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Obama en Sevilla y sin Abengoa. Marca España
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Javier Caraballo

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Obama en Sevilla y sin Abengoa. Marca España

¿Cómo explicar que Obama visite Sevilla y no vaya a conocer la planta termosolar más avanzada del mundo, situada en las afueras de Sevilla?

Foto: Torre de Abengoa en la plataforma Solúcar en Sanlúcar la Mayor. (Reuters)
Torre de Abengoa en la plataforma Solúcar en Sanlúcar la Mayor. (Reuters)

Llegará Obama a Sevilla, casi a mitad de julio, y habrá tras él una sombra tan grande como la Giralda. El presidente de Estados Unidos se paseará por Sevilla, recorrerá embobado los soportales de la Catedral donde se citaban los tratantes de Indias y los pillos de España, el patio de Monipodio de Cervantes, y el sol a su espalda irá proyectando mientras camina la sombra de una gran ausencia, negra como el agujero inmenso en el que ha caído Abengoa.

Llegará Obama a la capital andaluza, quedará admirado por la belleza que han dejado los siglos en algunas ciudades españolas como Sevilla, abrumado por la historia que van pisando sus pies, y cuando las fotos den la vuelta al mundo habremos de recordar que la ‘marca España’ está en esas piedras, no en otro sitio; en ese patrimonio, en esa belleza heredada. Eso es lo que nos enseña la historia reciente. Desconfía de la ‘marca España’ que nace de las empresas, que se identifica con las empresas, porque las empresas son humo y como el humo se van.

Es muy probable que el propio Obama, o alguno de sus asesores hispanos, como el canario Juan Verde, hayan reparado en esa misma circunstancia, hasta cierto punto tan incomprensible e inesperada como la misma quiebra de la multinacional que ha sido la mayor referencia mundial en el desarrollo de energías alternativas. ¿Cómo explicar que Obama visite Sevilla y no vaya a conocer la planta termosolar más avanzada del mundo, situada en las afueras de Sevilla?

Cuando llegó a la presidencia de los Estados Unidos, uno de sus objetivos principales era el impulso de las energías renovables y cuando le presentaron Abengoa, el presidente de Estados Unidos tuvo claro que por ahí pasaba el camino. Solo la planta solar de Sevilla, situada en Sanlúcar la Mayor, tiene capacidad para abastecer una ciudad de un millón de habitantes, con un ahorro de más de 600.000 toneladas métricas de CO2. Cuando la inauguraron en 2007, el presidente de la Junta de Andalucía, que era Manuel Chaves, exclamó como un emperador ante su coliseo: “Estos son nuestros poderes”. Los hermanos Benjumea, el principio y el fin de Abengoa, posaban satisfechos a su lado.

En 2010, Obama anunció en un discurso oficial que una de las mayores inversiones de su Gobierno en energía alternativa tendría como referencia a Abengoa

Nueve años después, llega Obama a Sevilla y no parece probable que visite ese campo tecnológico excepcional porque la realidad de Abengoa es una quiebra inmensa y un complejo conflicto judicial que implica a miles de personas y que se resuelve en juzgados de España y de Estados Unidos. Hasta noviembre, no habrá resolución, todo se mantiene en vilo, porque los tribunales de Insolvencia de Delaware han acordado sumarse al acuerdo de espera, conocido como 'stand still', que le ha concedido a Abengoa el juzgado de lo mercantil número dos de Sevilla, en el que se tramita la quiebra.

Mientras tanto, en la espera, la incertidumbre aumenta porque aparecen nuevos agujeros y se incrementan las desavenencias. Los hermanos Felipe y Javier Benjumea, que durante tantos años han simbolizado el poder interno, inmenso, de la compañía, aparecen ahora como apestados: hasta sus socios de siempre, la veintena de familias de Inversión Corporativa, quieren que desaparezcan para siempre del consejo.

En julio de 2010, justo seis años antes de la visita de Obama a Sevilla, el presidente de los Estados Unidos anunció en un discurso oficial que una de las mayores inversiones de su Gobierno en energía alternativa tendría como referencia a la multinacional española; 2.000 millones de dólares para dos proyectos solares que se repartirían entre la compañía estadounidense Abound Solar Manufacturing y la española Abengoa. “Es una buena noticia que hayamos sido capaces de atraer a una empresa [Abengoa] para construir una planta solar y crear puestos de trabajo aquí en América”, dijo Obama en su discurso.

No era más que el espejismo de la ‘marca España’, que ahora parece solo un ataque repentino de optimismo que se difuminó en unos años con la caída de Abengoa

La proyección internacional de la multinacional andaluza alcanzaba su cénit aquel día y el impulso de la denominada ‘marca España’ parecía encontrar su consolidación definitiva. Pero no era más que un espejismo; el espejismo de la ‘marca España’, que ahora parece solo un ataque repentino de optimismo que se difuminó en unos años con la caída de Abengoa, a un paso aún de convertirse en la mayor quiebra de la historia de España, con la controvertida y tortuosa ampliación del canal de Panamá por el consorcio que lidera Sacyr, y, finalmente, con el futuro incierto de la construcción del AVE a La Meca, por parte de algunas de las principales empresas públicas españolas, como Renfe, Adif e Ineco, que ya prevé pérdidas que rondan los 1.000 millones de euros. Cuando Obama llegue a Sevilla y pase de largo de la visita al imperio de Abengoa, será la ‘marca España’ la que se quede sumida en su sombra.

Por la carretera, cuando se va desde Sevilla hasta Huelva, se divisa a lo lejos, al fondo de campos de espigas o de girasoles abatidos por el calor, una torre monumental, totémica, que parece proyectar a su alrededor una infinidad de rayos de luz; una visión mágica, sobrenatural. Es el centro de la plataforma Solúcar, “la mayor planta solar del mundo con tecnología de torre comercial”. A lo lejos, desde la carretera, aquella torre termosolar, galáctica o celestial, se mira ahora como la columna de adoración de un dios arrodillado.

Llegará Obama a Sevilla, casi a mitad de julio, y habrá tras él una sombra tan grande como la Giralda. El presidente de Estados Unidos se paseará por Sevilla, recorrerá embobado los soportales de la Catedral donde se citaban los tratantes de Indias y los pillos de España, el patio de Monipodio de Cervantes, y el sol a su espalda irá proyectando mientras camina la sombra de una gran ausencia, negra como el agujero inmenso en el que ha caído Abengoa.

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