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El atasco está en el PSOE
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Javier Caraballo

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El atasco está en el PSOE

No fluirá de nuevo el sistema parlamentario en España hasta que el Partido Socialista no se desatasque. Hasta entonces, no habrá posibilidad alguna de formar Gobierno

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

El atasco de la sociedad española en este momento es el atasco del Partido Socialista. No existe otro. Y no fluirá de nuevo el sistema parlamentario en España hasta que el Partido Socialista no se desatasque. Hasta entonces, no habrá posibilidad alguna de formar Gobierno porque lo impedirá el colapso en el que se encuentra sumido el PSOE, una de las fuerzas políticas esenciales sobre las que ha gravitado hasta ahora la política en España. Se han quedado atrapados los socialistas en una crisis interna que lo tapona todo, porque no hay salidas ni hacia la izquierda ni hacia la derecha hasta que no se resuelva ese engrudo fundamental. Si de algo han servido los cuatro meses de la legislatura fiasco, ha sido para detectar con claridad dónde está el imposible metafísico al que los socialistas han conducido al parlamentarismo español con las líneas rojas marcadas a izquierda y derecha.

Todo surge de una doble crisis que ha estallado en el PSOE, como una tormenta perfecta. La crisis de liderazgo unida a una crisis anterior, crisis de ideología, que se arrastra desde los estertores del felipismo. El zapaterismo, con la mínima perspectiva de tiempo con que se cuenta, solo supuso en la historia del PSOE un autoengaño de políticas nuevas, la recreación artificial de un cuerpo ideológico artificial que acabó entre el desastre y la nada.

Con la agitación de las tensiones guerracivilistas a través de la memoria histórica y la identificación absurda de la izquierda con los movimientos nacionalistas, se pretendió inyectar en el partido sangre ideológica nueva. Pero cuando llegó la crisis económica, todo aquello se vino abajo, porque nada importaba a los problemas reales de la gente, y solo quedaron las consecuencias demoledoras de tanta frivolidad. Hasta los avances de derechos sociales, que existieron durante la etapa de Zapatero, se empequeñecieron por el despropósito mayor de quien hizo tambalear las estructuras de la reconciliación democrática y la misma unidad de España, que está grabada en la historia centenaria del PSOE y en la memoria del electorado socialista.

Una doble crisis ha estallado, como una tormenta perfecta: crisis de liderazgo unida a una de ideología que se arrastra desde los estertores del felipismo

“Me siento cada vez más profundamente español. Siento a España dentro de mi corazón, y la llevo hasta el tuétano mismo de mis huesos. Todas mis luchas, todos mis entusiasmos, todas mis energías las he consagrado a España”, dijo Indalecio Prieto cuando fue ministro de Obras Públicas y presentó un plan de obras en todo el país “para la conquista interior de España”. De ahí, el PSOE pasó con Zapatero a la peregrina filosofía política de que “las palabras han de estar al servicio de la política y no la política al servicio de las palabras”. Lo dijo el presidente del Gobierno en el Congreso nada más llegar a La Moncloa, en el debate sobre el estado de la nación de junio de 2005, y todo lo que se ha vivido después son las consecuencias de esta política. Grabó la frase en el frontispicio de su primera legislatura, cuando comenzó a jalear las reformas de los estatutos de autonomía, “España es una nación de naciones”, y desde entonces no se ha repuesto el PSOE, que aún anda enredado en esas cuitas que tanto desconciertan a su electorado más tradicional, más fiel. La crisis económica y la falta de respuestas a la clase trabajadora se encargaron del resto.

En ese juego de alianzas, el único desconcierto lo produce el PSOE porque no acepta pactar bajo ningún concepto ni con el Partido Popular ni con Podemos

La batalla interna, entre barones, es lo que quedaba dentro, como pulsión primaria de toda organización, de todo poder, y el ascenso de Pedro Sánchez, aupado por Susana Díaz, solo ha generado inestabilidad porque quienes lo impulsaron hasta la secretaría general nunca creyeron en él, o lo veían como un mero paréntesis. En esas, se llega a la ‘legislatura fiasco’, en la que el PSOE, por sus problemas internos de identidad, ha acabado atascando el sistema. Y lo ha atascado porque siendo la segunda fuerza política de España es la única que no ofrece salidas reales de gobernabilidad. A ver, a la derecha, el Partido Popular se muestra abierto a pactar con Ciudadanos y con el PSOE, y los tres pueden sumar una mayoría estable. Los vetos del Partido Popular, con quienes nunca pactarán, están a la izquierda del PSOE. En el centro, Ciudadanos ha dado muestras sobradas de poder pactar con el PSOE y con el Partido Popular, y mantiene el mismo veto que los populares, hacia la extrema izquierda. De la misma forma, en ese espacio político de izquierda, tanto Podemos como Izquierda Unida se muestran abiertos a pactar con el PSOE un Gobierno de coalición, como ya ocurre en comunidades autónomas y ayuntamientos, con lo que también se ofrece una salida estable de gobierno de izquierda. Los únicos vetos de Podemos y de Izquierda Unida son simétricos a los que se dan en centro derecha: no aceptan ningún acuerdo con el Partido Popular ni con Ciudadanos.

Ni en cien elecciones que se repitan habrá solución si no cambia la estrategia del PSOE. Sin bipartidismo, el PSOE está perdido. Y el sistema, atascado

En ese juego de alianzas, el único desconcierto lo produce el PSOE porque, a diferencia de los anteriores, no acepta pactar bajo ningún concepto ni con el Partido Popular ni con Podemos. Con el Partido Popular porque el mínimo cuerpo ideológico en el que se sustenta, el del miedo a la derecha, se vendría abajo. Y con Podemos porque la ambición real de ese partido es disputarle la hegemonía de la izquierda en España; sería como pactar con su principal adversario.

El problema no está ni en el PP, ni en Ciudadanos ni en Podemos. Sin el PSOE, no hay salida. Sin los más de cinco millones de votos que representa, no hay salida. Sin sus escaños en el Congreso, no hay solución ni a la izquierda ni a la derecha. Es ahí, solo ahí, donde está el atasco. Ni en cien nuevas elecciones que se repitan habrá solución si no cambia la estrategia del PSOE, hacia la izquierda o hacia la derecha. Sin bipartidismo, el PSOE está perdido. Y el sistema atascado. La peor noticia de España es esa que proclaman las encuestas cuando auguran que, tras el 26 de junio, todo seguirá igual.

El atasco de la sociedad española en este momento es el atasco del Partido Socialista. No existe otro. Y no fluirá de nuevo el sistema parlamentario en España hasta que el Partido Socialista no se desatasque. Hasta entonces, no habrá posibilidad alguna de formar Gobierno porque lo impedirá el colapso en el que se encuentra sumido el PSOE, una de las fuerzas políticas esenciales sobre las que ha gravitado hasta ahora la política en España. Se han quedado atrapados los socialistas en una crisis interna que lo tapona todo, porque no hay salidas ni hacia la izquierda ni hacia la derecha hasta que no se resuelva ese engrudo fundamental. Si de algo han servido los cuatro meses de la legislatura fiasco, ha sido para detectar con claridad dónde está el imposible metafísico al que los socialistas han conducido al parlamentarismo español con las líneas rojas marcadas a izquierda y derecha.