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Susana y Pedro, la guerra continúa
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Javier Caraballo

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Susana y Pedro, la guerra continúa

La última vez que se vieron Pedro Sánchez y Susana Díaz no tuvieron tiempo más que para escupirse algunos juramentos de odio eterno. Enemigos irreconciliables

Foto: Susana Díaz y Pedro Sánchez momentos antes del debate electoral durante la campaña de las primarias del pasado mes de mayo. (EFE)
Susana Díaz y Pedro Sánchez momentos antes del debate electoral durante la campaña de las primarias del pasado mes de mayo. (EFE)

Sun Tzu dejó dicho: “Todo el arte de la guerra está basado en el engaño. Por eso, cuando seas capaz, finge la incapacidad; cuando estés activo, finge la pasividad. Cuando estés próximo, haz creer que estás alejado; cuando estés alejado, que estás cerca”. Cuentan algunos en el PSOE de Andalucía que en los años en los que Susana Díaz se afilió a las Juventudes Socialistas, con 17 años, primeros años de la década de los 90, los cachorros socialistas ya jugaban a matarse entre ellos en las asambleas socialistas. Era un entrenamiento o una escuela de política; un juego de supervivencia en el que se atendían, como una biblia, los consejos que dejó escritos en ‘El arte de la guerra’ el general chino Sun Tzu.

Lo llevaban en la mochila o en el bolso, como quien guarda una pistola pequeña, porque aprendieron pronto que para sobrevivir y escalar en la estructura del Partido Socialista no había que aprenderse de memoria ‘El capital’, sino ese otro libro de guerra que, junto con ‘El príncipe’ de Maquiavelo, ha pasado de mano en mano por todos los conspiradores de la historia.

Susana Díaz le dijo a Pedro Sánchez que la federación socialista de Andalucía nunca será suya

La última vez que se vieron Pedro Sánchez y Susana Díaz no tuvieron tiempo más que para escupirse algunos juramentos de odio eterno. Eso fue lo que ocurrió en la ‘reunión’ que mantuvieron ambos en el despacho que utilizaba Pedro Sánchez para coser las entretelas del Congreso Federal en el que cabalgó, como Espartero, entre las butacas hasta llegar al escenario para sentarse de nuevo en el sillón del secretario general. Cuando se vieron en ese congreso, pasadas ya las primarias, solo tuvieron tiempo de decirse, cara a cara, que nada iba a cambiar, enemigos irreconciliables.

Susana Díaz tuvo un instante para decirle a Pedro Sánchez que la federación socialista de Andalucía nunca será suya; Pedro Sánchez le correspondió con otra promesa idéntica, nada de disimulos, nunca tendrá su favor ni su compasión ni su solidaridad ni su apoyo. Cuidado con los resbalones, porque siempre habrá una bota a tu lado para hundirte la cara en el charco.

Foto: La presidenta de la Junta y líder del PSOE-A, Susana Díaz, este 2 de junio en una visita al hospital de Valme, en Sevilla. (EFE)

A partir de ese encontronazo, en lo único que difieren las versiones dentro del PSOE es en la explicación de lo sucedido a continuación: Susana Díaz abandonó el despacho, sus asesores la envolvieron en el pasillo y la condujeron al primer refugio que encontraron. Al cabo de un rato, pasadas las once de la noche, camino de la calle, se dirigió a los periodistas con los ojos hinchados, llorosos, y la voz entrecortada, hiposa.

Las versiones difieren porque, dentro del PSOE andaluz, unos afirman que el llanto de Susana Díaz era una estrategia habitual en ella, mientras que otros sostienen que fue consecuencia de una pena verdadera. Según los primeros, Susana Díaz ha repetido esa misma escena en muchas ocasiones, siempre para ablandar a sus rivales en momentos de debilidad orgánica en el partido. Los segundos defienden, sin embargo, que eran lágrimas sinceras porque no esperaba la reacción abrupta de Pedro Sánchez contra ella.

"Quien sabe de liderazgo es Susana Díaz. Sabe ganar elecciones, gestionar los estados de ánimo y las esperanzas de los ciudadanos", dijo Espadas

Sun Tzu dejó dicho: “Hay caminos que no se deben recorrer, tropas a las que no hay que atacar, ciudades que no se deben sitiar y terrenos que no hay que disputarse”. Tras el Congreso Federal, todo lo sucedido se deriva de esos cinco minutos en los que Pedro Sánchez y Susana Díaz se juraron odio eterno. Pedro Sánchez ha pasado por alto la confrontación directa en los congresos provinciales y regionales, una vez que había ganado la batalla principal, y se ha sentado a esperar que vayan cayendo todos aquellos que lo apuñalaron en la escalinata del comité federal de octubre del año pasado.

La presidenta andaluza deshizo sus pasos, se secó las lágrimas en el tren de vuelta, sabiendo que acababa de protagonizar un ‘Hernández Mancha’, aquel líder de la derecha andaluza que desde que se precipitó al abismo dejó su imagen como símbolo de los barones regionales que un día se deciden a dar el salto a la política nacional y acaban dándose un batacazo considerable.

placeholder Susana Díaz,secretaria general del PSOE andaluz, y Pedro Sánchez, secretario general del PSOE. (Reuters)
Susana Díaz,secretaria general del PSOE andaluz, y Pedro Sánchez, secretario general del PSOE. (Reuters)

El Congreso del PSOE de Andalucía lo ha dispuesto como una trinchera para recibir al enemigo, las tropas alineadas dispuestas a luchar por ella. Nada más comenzar el congreso, el presidente del evento, el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, provocó la primera ovación para Susana Díaz: “Quien sabe de liderazgo es Susana Díaz. Ella sabe ganar elecciones, sabe gestionar los estados de ánimo y las esperanzas de los ciudadanos”, dijo Espadas emulando a Griñán cuando dijo aquello de que “Susana Díaz no es del pueblo; Susana Díaz es el pueblo”.

Luego, ella misma aportaría nuevos mensajes de consolación –este congreso del PSOE de Andalucía es un congreso de consolación para Susana Díaz– como cuando parafraseó por dos veces a Alfonso Guerra , al principio y al final de su intervención, para decir que “lo importante en el PSOE no es el cargo que se ocupa, sino el lugar que se ocupa en el corazón de los militantes”. No cabe mayor falsedad, pero en este caso, cuando se viene de perder estrepitosamente unas elecciones primarias en la que votaban los militantes, resulta incluso inapropiado.

El abrazo de los dos en el Congreso de los socialistas andaluces solo obedece a las técnicas de guerra que aprendieron en el partido

Quien haya atendido a las lecciones del general chino habrá comprendido que en política la línea recta no es el camino más corto para alcanzar un objetivo. Prudencia y engaño. Esas sí que son las claves de la guerra, de la política y, acaso, de toda lucha humana por el poder en el seno de una colectividad, sea cual sea su naturaleza. La inteligencia se da sobreentendida, como la ambición. Es la prudencia la que evita que el inteligente se quede en un sabiondo y es el engaño el que evita que la ambición se perciba como codicia.

En el Comité Federal, Pedro Sánchez laminó al susanismo, y en el Congreso Regional en el que Susana Díaz vuelve sobre sus pasos, los sanchistas han sido apartados y excluidos. No hay integración, no puede haberla ni la habrá, porque la guerra continúa. El abrazo de los dos en el Congreso de los socialistas andaluces solo obedece a las técnicas de guerra que aprendieron desde que ingresaron en el partido. Si el odio pudiera olerse, como el azufre, en cada abrazo de ahora en adelante entre Pedro Sánchez y Susana Díaz ardería el mismo infierno.

Sun Tzu dejó dicho: “Todo el arte de la guerra está basado en el engaño. Por eso, cuando seas capaz, finge la incapacidad; cuando estés activo, finge la pasividad. Cuando estés próximo, haz creer que estás alejado; cuando estés alejado, que estás cerca”. Cuentan algunos en el PSOE de Andalucía que en los años en los que Susana Díaz se afilió a las Juventudes Socialistas, con 17 años, primeros años de la década de los 90, los cachorros socialistas ya jugaban a matarse entre ellos en las asambleas socialistas. Era un entrenamiento o una escuela de política; un juego de supervivencia en el que se atendían, como una biblia, los consejos que dejó escritos en ‘El arte de la guerra’ el general chino Sun Tzu.

Alfonso Guerra Pedro Sánchez Susana Díaz