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Javier Caraballo

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Cataluña 'té un problema'

Lo que está latiendo desde hace tiempo, y se extiende entre las élites y la población, es que 'Catalunya té un problema': buscarle una salida digna al castillo de naipes que se ha edificado

Foto: El expresidente de la Generalitat Artur Mas. (EFE)
El expresidente de la Generalitat Artur Mas. (EFE)

Artur Mas, qué tío… No se publica una encuesta sobre la evolución del voto en Cataluña en la que no me acuerde de él. Y en los últimos días se han publicado varias. Yo veo a Artur Mas y lo que más me intriga es el papel que le adjudicará la historia, porque es posible que haya muy pocos políticos en la España contemporánea más obsesionados que él con la trascendencia. Eso es una trastada porque uno puede estar obsesionado con pasar a la historia como Julio César y resulta que pasa como Calígula. Qué trastada y qué desperdicio de vida.

Pero esa es la obsesión de Artur Mas; en cada entrevista, desde el principio de la deriva independentista, se ha podido percibir ese delirio de verse a sí mismo como un gran conquistador, con su nombre tatuado en los azulejos de las plazas de los pueblos y las avenidas de las grandes ciudades catalanas; el gran conquistador de la independencia. Un líder convencido de que el dedo del destino lo está señalando, que la historia lo ha invitado a un pedestal, que ha sido designado por la providencia. Artur Mas se lo ha creído tanto que en alguna entrevista se ha llegado a considerar “un mártir”, así, sin cortarse.

A ver, hay que aclarar antes que era una entrevista en 'La Vanguardia' de la inefable Pilar Rahola; una entrevista como de sauna, masaje y aceite, con ‘no-preguntas’ del tipo “presidente, es usted hiperresponsable, austero y, si me permite decirlo, atractivo…”, a lo que el 'president' contestaba con un lacónico “gracias”. Pues bien, en uno de los masajes de esa entrevista, Artur Mas, que todavía era presidente, hablaba de sí mismo, de su trabajo al frente de la Generalitat después de haber pasado del catalanismo al independentismo, con todo lo que ello ha supuesto. ¿Presidente, sufre usted mucho? “Sí, claro que sufro, y mucho. En este año he tenido muy pocas diversiones y he tenido que tomar decisiones difíciles, creo que todas necesarias, pero sin ningún gusto (…) El poder más que sacrificio es sentido del deber. Además, también hay, y no lo digo con petulancia, algo de mártir. No de héroe, sino de mártir. El mártir es el que sabe que la causa a la que sirve es más importante que su propia persona”.

Lo que ha conseguido Mas en estos cinco años ha sido catastrófico para su partido, demoledor para su prestigio y asfixiante para el proceso soberanista

En la mínima perspectiva de la historia que podemos tener en este momento, el balance de Artur Mas es demoledor. Aquello fue en 2012 y lo que ha conseguido en estos cinco años ha sido catastrófico para su partido, demoledor para su prestigio y asfixiante para el propio proceso soberanista. Hundimiento electoral, corrupción política y hartazgo social, esa es la herencia política del mártir. Del 30,7% de respaldo electoral con el que contaba CiU en 2012, Artur Mas ha llevado a su fuerza política a un tercio de esos votos, un 11%, según las encuestas. Ha engordado a los independentistas de Esquerra, por un lado, y a Ciudadanos, por otro.

En esos cinco años de nada, de repetición de lo mismo, de hojas de ruta que recalculan, corrigen y aplazan las hojas de ruta anteriores, la fuerza independentista se ha ido desinflando también, perdiendo todo el vigor que tenía. La mejor demostración la tenemos en los mensajes que van calando en la élite y luego en la sociedad. De la misma forma que hubo un tiempo en el que se hizo arrollador el mensaje del 'Espanya ens roba', una afirmación falsa pero efectiva que sirvió de lomo para que cabalgara el ‘procés’, lo que está latiendo desde hace tiempo, y se extiende igualmente entre las élites y la población, es que 'Catalunya té un problema'. El problema de buscarle una salida digna al castillo de naipes que se ha edificado, a las promesas realizadas que son imposibles, a los juramentos de dinámica imparable que necesita ahora encontrar un final. Entre el hartazgo, los tribunales y los delirios, el 'procés' ya no da más de sí.

Entre el hartazgo, los tribunales y los delirios, el 'procés' ya no da más de sí

Primero fueron algunos de los propios independentistas catalanes, como Alfons López Tena, líder del partido independentista Solidaritat Catalana, quien alertó del engañabobos de un 'procés' que nunca tenía final, que se reeditaba siempre sobre las mismas promesas. “No habrá independencia. Ya decían en 2012 que habría referéndum y no lo hubo; ahora tampoco lo habrá. Los independentistas solo quieren vivir en el 'procés' y de sus beneficios", dijo López Tena. Fuera de Cataluña, también los nacionalistas vascos se apartaron desde el principio de cualquier seguidismo de la ‘vía catalana’ y fue el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, quien se cansó de repetir, cada vez que le preguntaban por la independencia, que “no se puede engañar a la gente: hoy en día uno no se declara independiente, lo declaran independiente otros países cuando lo reconocen”.

Los independentistas catalanes, oídos sordos, han mantenido, sin embargo, la ofensiva internacional que solo les ha conducido a ridículos como el pretendido acercamiento a Estados Unidos, un fiasco que se volvió irrisorio y patético cuando la Generalitat interpretó el portazo como una muestra de que la cuestión catalana “forma parte de la agenda política y diplomática de los Estados Unidos”. Impresionante. Faltaba solo la alcaldesa Ada Colau para aguar el poco vigor que le pudiera quedar al 'procés' cuando ha dicho eso de que “suponiendo que ganase la independencia en el referéndum, no quiere decir que se declare". No hace falta mucho más para adivinar el momento. Cataluña 'té un problema': ¿cómo se sale del embrollo?

Artur Mas, qué tío… No se publica una encuesta sobre la evolución del voto en Cataluña en la que no me acuerde de él. Y en los últimos días se han publicado varias. Yo veo a Artur Mas y lo que más me intriga es el papel que le adjudicará la historia, porque es posible que haya muy pocos políticos en la España contemporánea más obsesionados que él con la trascendencia. Eso es una trastada porque uno puede estar obsesionado con pasar a la historia como Julio César y resulta que pasa como Calígula. Qué trastada y qué desperdicio de vida.

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