren cajones y se desvelan los secretos, es muy difícil apreciar los rasgos de ideología entre los nombres que aparecen

Cuando El Confidencial ha publicado 'Los papeles de Panamá’, en esta nueva demostración de periodismo global que culmina la feliz premonición de McLuhan, los hermanos Almodóvar se han apresurado a sacar un comunicado de exculpación, aunque no les hacía falta porque no son necesarias las explicaciones. Todo es tan evidente como parece: ¿qué puede unir a la muy conservadora figura de una mujer que se apellida Borbón con el izquierdismo fetichista y redomado de un cineasta como Almodóvar? El dinero, justo eso; los vericuetos que siempre encuentran las grandes fortunas para escapar de las obligaciones que se imponen al resto de los mortales, a todos aquellos que pululan por las aceras, camino del trabajo, y que los fríen a impuestos en su nómina de currantes o en sus mensualidades de autónomo.

Es una putada para Almodóvar, ya se sabe, porque todo esto de las sicavs y los paraísos fiscales en los que él ha participado con sus sociedades estropea su discurso de rojo impecable, lo destiñe. En adelante, cuando a Almodóvar le dé por decir otra vez eso de que “le cuesta admitir que el futuro de España vaya a estar en manos de los hijos de los ricos“, todo el mundo se acordará de él y de Pilar de Borbón y de la familia Domecq, y nadie entenderá nada. En la corrupción globalizada, cuando se abren cajones y se desvelan los secretos, como los de estos ‘papeles de Panamá’, es muy difícil apreciar los rasgos de ideología entre los nombres que aparecen. Todo se remite a la distinción más elemental, la de ricos y pobres.

Dicen que el dinero es miedoso para justificar la huida a los paraísos fiscales. Y eso no es miedo sino avaricia

Los economistas repiten siempre eso de que “el dinero es miedoso”, pero en realidad se trata solo de un eufemismo, como tantos otros en este mundo de las grandes fortunas. La ‘evasión de impuestos’ y el ‘dinero oculto’ son definiciones descarnadas, demasiado evidentes, y por eso se adornan de metáforas como los ‘paraísos fiscales’, las empresas ‘offshore’, que remiten en su literalidad a todo aquello que se pierde mar adentro, muy lejos de tierra firme. O las famosas ‘sicavs’, en las que un solo rico se rodea de falsos inversores, hasta 100 ‘socios de paja’ que se conocen como ‘los mariachis’, otra metáfora más.

Dicen que el dinero es miedoso para justificar la huida a los paraísos fiscales, como Panamá, en los que se ofrece la seguridad de la falta de transparencia y la ausencia de impuestos. Y eso no es miedo sino avaricia. Lo otro que se repite tras cada escándalo de esta naturaleza es que todo este entramado de ingeniería financiera es legal. Es verdad, porque de lo que se trata es de aprovechar todos los recovecos legales que existan, por las imprecisiones o vacíos en las leyes de cada país, para diseñar una estrategia perfecta con la que se reduce al máximo el pago de impuestos. Ingeniería financiera solo al alcance de los ricos, y esa es la especialización de los grandes bufetes como este de Mossack Fonseca. Y porque el fin no es otro que escapar de la transparencia y de la contribución fiscal, se trata de un caso de corrupción globalizada aunque la ingeniería financiera que la sustenta sea legal. Almodóvar, con su fina sensibilidad social, debe saberlo mejor que nadie: muchas veces lo legal es profundamente inmoral.

[Anotación a pie de página: nadie se acordará ahora, pero conviene anotarlo y subrayarlo para cuando, otra vez, se hable de la existencia de una ‘guerra global’, la guerra del fundamentalismo islámico. “Terminar con los paraísos fiscales sería el primer paso para cortar el suministro de dinero para el terrorismo”, se suele repetir en cada seminario y congreso de especialistas. Con ser grave e inmoral lo que se descubre cuando se destapa un escándalo como el de 'Los papeles de Panamá’, la peor consecuencia de estos entramados financieros no es la ‘corrupción globalizada’ ni sus efectos localizados, como en España, sino la constatación de que ese mismo mecanismo de ocultación lo utilizan las grandes bandas criminales que operan en el mundo. Las grandes fortunas crearon esa red de alcantarillas para ocultar su avaricia y esos vericuetos los aprovechan ahora narcotraficantes y terroristas para escapar de todo control. La guerra mayor a la que se enfrenta la Humanidad en estos días nunca será efectiva hasta que no se desmantele esta enorme red de paraísos fiscales.]

La aldea global tiene sus tiendas que venden por todo el mundo, sus fábricas que contratan trabajadores de todos los países y sus consejos directivos que se reúnen en las torres más altas de los centros de negocio, con paredes de cristal que dejan a sus pies el discurrir diario de la gentes, que son hormiguitas en las aceras. La aldea global vive las guerras en directo, como si la trinchera estuviera en la acera de enfrente, y ha convertido el periodismo en una secuencia de acontecimientos en tiempo real capaz de dar primicias simultáneas en decenas de países. La aldea global ha conectado todos los mercados financieros, con gráficas que suben y bajan simultáneamente, como la ola de los espectadores en los campos de fútbol, y ha llenado los mercados de abasto de carnes, verduras y pescado de todos los confines de la tierra.

Panama Papers Mossack Fonseca