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Doñana, peligrosas contradicciones
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Javier Caraballo

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Doñana, peligrosas contradicciones

"El problema está en lo que podemos controlar y no controlamos; en lo que se debe preservar y no se preserva; en lo que se debe invertir y no se invierte”, argumenta un agente forestal

Foto: Aspecto que presentan los alrededores de Mazagón, en Huelva, en el incendio que continúa acechando el Espacio Natural de Doñana. (EFE)
Aspecto que presentan los alrededores de Mazagón, en Huelva, en el incendio que continúa acechando el Espacio Natural de Doñana. (EFE)

¿Un loco? ¿Un pirómano? Eso es quedarse en lo de siempre, en la nada. Si ese ha sido el origen del fuego, lo que tendríamos que preguntarnos es cómo es posible que una sola persona sea capaz de poner en jaque la mayor reserva natural de Europa, única en el mundo”. El tipo, agente forestal de Doñana, lo dice poco antes de colocarse el mono de trabajo y volver al tajo. Como otros muchos de la zona, protesta desde hace años, cada vez que se le presenta la oportunidad, por los continuos recortes que se producen en la reserva natural, en materias esenciales para su mantenimiento, mientras se mantiene un despilfarro permanente con partidas inútiles que se pierden en el colmado inmenso de la burocracia política o el ecologismo de salón.

Lo que dice desconcierta, es verdad, pero tan solo se trata de la primera de las contradicciones de Doñana. El parque de Doñana, incluyendo el cinturón exterior que se conoce como preparque, es en teoría uno de los espacios naturales mejor cuidados del mundo. Una administración específica, una legislación específica y una plantilla específica de trabajadores que vigilan a diario su conservación. En la zona en la que se produjeron los primeros focos del incendio, existen varias torretas de vigilancia con lo que la detección de cualquier conato de fuego puede ser erradicado de forma inmediata. Tampoco hay problemas de efectivos: como se ha relatado en las detalladas crónicas de El Confidencial sobre la evolución del incendio en poco tiempo se concentró allí un dispositivo especial de seiscientas personas, entre efectivos de Bomberos, Emergencias 112, Unidad Militar de Emergencias (UME), Guardia Civil y Protección Civil.

¿Con esos medios, con ese despliegue, cómo se mantiene un fuego sin control durante tres días? El agente forestal se hace la pregunta para descargar, con un torrente de frustración y de malestar, la explicación de esta tragedia ecológica: “Esa es la pregunta que se debe contestar; aunque por supuesto en el caso de que haya sido un fuego intencionado, sobre el autor debe caer todo el peso de la ley. Pero esa es otra cuestión, lo que tenemos que pensar es cómo es posible que un solo tipo, uno solo, pueda poner en peligro la vida de tantas personas y la integridad de esta gran reserva natural. A ver, no se puede evitar que haya un loco, un pirómano, que le prenda fuego al preparque de Doñana, pero sí se pueden minimizar mucho los efectos de sus fechorías. El problema de Doñana está en lo que podemos controlar y no controlamos; en lo que se debe preservar y no se preserva; en lo que se debe invertir y no se invierte”. Luego de decirlo, se queda parado, en silencio, para añadir que ya no recuerda bien cuándo se congelaron las partidas destinadas a planes forestales, que nunca más volvieron.

Cuando se repasan las noticias de los últimos años, es fácil comprobarlo porque todo lo que aparece al respecto son recortes y denuncias entre administraciones y partidos políticos que se pasan la pelota sobre la responsabilidad de la escasa inversión. En cualquier caso, la carga mayor recae sobre la Junta de Andalucía, que tiene las competencias desde 2006, cuando las transfirió la entonces ministra Cristina Narbona con la oposición, por cierto, de los grupos ecologistas que defendían que la gestión de los parques nacionales se mantuviera en el Estado para preservarlo de intereses locales de carácter especulativo. “Cuando el campo está en mal estado, porque no se cuida, y muchos de los cortafuegos están abandonados, porque no se invierte, sólo hay que esperar a que haya un clima adverso, como en este caso un fuerte viento cambiante, para que un incendio se expanda hasta provocar una catástrofe ecológica. Por eso, insisto en que nos preguntemos, además del posible pirómano, en qué se ha fallado para que un descerebrado sea capaz de provocar este desastre”.

Sobre el posible origen intencionado del incendio se han propagado por las redes sociales distintas teorías, acaso también intencionadas, sobre una futura recalificación de los terrenos, gracias a la modificación de la Ley de Montes por parte del Gobierno de Rajoy. El Gobierno socialista andaluz se apresuró a presentarse como garante de la integridad de Doñana, libre de ladrillo, pero, en realidad, se trata de una polémica artificial porque la amenaza de construir urbanizaciones en el entorno del parque hace años que está conjurada, justo después de los primeros intentos, precisamente con el PSOE en la Junta de Andalucía.

Otra cosa es que, además del ladrillo, no existan intereses sobre el entorno de Doñana; existen y son mucho más antiguos y más persistentes. “Repasa otra vez los periódicos: hace tan solo una semana -susurra el agente forestal- se manifestaron en Huelva varios miles de personas del entorno de Doñana, gente de Lucena del Puerto, Bonares, Rociana, Moguer o Almonte. Eran trabajadores agrícolas, empresarios del sector y representantes de las distintas patronales agrarias, y lo que pedían en sus pancartas era Agua y tierra ya’. Por supuesto, que no se trata de señalar a nadie, eso desde luego, se trata de todo lo contrario. Lo que quiero decir es que si se empieza a hablar de la gente del entorno de Doñana, lo que hay que saber es que existe un profundo malestar. La sociedad esta muy quemada. Los freseros están cabreados, los ganaderos están cabreados y los ecologistas están cabreados. ¿Por qué nadie está a gusto, por qué está todo el mundo cabreado? A mi juicio esto es un problema de gestión política muy grave que también se debe analizar”.

Muchas veces, cuando se habla con los habitantes de la zona, da la sensación de que, de todas las especies protegidas de Doñana, la que se siente más desprotegida es la especie humana. Desde que aquel inmenso espacio natural se declaró Parque Nacional (fue en 1969, ya que antes estaba en manos privadas, aristócratas como la esposa del séptimo duque de Medina-Sidonia, Doña Ana Gómez de Mendoza y Silva, que acaso nunca soñó con que su nombre se convertiría en una referencia internacional, el coto de Doñana), ha sido el hombre quien se ha visto más amenazado. Desde entonces hasta ahora, la reserva ha ido creciendo hasta llegar a las 108.087 hectáreas actuales, repartidas entre el Parque Natural (53.835 hectáreas) y el Parque Nacional (54.252 hectáreas).

“El Parque Nacional de Doñana se constituyó y, desde entonces, su principal objetivo ha sido la salvaguarda del patrimonio natural. Sin embargo, un aspecto no menos importante, y hoy día prácticamente desaparecido, quedó en el camino, y este no fue otro que el extenso patrimonio etnográfico asociado a esta tierra, dejando un vacío que nunca más se podrá llenar", dejó dicho hace unos meses Antonio Rodríguez Ramírez, profesor de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Huelva, en la presentación de un libro sobre los clanes familiares que habitaban Doñana y que ya han desaparecido. La realidad de estos días es otra, pero mantiene la misma vinculación: la supervivencia. ¿Si cada vez se amplía más la superficie protegida y se legislan nuevas prohibiciones para salvaguardar los acuíferos, razón exclusiva de la existencia de Doñana, de qué viven los habitantes del entorno que se ven afectados? Doñana y su entorno, la última gran contradicción. Acaso la más antigua y la más difícil de resolver.

¿Un loco? ¿Un pirómano? Eso es quedarse en lo de siempre, en la nada. Si ese ha sido el origen del fuego, lo que tendríamos que preguntarnos es cómo es posible que una sola persona sea capaz de poner en jaque la mayor reserva natural de Europa, única en el mundo”. El tipo, agente forestal de Doñana, lo dice poco antes de colocarse el mono de trabajo y volver al tajo. Como otros muchos de la zona, protesta desde hace años, cada vez que se le presenta la oportunidad, por los continuos recortes que se producen en la reserva natural, en materias esenciales para su mantenimiento, mientras se mantiene un despilfarro permanente con partidas inútiles que se pierden en el colmado inmenso de la burocracia política o el ecologismo de salón.

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