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El saqueo andaluz en un flan de huevo
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Javier Caraballo

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El saqueo andaluz en un flan de huevo

¿Cuánto dinero se perdió en Carnicas Molina? ¿Cuántas comisiones se fueron en cada transacción? ¿Cuántas subvenciones se concedieron y jamás prosperaron?

Foto: El expresidente andaluz Manuel Chaves a la salida de los juzgados de Sevilla donde ha comparecido como investigado en la pieza de los ERE. (EFE)
El expresidente andaluz Manuel Chaves a la salida de los juzgados de Sevilla donde ha comparecido como investigado en la pieza de los ERE. (EFE)

Esta es la historia de dos fotos y de un flan de huevo en el que se condensa todo el despilfarro andaluz. En la primera foto, de enero de 1999, se ve a un político de alto rango con una pala de albañil en la mano, símbolo exclusivo de poder: se trata del acto de colocación de la primera piedra de una fábrica y si el político ha acudido allí es para que se sepa que esa empresa se construye allí porque el dedo del poder se ha posado sobre una parcela concreta de un polígono industrial.

Es una escena habitual de la política, como cuando los candidatos se van a un mercado durante la campaña electoral de unas elecciones e intentan charlar con los vendedores de pescado y de frutas con una naturalidad impostada que solo entusiasma a sus asesores. En la segunda foto, del pasado mes de abril, se ve a unos bomberos apagando un fuego, el quinto fuego consecutivo, provocado, sobre la nave abandonada en la que una vez se programó una gran empresa y cientos de puestos de trabajo que nunca fueron. Era la fábrica en la que aquel político enchaquetado colocó quince años antes la primera piedra; era la fábrica de Dhul en Jaén con la que comenzó el escándalo de los ERE; era la fábrica en la que comenzó a cobrar dinero el comisionista más famoso, aquel que juntó tanto dinero como para asar a una vaca; era la fábrica que unió en una foto sorprendente a los Ruiz Mateos con Gaspar Zarrías, acaso el socialista más influyente en los de los últimos cuarenta años en Andalucía. Basta con mirar las dos fotos para entender mucho de lo que ocurre en Andalucía.

Todo empieza, además, muchos años antes de que la mano de la política se posara sobre aquella parcela porque allí tenía su sede una de las mayores empresas cárnicas de España, Cárnicas Molina, con el control del 6% del mercado español de ese sector, un matadero en el que se sacrificaban a diario 1.600 cerdos, y que daban empleo a 1.100 trabajadores. Como otras tantas empresas, Cárnicas Molina se creó en los años 50, exactamente en 1952, y se fue expandiendo por toda España hasta que en los noventa comenzó a caer en picado, por la aparición de nuevos competidores, más eficaces, y la falta de respuestas por parte de la dirección de la empresa para adaptarse a los nuevos tiempos.

Hay quien sostiene que una de las causas de la crisis de la empresa la tuvieron los sindicatos, siempre contrarios a cualquier regulación de empleo o reforma salarial para salvaguardar la solvencia de la empresa. De todas formas, aunque sólo se tratase de una excusa empresarial para descargar en los obreros la mala gestión, lo realmente llamativo es que cuando Cárnicas Molina entra en crisis, adquiere un especial protagonismo un dirigente sindical de la comarca llamado Juan Lanzas, amigo del político más poderoso de Jaén, Gaspar Zarrías. Por eso, después de múltiples conflictos laborales, cuando la empresa ya no podía sostenerse más, la Junta de Andalucía decide hacerse con todo el capital, a través del Instituto de Fomento de Andalucía (IFA). Es una decisión política típicamente clientelar: prometer a los trabajadores que todos sus puestos de trabajo se iban a garantizar.

Naturalmente que no sólo no ocurre así, sino que pasa todo lo contrario: la empresa que la Junta de Andalucía adquirió por el precio simbólico de una peseta, se convirtió en un agujero sin fondo en el que se perdían decenas y decenas de millones de euros. “Un dispendio continuado de fondos públicos”, se especificaría años en un auto judicial. Dispendio continuado y consciente porque cuando el interventor de la Junta de Andalucía analizó aquella lluvia de millones hacia Cárnicas Molina advirtió de su ilegalidad, por vulnerar los principios básicos de legítima competencia frente a otras empresas que no recibían subvenciones.

Lo que hizo el Gobierno andaluz de Manuel Chaves y su lugarteniente Gaspar Zarrías fue idear un sistema opaco que eludiera los ‘reparos legales’ que le ponían los interventores, “ese dolor de cabeza”, como dijo un ex alto cargo de la Consejería de Empleo. Y es ahí, justo ahí, donde comienza el famoso “fondo de reptiles” que dio lugar al escándalo mayúsculo de los ERE, por el reparto arbitrario y discrecional de subvenciones a las empresas que consideraba el PSOE andaluz, bien por interés electoral o por cualquier otra motivación que nada tenia que ver con el progreso de Andalucía.

Pasados los años, el sindicalista Juan Lanzas se convirtió en el comisionista más cotizado de la Junta de Andalucía en el oscuro negocio de los ERE a partir de aquella primera experiencia de Cárnicas Molina en la que acabó recalando el grupo Rumasa, después de diversas experiencia de reflotación que siempre acababan con el desembolso de dinero público a fondo perdido. Joaquín Yvancos, asesor personal de Ruiz-Mateos durante casi 30 años y que llegó a estar imputado en la causa, desveló ante la juez Alaya que Juan Lanzas cobraba una ‘tarifa plana’ de 600.000 euros por ERE. “Cobraba en metálico y de forma fraccionada. Eran 20.000 o 25.000 euros a la semana. Se le pagaba en sobres con billetes de 500 euros que Juan Lanzas o su mujer pasaban a retirar todas las semanas en Somosaguas, la residencia familiar de Ruiz-Mateos. Y así durante años”, según confesó Yvancos. El promotor de todo, según este mismo abogado, fue Gaspar Zarrías al que José María Mateos llamada “el virrey de Andalucía”.

¿Cuánto dinero se perdió en Carnicas Molina? ¿Cuántas comisiones se fueron en cada transacción? ¿Cuántas subvenciones se concedieron y jamás prosperaron? No existe un cálculo preciso, más allá de algunos datos reveladores como el informe del Tribunal de la Competencia de la Unión Europea cuando declaró ilegales, casi al principio de este simbólico despilfarro, los casi 60 millones de euros en ayudas públicas que había recibido hasta entonces. A partir de ahí, se trata solo de calcular el resto, multiplicarlo por las oportunidades perdidas en toda la geografía andaluza, y, al cabo, imaginar todo ese dinero amontonado y calcinado en las naves abandonadas de la fábrica de flan Dhul en la que Gaspar Zarrías se hizo una día una foto con una pala de albañil en la mano.

Esta es la historia de dos fotos y de un flan de huevo en el que se condensa todo el despilfarro andaluz. En la primera foto, de enero de 1999, se ve a un político de alto rango con una pala de albañil en la mano, símbolo exclusivo de poder: se trata del acto de colocación de la primera piedra de una fábrica y si el político ha acudido allí es para que se sepa que esa empresa se construye allí porque el dedo del poder se ha posado sobre una parcela concreta de un polígono industrial.

Gaspar Zarrías Familia Ruiz-Mateos