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Moraleja radical tras un sucedido en Cataluña
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Javier Caraballo

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Moraleja radical tras un sucedido en Cataluña

La muestra conceptual acabó con esa metáfora cruel que expulsa a los ‘sin techo’ hasta de un antiguo cementerio

Foto: Imagen difundida en Twitter de la protesta.
Imagen difundida en Twitter de la protesta.

Dicen las crónicas catalanas que, hace unos días, un grupo independentista de ultraderecha reventó con éxito una exposición sobre la pobreza que se había instalado en una plaza de Barcelona. La noticia es interesante porque, inesperadamente, retrata la sinrazón del independentismo en sus aspectos más inesperados, menos examinados. Eran estudiantes de la Universidad de Barcelona que, sensibilizados con el drama diario de las personas sin techo, idearon una exposición callejera que pudiera conmover a los ciudadanos. Se trataba de una muestra fría, conceptual, desangelada como la realidad que querían denunciar, una serie de carritos de la compra dispuestos en un semicírculo y cargados de piedras. Al anochecer, los carritos desprendían chispas, gracias los elementos de pirotecnia instalados en cada uno de ellos, en una alusión al “calor del hogar itinerante” de los 'sin techo', según la interpretación artística de los estudiantes de Bellas Artes. La exposición se instaló en una de las plazas más concurridas, el Fossar de les Moreres, el antiguo cementerio de las Moreras, y ese fue el problema, el gravísimo problema que acabó con una enorme bronca política y la retirada abrupta de la exposición de las personas sin hogar. Ese lugar, esa plaza, es uno de los símbolos del independentismo porque allí fueron enterrados muchos de los combatientes en la batalla de Barcelona del 11 de septiembre de 1714, durante la Guerra de Sucesión española, y los independentistas consideraron que era una falta de respeto que se colocara allí esa exposición. Como tal, la muestra conceptual acabó con esa metáfora cruel que expulsa a los ‘sin techo’ hasta de un antiguo cementerio. Primera ironía trágica de lo ocurrido: en el sectarismo independentista, ni la memoria de los pobres es bien recibida.


Los primeros en lanzar una piedra en las redes sociales procedían de los sectores de la ultraderecha independentista, vinculados al partido de Artur Mas, y la secuencia a partir de entonces fue exponencial. En el diario ‘El País’ se daba cuenta el pasado fin de semana del estudio realizado por una empresa especializada en redes sociales que analizó lo sucedido: tan solo tres personas, apoyadas en una docena de cuentas falsas, 'trolls', pusieron en marcha una campaña de descalificación de la exposición que, en muy poco tiempo, llegó a propagarse con casi 40 millones de impactos potenciales (las veces que los usuarios de Twitter vieron el mensaje). En esas pocas horas en las que la campaña contra la muestra artística se propagó por Barcelona, por Cataluña, se fueron sumando algunos de los principales líderes políticos, todos ellos indignados. La ultraderecha independentista sembró la semilla y todos fueron a regarla; desde la histriónica Pilar Rahola (“Señora Ada Colau, ¿nos puede explicar qué obsesión enfermiza tiene con los símbolos nacionales? ¡Deje en paz la memoria!”) hasta el institucional director del Programa Internacional de Comunicación y Relaciones Públicas de la Generalitat de Cataluña, Joan María Piqué (“Esto es un cementerio. Aquí hay patriotas enterrados. Es nuestra tumba del soldado desconocido. ¡Vergüenza! ¡Basta!”), pasando por portavoces de Esquerra Republicana y de la CUP, todos ellos reclamando “respeto” y clamando contra la “vergüenza de aquella exposición". Segunda ironía trágica de lo sucedido: la exclusión es el rasero que iguala a todos los independentistas catalanes, de ultraderecha o de extrema izquierda.

A las 12:32 del mediodía del sábado se lanzó el primer mensaje en las redes sociales y cuatro horas después se había retirado la exposición

Tan abrumadora es la secuencia de la campaña, tan aterradoras son las practicas chantajistas, 'borrokas', que se están volviendo cada vez más frecuentes en Cataluña, que la exposición de homenaje a los 'sin techo' se inauguró un jueves, el pasado día 9, sin que se produjera ninguna protesta hasta el sábado 11 a las 12 y media del mediodía, cuando se lanzó a las redes sociales el primer mensaje. Lo que no había ocurrido en dos días, se precipitó en dos horas. Decenas de miles de catalanes de a pie pasaron por la exposición, porque se trata de una plaza muy concurrida, y a nadie le pareció una ofensa, pero el incendio se produjo igual. A las 17:14 del sábado (hora fetiche del independentismo) se convocó una protesta contra la exposición, en la misma plaza del antiguo cementerio de las Moreras, y por miedo a que aquello desembocara en graves incidentes, el ayuntamiento decidió retirar de forma inmediata la exposición. Produce hasta escalofríos: a las 12:32 del mediodía del sábado se lanzó el primer mensaje en las redes sociales y cuatro horas después ya se había retirado la exposición. De hecho, cuando algunos profesores de Bellas Artes acudieron a la plaza a retirar los simbólicos carritos de los pobres sin techo que recorren todas las ciudades, ya había algunos independentistas esperando para increparlos. Núria Gual, profesora de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, que estaba al frente de los alumnos que idearon la exposición, replicó irritada: “Nos vamos porque no queremos polémica, pero nos sentimos completamente censurados. Esta obra se pensó para este espacio. La retiramos, pero si no puede estar aquí, no tiene sentido en ningún otro lugar”, añadió en alusión a la ‘invitación’ que le habían hecho en el Ayuntamiento de Barcelona para que recolocaran la muestra en un lugar que no incomodara a los independentistas.

Tercera ironía trágica de lo sucedido: la moraleja es muy antigua, se aplica al silencio, el conformismo o el desinterés con el que muchos presencian el acoso progresivo de los radicales, pensando que nada tiene que ver con ellos. El poema de Martin Niemöller acaba así: “Cuando finalmente vinieron a por mí, no había nadie más que pudiera protestar”.

Dicen las crónicas catalanas que, hace unos días, un grupo independentista de ultraderecha reventó con éxito una exposición sobre la pobreza que se había instalado en una plaza de Barcelona. La noticia es interesante porque, inesperadamente, retrata la sinrazón del independentismo en sus aspectos más inesperados, menos examinados. Eran estudiantes de la Universidad de Barcelona que, sensibilizados con el drama diario de las personas sin techo, idearon una exposición callejera que pudiera conmover a los ciudadanos. Se trataba de una muestra fría, conceptual, desangelada como la realidad que querían denunciar, una serie de carritos de la compra dispuestos en un semicírculo y cargados de piedras. Al anochecer, los carritos desprendían chispas, gracias los elementos de pirotecnia instalados en cada uno de ellos, en una alusión al “calor del hogar itinerante” de los 'sin techo', según la interpretación artística de los estudiantes de Bellas Artes. La exposición se instaló en una de las plazas más concurridas, el Fossar de les Moreres, el antiguo cementerio de las Moreras, y ese fue el problema, el gravísimo problema que acabó con una enorme bronca política y la retirada abrupta de la exposición de las personas sin hogar. Ese lugar, esa plaza, es uno de los símbolos del independentismo porque allí fueron enterrados muchos de los combatientes en la batalla de Barcelona del 11 de septiembre de 1714, durante la Guerra de Sucesión española, y los independentistas consideraron que era una falta de respeto que se colocara allí esa exposición. Como tal, la muestra conceptual acabó con esa metáfora cruel que expulsa a los ‘sin techo’ hasta de un antiguo cementerio. Primera ironía trágica de lo ocurrido: en el sectarismo independentista, ni la memoria de los pobres es bien recibida.

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