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Rebelión sanitaria y miedo andaluz
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Javier Caraballo

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Rebelión sanitaria y miedo andaluz

El terror al enorme aparato de propaganda de una hegemonía socialista como la andaluza es el que hay que vencer, y el doctor Spiriman se rebeló contra ese chantaje del descrédito y el despido

Foto: Jesús Candel, 'doctor Spiriman', en una manifestación. (EFE)
Jesús Candel, 'doctor Spiriman', en una manifestación. (EFE)

El colapso sanitario no es solo andaluz; el miedo, sí. La falta de camas, de médicos y de enfermeras no son solo una carencia andaluza; las manifestaciones, sí. La politización del sistema sanitario no es solo una cosa de Andalucía; pero la rebelión, sí. La sanidad en España se está empantanando en manos de las comunidades autónomas, porque las competencias están transferidas desde hace tiempo, pero solo en Andalucía se ha desatado una protesta que se va extendiendo por todas las provincias, una a una, de gente harta de soportar esperas y de profesionales sanitarios hastiados de recortes y de enchufismo en los hospitales. Esa sí es, en este momento, una peculiaridad del sistema sanitario de Andalucía, y el origen de todo ha sido el miedo, el miedo extendido ante la poderosa hegemonía del único partido gobernante en esta comunidad desde que se murió Franco. Un día, un médico, llamado Jesús Candel, decidió levantarse en Granada, rebelarse contra su propio miedo a las represalias en el hospital en el que trabaja, y lo sucedido hasta el día de hoy es conocido: la protesta, fomentada por las ganas de sacudirse el miedo, ha ido creciendo hasta este momento, que ya afecta a media Andalucía.

Foto: Jesús Candel, Spiriman, durante la manifestación en Granada el pasado domingo.

Desde el hospital de Basurto hasta el de Puerta del Mar en Cádiz, desde Galicia hasta Murcia, el cuadro clínico de España es el mismo: listas de espera, camas en los pasillos y urgencias colapsadas. Y el diagnóstico también, acumulación aguda de recortes que conduce al sistema público a una situación crítica en los momentos del año de mayor demanda. José María Puig, secretario general de Médicos de Cataluña, ha ofrecido esta semana algunos datos preocupantes de la realidad sanitaria de España.

Para llegar a la media europea, que es de 5,2 camas por cada 1.000 habitantes, se necesitaría un 70% más de camas hospitalarias

Desde 2008, la fuga de médicos jóvenes hacia países de nuestro entorno, con posibilidades de empleo o con mejores condiciones laborales, ha mantenido un crecimiento sostenido, a un ritmo de 100 o 200 profesionales más cada año, hasta alcanzar los 3.500 médicos que en 2015 se han ido del país. “Lo mismo ocurre cuando se analiza la infraestructura —sostiene el doctor Puig—. Para ponernos a la altura europea, necesitaríamos un 70% más de camas hospitalarias para llegar a la media, que es de 5,2 camas por cada 1.000 habitantes, mientras que en España tenemos 3,1 camas por 1.000 habitantes”. Es decir, que el colapso en épocas como esta de aumento de enfermedades virales es una consecuencia inevitable; tanto, que las noticias que trascienden no son ya las del colapso en sí sino de las consecuencias groseras o dramáticas del colapso: el paciente que se pasa dos días en un pasillo y le acaban diciendo que mejor que se compre él las medicinas o el enfermo que se muere en una lista de espera.

La realidad paralela que se ha vivido en Andalucía durante todos estos años era la de que los recortes no afectaban a esta comunidad, porque en el argumentario político del socialismo andaluz los recortes y las privatizaciones pertenecen a la derecha, mientras que es patrimonio de la izquierda la defensa del sistema público de salud. Pero se trataba solo de eso, de una realidad paralela. A finales del pasado año, Comisiones Obreras dio a conocer un informe, con datos de los presupuestos de la Junta de Andalucía, en el que se desvelaba todo lo contrario a lo que se decía: desde 2009 hasta 2015, Andalucía ha sido la comunidad de España en la que más se ha recortado en sanidad. Según los datos de CCOO, en esos años hay una caída de 1.400 millones de euros, que representa un descenso del 13,9% en Andalucía, frente al 9% de media en el conjunto de España. Obviamente, ese descenso enorme de dinero público ha provocado una gran disminución de las camas hospitalarias, la ralentización o paralización de nuevas infraestructuras sanitarias y la pérdida de más de 7.000 puestos de trabajo. Y precariedad multiplicada: en el Servicio Andaluz de Salud, hay 28.600 trabajadores temporales, una cifra que representa un 32% del total de la plantilla.

En esas, llega la ‘gota’ que ha colmado el vaso: una nueva política de recortes camuflada con el señuelo de la eficacia en la gestión, la llamada fusión hospitalaria que, en el fondo, lo que escondía era el recorte a la mitad de muchos de los servicios médicos. Más que fusión de cargos directivos, el Gobierno andaluz estaba propiciando la disminución drástica de la oferta hospitalaria. Y es ahora cuando se descubre el miedo, como factor diferencial andaluz, a menos que otros profesionales se levanten en sus comunidades y denuncien lo mismo. Sostiene Jesús Candel que cuando comenzó a denunciar lo que estaba ocurriendo en Granada, lo primero que hicieron fue ofrecerle un ascenso en el hospital y un buen cargo en el partido. Como no aceptó, poco a poco fue percibiendo cómo crecían los rumores en su entorno, en el hospital y en la calle. De todo tipo, un día lo culpaban de esconder oscuros intereses empresariales y otro día propagaban que se trataba de un cocainómano desatado; un día afirmaban que en realidad buscaba la privatización del sistema público y otro día se despertaba con que alguien había oído que tenía una denuncia por abuso de menores en su fundación. Ese es el miedo que hay que vencer, el miedo al enorme aparato de propaganda de una hegemonía socialista como la andaluza, y el doctor Spiriman se rebeló contra ese chantaje del descrédito y el despido.

"Existe una trama en Andalucía. A mí me dijeron que como no me callase iban a fastidiarme la vida, acabar con mi carrera profesional"

“Existe una trama en Andalucía —dice Jesús Candel— que no nos dejaba expresarnos a los que trabajamos en la Sanidad por miedo a que no nos renovaran el contrato. A mí me dijeron que como no me callase, iban a fastidiarme la vida, acabar con mi carrera profesional. Yo sé que ha habido gente obligada a salir de Andalucía por enfrentarse al sistema. Fue cuestión de vencer el miedo y convencerse de que las cosas pueden cambiar”. Desde que las manifestaciones que convocaba en Granada Jesús Candel comenzaron a extenderse por toda Andalucía, las amenazas han dado paso a las descalificaciones más burdas, como llamarlos payasos o borregos. Por eso, Spiriman anima a los ciudadanos a que acudan, como él, a las manifestaciones con una nariz de payaso. Porque como activista social inesperado, su diagnóstico de la situación sanitaria en España está muy claro: “La gente está hasta los cojones”.

El colapso sanitario no es solo andaluz; el miedo, sí. La falta de camas, de médicos y de enfermeras no son solo una carencia andaluza; las manifestaciones, sí. La politización del sistema sanitario no es solo una cosa de Andalucía; pero la rebelión, sí. La sanidad en España se está empantanando en manos de las comunidades autónomas, porque las competencias están transferidas desde hace tiempo, pero solo en Andalucía se ha desatado una protesta que se va extendiendo por todas las provincias, una a una, de gente harta de soportar esperas y de profesionales sanitarios hastiados de recortes y de enchufismo en los hospitales. Esa sí es, en este momento, una peculiaridad del sistema sanitario de Andalucía, y el origen de todo ha sido el miedo, el miedo extendido ante la poderosa hegemonía del único partido gobernante en esta comunidad desde que se murió Franco. Un día, un médico, llamado Jesús Candel, decidió levantarse en Granada, rebelarse contra su propio miedo a las represalias en el hospital en el que trabaja, y lo sucedido hasta el día de hoy es conocido: la protesta, fomentada por las ganas de sacudirse el miedo, ha ido creciendo hasta este momento, que ya afecta a media Andalucía.

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