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La semana 'horribilis' de Susana
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Javier Caraballo

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La semana 'horribilis' de Susana

Desde que llegó a la presidencia de la Junta, no ha habido otra semana peor para Susana Díaz, porque lo que siempre ha pretendido ha sido distanciarse de las irregularidades de sus antecesores

Foto: La presidenta andaluza, Susana Díaz. (EFE)
La presidenta andaluza, Susana Díaz. (EFE)

La semana pasada, en Sevilla, los noticieros se llenaron de pulgas.

Cientos de niños se fueron a sus casas rascándose la ropa como si las pulgas hubieran anidado en los bolsillos, los padres, detrás, cargaban con las mochilas por las aceras y ponían el grito en el cielo, alarmados. ¿Cómo es posible que, en pleno siglo XXI, haya una plaga de pulgas en una ciudad como Sevilla?, se preguntaban todos cuando acababan de oír las noticias. Pues sí, una plaga de pulgas y no en cualquier sitio, sino en tres colegios que, cuando saltaron las alarmas, tuvieron que cerrarlos de inmediato.

Cuando los colegios se quedaron vacíos, unos hombres de blanco, como los de las alertas nucleares, entraron en las aulas con grandes tubos de fumigación. Dicen los noticieros que esta semana volverá la normalidad, que todo ha sido culpa de los recortes de la Junta de Andalucía en la educación pública y de los recortes que, a su vez, se ve obligado a acometer el ayuntamiento para mantener los colegios. Hasta los insecticidas que se usaban estaban caducados, dijeron. Por eso las pulgas volvieron y se encontraron tan cómodas como en una posguerra.

Se colocó una cinta de luchadora contra la corrupción, como si llegara de Groenlandia y hubiera descubierto una Administración podrida por los que la precedieron

Cuando el César se lanzaba a una batalla, siempre consultaba a los augures. Olfateaban el aire de la tarde, escrutaban los colores del amanecer y enmudecían durante la noche para oír lo que tuvieran que decirles los silencios de la madrugada. Si los presagios eran malos, César aplazaba la batalla hasta que los augurios se volvieran favorables. Cuando a Susana Díaz le pasaron el parte de incidencias de Sevilla, con tres colegios cerrados por pulgas, tendría que haber hecho lo mismo que el César, entender que las pulgas no son más que augurios enviados por el destino para prevenirle de los males que la acucian esta semana. Y debió recordar como solo unos días antes, en esos arranques de Eva Perón que le brotan cuando se sube a un atril, dijo con todas sus fuerzas de madre de los andaluces: “¡Ya está bien! No pienso recortar en mis colegios, en mis hospitales, en mis dependientes, porque ahora en Andalucía lo que se tiene que sentir es que se recuperan derechos”.

Desde que llegó a la presidencia de la Junta de Andalucía, no ha habido otra semana peor para Susana Díaz, porque lo que siempre ha pretendido ha sido distanciarse de las irregularidades de sus antecesores. Es verdad que Susana Díaz se aupó al sillón de la presidencia sobre el cadáver político de José Antonio Griñán, que se vio forzado a dimitir cuando le soplaron que su procesamiento era inminente por el escándalo de los ERE. Y es verdad también que Susana Díaz no conoce otra ocupación laboral que el Partido Socialista en Andalucía, en el que ha escalado puestos, hasta lo más alto, desde que ingresó en Juventudes Socialistas.

Pero siendo todo eso así, también es cierto que la presidenta andaluza no estaba directamente implicada en ninguno de los escándalos en los que se había visto envuelto su partido. Por eso, desde su primer discurso de investidura, se colocó en la frente una cinta de tela roja de luchadora contra la corrupción, como si acabara de llegar de Groenlandia y hubiera descubierto una Administración podrida por los que la precedieron: “Siento vergüenza ante la corrupción. Y les anuncio que ha llegado un tiempo nuevo a la política andaluza, marcado por un mayor control del ejercicio del Gobierno”.

En los tres años transcurridos desde su discurso de investidura, lo que ha imperado en la gestión diaria de la Administración andaluza ha sido el descontrol

El único problema de estos discursos es que solo se pueden pronunciar en una ocasión. A partir de la primera vez, la coartada de Groenlandia pierde efecto y el gobernante tiene que empezar a dar cuenta de sus propios actos. En los tres años transcurridos desde aquel primer discurso de investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta andaluza, lo que ha seguido imperando en la gestión diaria de la Administración andaluza ha sido el descontrol. A veces, hasta parece que ha cobrado vida propia y que, en realidad, el descontrol se ha instalado como un 'software' en los ordenadores del sistema informático de la Junta de Andalucía.

El ‘tiempo nuevo’ que anunció ha sucumbido ante la inercia de descontrol, y ahora cuando interpelan a Susana Díaz ante una comisión de investigación, también le preguntan por sus actos, no solo por los de quienes la precedieron en el sillón. ¿Cómo no va a saber nada de la opacidad de los cursos de formación si todavía no se sabe bien de qué trabajó su marido en esos cursos? ¿Cómo no va a saber nada de descontrol, si su Gobierno ha seguido repartiendo algunas ayudas, como los ‘fondos Jeremi’, a pesar de estar bajo sospecha en un juzgado? ¿Cómo va a seguir pidiendo dimisiones en su partido si mantiene en el cargo a consejeros investigados por el juzgado? ¿Cómo va a hablar de transparencia si ha obstaculizado hasta la provocación la entrega de expedientes a la comisión de investigación del Parlamento andaluz?

Las pulgas, esa era la cuestión. Que llegaron las plagas a varios colegios sevillanos y Susana Díaz no supo interpretarlas tras aquel discurso suyo de “mis colegios, mis hospitales, mis dependientes”, tan posesivo y definitorio del carácter político de la presidenta de la Junta de Andalucía. Llegaron las pulgas y lo que se podía esperar después es una semana como esta, que acabará con Chaves y Griñán formalmente procesados por varios delitos en el sumario de los ERE, una vez superada la fase previa de aforamientos y declaraciones, y con Susana Díaz sentada por primera vez en una comisión de investigación. Eso, además de lo habitual, que no se detiene, como el delirante caso del director ‘fantasma’ del Centro de Flamenco, que cobraba de un cargo que nunca había ocupado, también en tiempos de la presidenta, y que también ayer llegó al juzgado. La semana 'horribilis’ de Susana ha comenzado.

La semana pasada, en Sevilla, los noticieros se llenaron de pulgas.

Susana Díaz