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Inútil 2016: Patxi López
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Javier Caraballo

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Inútil 2016: Patxi López

Este año es posible que coincidamos todos en la inutilidad demostrada por la clase política, que ha conducido al país a una parálisis insólita y a las instituciones a una inutilidad manifiesta

Foto:  El diputado electo del PSOE por Vizcaya, Patxi López. (Enrique Villarino)
El diputado electo del PSOE por Vizcaya, Patxi López. (Enrique Villarino)

¿Conocen la metodología? Bien, es fácil de explicar. En realidad, todo surge de una duda, un remordimiento que aparece cuando llega en esta época del año el momento de pagarle a Hacienda: ¿qué pasa cuando se tiene la certeza de que el dinero que sale de mi bolsillo no va a parar a ninguna mejora, ninguna modernización, ningún derecho, sino que se pierde en el mantenimiento de un inútil, de un aprovechado? Pues la respuesta a esa pregunta es este convencimiento de que en la declaración de la renta tendría que existir una casilla para dedicarle directamente a un inútil público el dinero de nuestro bolsillo, que sabemos que van a despilfarrar. Gastos superfluos, innecesarios, groseros, prescindibles. Inútiles.

Como quiera que para el sostenimiento del sistema es bueno que existan válvulas de escape, desahogos, esta idea de ‘apadrinar’ a un inútil público es un ejercicio muy recomendable; yo lo hago aquí, pero cada cual pueden pensar y elegir a su inútil por su cuenta. ¿Y se consigue algo?, preguntarán. Absolutamente nada, desde luego, porque el despilfarro no va a cambiar. Pero por lo menos queda claro que, como contribuyentes, somos conscientes de lo que ocurre con nuestro dinero y, además, lo señalamos con el dedo. “Este inútil se lleva el dinero que me quitan del bolsillo”. Sirve, en definitiva, para que no nos tomen por lelos. Y, como digo, para equilibrar el sistema.

Foto: El exministro de Educación, José Ignacio Wert. (EFE) Opinión
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La adecuada organización de una democracia tiene que incluir, junto a los derechos y libertades constitucionales, un contrapeso de obligaciones de los ciudadanos. Es esencial que esa balanza funcione bien, que ese equilibrio se establezca para que la ciudadanía no sea entendida como algo pasivo sino como un agente activo. Una ciudadanía fuerte en democracia es quizás el ideal que añoramos siempre, porque allí donde se da podemos presumir que el funcionamiento democrático será más completo. Por un lado, si los ciudadanos son conscientes de sus derechos, serán críticos y exigentes con sus gobiernos y, por otro lado, si son conscientes de sus obligaciones, como esta de pagar impuestos, son responsables y comprometidos con el progreso de su país.

Dicho todo esto, este año es posible que coincidamos todos en la inutilidad demostrada por la clase política en su conjunto, que ha conducido al país a una parálisis insólita y a las instituciones a una inutilidad manifiesta. Como se trata de elegir a una sola persona, señalamos como Inútil 2016 a Patxi López, por sí mismo y en representación de todos los demás, por su condición de presidente del Congreso. Por primera vez se han tenido que repetir las elecciones en España y lo que han pasado por alto ha sido el despilfarro que conlleva.

Nadie cobra por un trabajo comprometido y no realizado; solo en política se da esa paradoja

Las preguntas se han quedado en el aire, sin más respuesta que el silencio. ¿Se podrían haber hecho unas elecciones más baratas? Sí, pero no ha ocurrido. ¿Tendrían que haber devuelto los partidos políticos las subvenciones que cobraron por la anterior legislatura? Hubiera sido lo lógico, pero tampoco. A ver, cada vez que se celebran unas elecciones y se constituyen las Cortes Generales, lo que establece la ley es que cada grupo parlamentario reciba 21.167 euros por cada escaño obtenido en el Congreso de los Diputados o en el Senado y algo más de un euro por cada uno de los votos conseguidos. Lo normal será que, tras unas nuevas elecciones, se vuelva a repartir ese dinero. ¿Han renunciado los grupos parlamentarios a una de las dos subvenciones? Que se sepa, no existe ni la intención. ¿Pero no sería lo lógico, habida cuenta de que la legislatura anterior no llegó a ninguna parte? Nadie cobra por un trabajo comprometido y no realizado; solo en política se da esa paradoja, sin necesidad siquiera de entrar en los escándalos periódicos de facturas falsas.

Sucede, además, que todo ello sería disculpable si la causa del bloqueo hubiera sido exógena, pero han sido los propios líderes parlamentarios los que se han cansado de repetir durante seis meses que la nueva convocatoria de elecciones suponía “un fracaso de la clase política”. Fracaso por la complicación extrema a la que se ha llegado en la vida española con la proliferación de vetos y líneas rojas, que han primado sobre el diálogo y el entendimiento. El interés general ha sido suplantado por el interés electoral y partidario. En esto, además, la máxima expresión del cinismo político la ha ostentado, precisamente, el presidente del Congreso, Patxi López.

Foto: Fotografía de archivo del exministro de Sanidad Bernat Soria. (EFE) Opinión
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Dos declaraciones contrapuestas que expresan muy bien esa máxima marxista (de Groucho) cuando mostraba sus principios, pero con la firme determinación de cambiarlos por otros en cuanto fuera necesario. El 27 de diciembre de 2015, es decir, recién celebradas las primeras elecciones, Patxi López, que aún no era presidente del Congreso, dijo: “En los principios del PSOE están las líneas rojas”. Seis meses después, el 2 de junio, afirmó: “En política, la peor palabra que puede haber es esto que hemos dado en llamar líneas rojas”. ¿Cómo es posible que una misma persona sea autora de esas dos frases?

Lo primero, la defensa de las líneas rojas como principios ideológicos del partido en el que milita, lo dijo Patxi López en vísperas de una reunión del comité federal en que el PSOE marcó líneas rojas a izquierda y derecha, lo que hacia imposible cualquier matemática en el Congreso. Lo segundo lo dijo antes de esta última campaña electoral, en la conversación que propició el diario 'El País' entre Patxi López y el rockero Loquillo. Aún añadía más, para congraciarse con todos aunque fuera a costa de sus propias contradicciones: “Los ciudadanos votaron y nos dijeron: queremos una representación plural. Es decir, nos estaban imponiendo una obligación que era la de que pactásemos. Un político no puede decir, 'no, es que os habéis equivocado'. ¡No puede decirlo! Por eso, lo ocurrido yo lo asumo como un fracaso colectivo”.

Pues nada, Patxi López, en correspondencia, ahí va la condecoración: Inútil 2016.

¿Conocen la metodología? Bien, es fácil de explicar. En realidad, todo surge de una duda, un remordimiento que aparece cuando llega en esta época del año el momento de pagarle a Hacienda: ¿qué pasa cuando se tiene la certeza de que el dinero que sale de mi bolsillo no va a parar a ninguna mejora, ninguna modernización, ningún derecho, sino que se pierde en el mantenimiento de un inútil, de un aprovechado? Pues la respuesta a esa pregunta es este convencimiento de que en la declaración de la renta tendría que existir una casilla para dedicarle directamente a un inútil público el dinero de nuestro bolsillo, que sabemos que van a despilfarrar. Gastos superfluos, innecesarios, groseros, prescindibles. Inútiles.

Patxi López