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Platero y tú, Susana Díaz
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Javier Caraballo

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Platero y tú, Susana Díaz

Todo es emoción hasta que se llega al lugar, porque de un golpe seco cualquier ilusión se desvanece al contemplar el abandono cruel, despiadado, de Fuentepiña

Foto: El pino grande donde fue enterrado Platero junto a la casa de Fuentepiña. (J. C.)
El pino grande donde fue enterrado Platero junto a la casa de Fuentepiña. (J. C.)

A la mítica casa de Fuentepiña, donde está enterrado Platero, se llega por estrechos caminos polvorientos de chumberas y cardos amarillentos, consumidos por un sol implacable, por los que solo corre “una brisa seca, embalsamada de derretida jara”. Cada paso que se da, hace recordar los paseos por estos mismos caminos de Juan Ramón Jiménez con su sueños, su paz, sus alegrías, camino de la casa de campo desde la que se divisa Moguer a lo lejos, presidida por un pino enorme, el pino de la corona, que para Juan Ramón Jiménez era una referencia de vida. “Dondequiera que paro, Platero, me parece que paro bajo el pino de la Corona. Adondequiera que llego –ciudad, amor, gloria– me parece que llego a su plenitud verde y derramada bajo el gran cielo azul de nubes blancas. El es faro rotundo y claro en los mares difíciles de mi sueño”.

placeholder Fuentepiña y en segundo plano, Moguer. (J. C.)
Fuentepiña y en segundo plano, Moguer. (J. C.)

Emociona saberse por esos mismos caminos, respirar el mismo aire, y el corazón se acelera cuando se acerca la casa, "al fin veré el pino de la corona, donde está enterrado Platero, y la casa de Fuentepiña, en la que vivió Juan Ramón".

placeholder Uno de los carteles arrumbados que, en su día, colocaría la Junta de Andalucía para señalar el lugar. (J. C.)
Uno de los carteles arrumbados que, en su día, colocaría la Junta de Andalucía para señalar el lugar. (J. C.)

Todo es emoción hasta que se llega al lugar, porque de un golpe seco cualquier ilusión se desvanece al contemplar el abandono cruel, despiadado, de Fuentepiña. Y el abandono de estos lugares míticos de la literatura universal es el olvido de nuestra memoria, de nuestro orgullo, de nuestro pasado, de nuestra cultura. ¡Qué pena más grande se siente al llegar a Fuentepiña!

Todo este abandono procede, además, de unos de los habituales enredos, inexplicables y absurdos, de la burocracia política en la que han caído muchas comunidades autónomas, como la andaluza; la inmensa red que se ha tramado en torno a la cultura andaluza, desde la Consejería con sus correspondientes delegaciones provinciales, y los organismos, centros y fundaciones que la rodean en la también inmensa estructura paralela de la administración andaluza, acaban convertidos en una tupida red de ineficacia de gestión política.

Todo este abandono procede, además, de unos de los habituales enredos, inexplicables y absurdos, de la burocracia política en la que han caído las CCAA

Fuentepiña es un buen ejemplo de esa absurda maraña de inutilidad financiada con dinero público. ‘Platero y tú, Susana Díaz’, podría titularse esta historia siguiendo la estela de Juan Ramón, y aun cuando el despropósito venga de mucho más atrás a la llegada de Susana Díaz a la presidencia de la Junta de Andalucía. La cuestión, en suma, es que la autonomía andaluza, el autogobierno, no ha servido para una mayor gestión de estos lugares emblemáticos que, además de su valor sentimental y patrimonial, tendrían un gran potencial turístico y educativo. Es verdad que del abandono de Fuentepiña no se puede exculpar a los propietarios de la finca que, según el alcalde de Moguer, lo que pretenden es vender la propiedad por un precio excesivo, más de un millón de euros, pero justamente por eso la intervención pública tendría que ser más efectiva.

Situación de abandono en el que está el interior de la vivienda. (J. C.)
Perspectiva general de la casa, Fuentepiña, con el 'pino de la Corona' de fondo. (J. C.)

Fuentepiña, en la que estuvo el poeta entre 1906 y 1910, es una finca de recreo, a unos dos kilómetros de Moguer, que acabó en manos de José Hernández-Pinzón cuando, en los años 20 del siglo pasado, le fue expropiada a la familia directa de Juan Ramón Jiménez.

placeholder Foto detalle del pie del pino grande en el que está enterrado Platero. A pesar del inmenso abandono, se observa como alguien ha ido hasta allí pata depositar una flores junto al árbol. (Foto: Javier Caraballo)
Foto detalle del pie del pino grande en el que está enterrado Platero. A pesar del inmenso abandono, se observa como alguien ha ido hasta allí pata depositar una flores junto al árbol. (Foto: Javier Caraballo)

La familia Hernández-Pinzón, descendientes de los hermanos Pinzón, grandes protagonistas del primer viaje de Colón a América, han mantenido todo este tiempo la propiedad, en la actualidad a través de Elisa Hernández-Pinzón Pérez-Ventana, hija de un primo hermano del padre de Carmen Hernández-Pinzón, sobrina nieta y legataria de Juan Ramón.

Desde la llegada de la autonomía, tras la muerte del dictador, son innumerables las promesas y los planes que se han anunciado para rescatar la finca y “ponerla en valor”, que es la odiosa expresión estereotipada que nunca falta en los discursos políticos. Lo último ocurrido es lo más extravagante. En el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz figura un acuerdo del Consejo de Gobierno de noviembre de 2004 en el que se declara “bien de interés cultural", con la categoría de sitio histórico, los lugares vinculados a la vida y obra de Juan Ramón Jiménez en el municipio onubense de Moguer”. Lo que significa esa denominación, según la propia ley andaluza, es que desde entonces la Junta de Andalucía se hace cargo de la “protección y tutela” de Fuentepiña. Pero eso nunca ha ocurrido.

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Por la inexplicable chapuza en la gestión administrativa de esa denominación, la Junta de Andalucíaha perdido por dos veces los litigios que ha planteado en los tribunales la familia propietaria de la casa, en disconformidad con la forma de actuar del Gobierno andaluz. Todas las sentencias, incluso del Tribunal Supremo, que avalan la posición de los propietarios de Fuentepiña en detrimento de la Junta de Andalucía, son desoladoras: unas veces, el Gobierno andaluz erró en la limitación de la superficie real de la finca que se quería declarar bien de interés cultural; otras veces se le ‘olvidó’ notificar la declaración a los propietarios, como era preceptivo; y en otras ocasiones todo se fue al traste porque la tramitación del expediente comenzó un año antes de que fuese aprobado. En suma, trece años de abandono absoluto.

“Platero, tú nos ves, ¿verdad? Platero, ¿verdad que tú nos ves? Sí, tú me ves. Y yo creo oír, sí, sí, yo oigo en el Poniente despejado, endulzando todo el valle de las viñas, tu tierno rebuzno lastimero…”, llora el poeta, al final del libro, cuando se acerca al pino de la corona, donde ha enterrado a su burrillo. Pero si Platero nos ve, si nos ve el propio Juan Ramón Jiménez, no otra cosa que una pena infinita le entrará al contemplar Fuentepiña. En 2014, cuando se celebró el centenario de la aparición de ‘Platero y yo’, una de las obras literarias más traducidas del mundo, junto a 'El Quijote', un centenar de escritores e intelectuales firmó un manifiesto de protesta, y el pasado año se cumplieron sesenta años de la concesión del Premio Nobel de Literatura a Juan Ramón Jiménez. Pues ni por esas, ni por esas…

A la mítica casa de Fuentepiña, donde está enterrado Platero, se llega por estrechos caminos polvorientos de chumberas y cardos amarillentos, consumidos por un sol implacable, por los que solo corre “una brisa seca, embalsamada de derretida jara”. Cada paso que se da, hace recordar los paseos por estos mismos caminos de Juan Ramón Jiménez con su sueños, su paz, sus alegrías, camino de la casa de campo desde la que se divisa Moguer a lo lejos, presidida por un pino enorme, el pino de la corona, que para Juan Ramón Jiménez era una referencia de vida. “Dondequiera que paro, Platero, me parece que paro bajo el pino de la Corona. Adondequiera que llego –ciudad, amor, gloria– me parece que llego a su plenitud verde y derramada bajo el gran cielo azul de nubes blancas. El es faro rotundo y claro en los mares difíciles de mi sueño”.

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