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El Gobierno explota a los becarios
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Javier Caraballo

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El Gobierno explota a los becarios

Imagina la que se formaría en España si a la oposición le diera por repasar las condiciones en las que trabajan los becarios de nuestras embajadas

Foto: Manifestación con motivo del Día del Trabajo en Madrid. (EFE)
Manifestación con motivo del Día del Trabajo en Madrid. (EFE)

Todavía recuerdo tu cara de incredulidad cuando me lo contaste, entre irritada, decepcionada y ofendida. “El Gobierno explota a los becarios”, me dijiste enfurecida y, al decirlo, fue mi reacción de normalidad lo que provocó en tu cara una mayor perplejidad; no entendías que me pareciera normal aquello que considerabas un enorme escándalo nacional. “Bienvenida al mundo real”, te dije, y aquello pareció ofenderte más que la propia ‘experiencia explotadora’ que habías vivido a las órdenes del Gobierno de España. En realidad, lo que nunca entendiste es que si te lo decía no era por quitarle importancia a lo que te estaba sucediendo, sino porque consideraba que tenías que considerar esa primera decepción como una parte fundamental de las prácticas que habías comenzado a realizar en la embajada española a la que te fuiste, recién licenciada en Derecho y Ciencias Políticas.

Solo tienes que fijarte en lo que ha ocurrido esta semana en España después de que en El Confidencial se publicara un reportaje sobre las condiciones en las que están los jóvenes que hacen prácticas en las cocinas de algunos de los mejores restaurantes del país, con chefs tan reconocidos y famosos como Jordi Cruz, que fue el que desató las iras de media España cuando defendió que los becarios trabajen a destajo, sin una mínima remuneración, salvo el alojamiento y la manutención. “Estás aprendiendo de los mejores en un ambiente real, no te está costando un duro y te dan alojamiento y comida. Es un privilegio. Imagínate cuánto dinero te costaría eso en un máster en otro sector”, dijo el chef catalán, y ya habrás visto cómo se pusieron las redes sociales contra él. ¿Lo entiendes ahora? A eso es a lo que me refería cuando te dije aquello de ‘bienvenida al mundo real’, porque esa es la realidad que vas a encontrarte en la calle y, como persona que quiere empezar a trabajar, tienes que conocer exactamente cuál es la verdad del mercado laboral en el que te desenvuelves. Así de duro, así de claro.

Foto: Cuantas más estrellas Michelin tiene un restaurante, mayor porcentaje de becarios hay su cocina. (Reuters)

En España, las perspectivas laborales para los jóvenes como tú son desoladoras, inexistentes; y ahí es donde está el error de Jordi Cruz, porque habla del aprendizaje en España ignorando el contexto. Habla de los becarios como si, en realidad, en muchos sectores el uso de becarios no se hubiera convertido desde hace tiempo en una forma nueva de precarización del mercado laboral. No se puede hablar de becarios en España, sin tener en cuenta el abuso generalizado de los contratos precarios; no se puede hablar de aprendizaje en España, sin considerar el paro abrumador que existe; no se puede hablar de un periodo de formación laboral en España, sin mencionar los sueldos de miseria que se ofrecen en muchos sectores. Como hemos repetido tantas veces, solo tenemos que fijarnos en que a principios de esta década el mileurismo era un término despectivo en España y ahora, sin embargo, se ha convertido en un sueño inalcanzable para cientos de miles de jóvenes.

Foto: En las cocinas de los grandes restaurantes es habitual que los 'stagiers' no reciban ninguna retribución. (iStock)

Por eso te decía antes que cuando Jordi Cruz reconoce que una parte de la plantilla de su restaurante está formada por becarios, y que son esenciales para la marcha del negocio, lo que está admitiendo implícitamente es que la precarización laboral en España comienza justo ahí, en las prácticas. He estado en medios de comunicación, por ejemplo, en los que los comités de empresa vigilaban mucho que los becarios no acabaran supliendo puestos de trabajo que no se cubrían para ahorrar costes. Si Jordi Cruz perteneciera a un gremio en el que sí está regulado el aprendizaje, lo que él presenta como algo normal estaría prohibido por convenio.

Se empieza aceptando prácticas así y se acaba asumiendo que los contratos deben ser temporales, con sueldos de miseria, porque es lo que hay

Yo comparto las buenas intenciones de Jordi Cruz, cuando habla de una relación de igual a igual, en la que las dos partes salen ganando, el aprendiz que adquiere experiencia y la empresa que se beneficia de su trabajo, pero en un país con tanto paro como España, si los becarios ocupan puestos de trabajo, se está cavando todavía más el agujero en el que estamos. Eso sin mencionar que se empieza aceptando unas prácticas así, de 16 horas diarias y sin remuneración alguna, y se acaba asumiendo que los contratos tienen que ser temporales, con sueldos de miseria, porque es lo único que hay en el mercado laboral. “O lo tomas o lo dejas, pero que sepas que si no lo quieres hay una cola detrás de ti de gente dispuesta a aceptarlo”. ¿Cuántos jóvenes en España no habrán oído esa misma amenaza cuando se han acercado a una empresa para trabajar o para hacer prácticas?

¿Aceptarían los becarios de los grandes restaurantes las condiciones de trabajo en las que hacen prácticas si el mercado laboral fuera distinto?

El último informe estadístico de Eurostat, referido al conjunto de 2016, colocaba a España como campeón europeo de paro juvenil y a la cabeza, también, en empleos temporales. Son cifras, créeme, que llegan a escandalizar. Entre los españoles con menos de 25 años que tienen la suerte de encontrar un trabajo, la temporalidad alcanza el 73% del total, casi el doble de la media europea. Y eso, repito, entre los que tienen la suerte de encontrar trabajo, porque más del 40% de los jóvenes, muchos de ellos con una buena formación académica, todavía no han conseguido ni un solo empleo. Y en regiones como Andalucía, para qué contarte: el paro juvenil llega a alcanzar el 60%. ¿Aceptarían los becarios de los grandes restaurantes las condiciones de trabajo en las que hacen prácticas si el mercado laboral fuera distinto? Evidentemente, no. Eso sí que son lentejas, que o las tomas o las dejas.

Foto: Andalucía y Extremadura, entre las campeonas de paro de Europa. (EFE)
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Ese es, por desgracia, el mundo real al que te enfrentas en España, lo que te vas a encontrar en la calle. Pero eso no le quita gravedad al panorama, ni minimiza lo que a ti te ocurre. De hecho, lo peor de tu experiencia es comprobar que también el Gobierno español se beneficia de la precariedad y la desesperación de muchos jóvenes como tú, que buscan un primer empleo después de una buena formación académica. En la embajada en que estabas, según me cuentas, no solo no te pagaban sueldo, no solo hacías labores que le corresponderían a un funcionario del cuerpo diplomático, sino que, además, ni siquiera os facilitaban la manutención y el alojamiento. Y entre tanto, embajadores con sueldos astronómicos, viviendo en palacetes y mansiones, con personal doméstico a su exclusivo servicio. Fíjate la que le han liado a Jordi Cruz, llamándolo 'explotador', imagina la que se formaría en España si a la oposición le diera por repasar las condiciones en las que trabajan los becarios de nuestras embajadas…

Todavía recuerdo tu cara de incredulidad cuando me lo contaste, entre irritada, decepcionada y ofendida. “El Gobierno explota a los becarios”, me dijiste enfurecida y, al decirlo, fue mi reacción de normalidad lo que provocó en tu cara una mayor perplejidad; no entendías que me pareciera normal aquello que considerabas un enorme escándalo nacional. “Bienvenida al mundo real”, te dije, y aquello pareció ofenderte más que la propia ‘experiencia explotadora’ que habías vivido a las órdenes del Gobierno de España. En realidad, lo que nunca entendiste es que si te lo decía no era por quitarle importancia a lo que te estaba sucediendo, sino porque consideraba que tenías que considerar esa primera decepción como una parte fundamental de las prácticas que habías comenzado a realizar en la embajada española a la que te fuiste, recién licenciada en Derecho y Ciencias Políticas.

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