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El PSOE del hortelano
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Javier Caraballo

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El PSOE del hortelano

La única noticia que se tiene del PSOE en estos tiempos de convulsión es la negativa a hablar, negociar o pactar con aquellos a los que considera alternativa por la izquierda o por la derecha

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante la rueda de prensa posterior a la reunión con Mariano Rajoy. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante la rueda de prensa posterior a la reunión con Mariano Rajoy. (EFE)

En la espiral de continuas huidas hacia adelante por la que se desliza, o se precipita, el PSOE desde el derrumbe del zapaterismo, los socialistas españoles han comenzado a identificarse solo con lo que rechazan. Están diseñando un partido de vetos antes que de alianzas y confluencias. Han construido una muralla con líneas rojas y se han fortificado para resistir como en las películas del oeste: “Yo no hablo mucho y mi rifle solo sabe monosílabos”. La única noticia que se tiene del Partido Socialista en estos tiempos de convulsión y ruptura del bipartidismo es la negativa a hablar, negociar o pactar con todos aquellos a los que considera alternativa por la izquierda o por la derecha; solo admite diálogo con muletas y bisagras que no pongan en riesgo su hegemonía, aunque su mayoría de ahora en la izquierda sea solo un tímido reflejo de lo que un día fue.

“Es curioso, pero ¿siempre va a ser responsable de todo el PSOE, gane, quede segundo, tenga más o menos diputados?”, se preguntaba hace unos días uno de los guardeses de Susana Díaz. La tramposa ingenuidad de la pregunta radica en que lo que se obvia es que la responsabilidad que ha adquirido el PSOE es una responsabilidad institucional, por estar situado justo en el centro matemático del Congreso de los Diputados: como en la anterior legislatura, el tapón está en los 85 escaños socialistas. Más aún, la responsabilidad institucional del PSOE en estos momentos es incluso mayor que en otros tiempos, a pesar de haber obtenido el peor resultado de su historia. Esa paradoja es real y no lo libera del compromiso adquirido en las urnas, y que se hace más patente cuando se repara en que los socialistas son los únicos que no dicen qué quieren hacer; solo expresan lo que no quieren hacer. Todos los demás han mostrado sus preferencias de acuerdos, que conllevarían mayorías estables, y los vetos hacia otras fuerzas políticas que consideran en el extremo.

Los socialistas son los únicos que no dicen qué quieren hacer; solo expresan lo que no quieren hacer. Todos los demás han mostrado sus preferencias

El Partido Popular está dispuesto a una gran coalición con el PSOE y Ciudadanos, que supera ampliamente la mayoría absoluta, pero nunca pactará con Podemos. Lo mismo le sucede a Ciudadanos, que siempre ha expresado su predisposición a una gran coalición. Incluso a favorecer un Gobierno en minoría del PP con su abstención. También Podemos ha sido claro: está dispuesto a buscar una coalición de izquierda con el Partido Socialista como principal aliado. Y lo que nunca hará será pactar con el PP o con Ciudadanos, porque los considera en el otro extremo ideológico. Todas ellas, con independencia de lo que se piense de cada una, serían opciones válidas porque plantean soluciones: cualquiera de esas alternativas permitiría desbloquear la situación política e institucional en España.

Lo único que no conduce a ninguna parte es la posición del PSOE, que se niega a bascular tanto hacia la derecha como hacia la izquierda. Ayer mismo, tras la entrevista de Rajoy y Pedro Sánchez, el dirigente socialista volvió a insistir en lo mismo, que es el mandato del comité federal: no a la investidura de Rajoy, no a la gran coalición y no a un pacto de legislatura. “Somos oposición y, por lo tanto, votaremos en contra de Rajoy”, repiten una y otra vez, hasta el hartazgo, sin que les incomode siquiera el absurdo conceptual que plantean: sencillamente, no puede haber oposición si antes no hay Gobierno. Todos podemos presumir, en cualquier caso, de que se trata solo de una impostura coyuntural, que el PSOE tiene asumido desde que se cerraron las urnas que esta vez dejará gobernar a Mariano Rajoy con su abstención, al contrario de lo ocurrido en la anterior legislatura.

Los socialistas escenificarán un primer bofetón a Rajoy y, cuando el reloj de la investidura esté a punto de expirar, se abstendrán los diputados necesarios

Es decir, que lo que sucederá con toda seguridad es que los socialistas escenificarán un primer bofetón a Mariano Rajoy y que, cuando el reloj de la investidura esté a punto de expirar, se abstendrán los diputados que sean necesarios para que Mariano Rajoy salga elegido presidente con sus escuálidos 137 escaños. ¿De verdad que es necesario tanto discurso falso, de engañifa, cuando se tiene decidido que debe gobernar Rajoy? Esa es la inmadurez de la democracia española, mezclada con el tradicional sectarismo del PSOE en sus estrategias, porque no tendría que ser traumático que un partido reconozca la victoria de su oponente y simplemente se abstenga para permitirle que gobierne.

El secretario general del PSOE, en suma, sabe desde el 26-J que sus dos principales problemas en las pasadas elecciones los ha solventado; con dificultad pero satisfactoriamente, de acuerdo al riesgo al que se exponía. Por un lado, no lo ha superado Podemos y, por otro, Pedro Sánchez ha logrado neutralizar de nuevo a los barones que quieren cobrarse su cabeza. Por eso, una vez libradas esas batallas intermedias, lo que debe hacer ahora el PSOE es buscar un mínimo periodo de estabilidad institucional para intentar recomponerse internamente y diseñar una nueva estrategia que le devuelva el terreno electoral que le ha ganado Pablo Iglesias.

El error está en esta estrategia de apariencias con que intenta sacudirse el desgaste de haber facilitado un nuevo Gobierno de Rajoy. Pero corre el riesgo de que, cuando finalmente se produzca la abstención para evitar las elecciones y salga elegido Rajoy, ya sea demasiado tarde y que se le quede impregnada esta imagen nueva de no hacer ni dejar hacer, que es como andar sin rumbo. Un partido político en crisis que, como se decía antes, se identifica solo con lo que rechaza. John Ford recreó en sus alabados 'westerns' lo que sus biógrafos llaman “la gloria en la derrota”, y en esas andan los directores de orquesta del PSOE, en un camino cegado en el que solo es posible recrearse en el pasado y esperar que nadie más ocupe la calle. La película se llama ‘El PSOE del hortelano’.

En la espiral de continuas huidas hacia adelante por la que se desliza, o se precipita, el PSOE desde el derrumbe del zapaterismo, los socialistas españoles han comenzado a identificarse solo con lo que rechazan. Están diseñando un partido de vetos antes que de alianzas y confluencias. Han construido una muralla con líneas rojas y se han fortificado para resistir como en las películas del oeste: “Yo no hablo mucho y mi rifle solo sabe monosílabos”. La única noticia que se tiene del Partido Socialista en estos tiempos de convulsión y ruptura del bipartidismo es la negativa a hablar, negociar o pactar con todos aquellos a los que considera alternativa por la izquierda o por la derecha; solo admite diálogo con muletas y bisagras que no pongan en riesgo su hegemonía, aunque su mayoría de ahora en la izquierda sea solo un tímido reflejo de lo que un día fue.

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