Es noticia
Nunca te creas a un independentista
  1. España
  2. Matacán
Javier Caraballo

Matacán

Por

Nunca te creas a un independentista

Todas las versiones que se presentan de una supuesta derrota de los independentistas no valen, ni siquiera para ese falso regocijo que se detecta en quienes piensan que han vencido

Foto: Los diputados de ERC Gabriel Rufián (i) y Joan Tardà. (EFE)
Los diputados de ERC Gabriel Rufián (i) y Joan Tardà. (EFE)

No existe remordimiento, ni sinceridad, ni autocrítica. No existe perdón, ni disculpas ni arrepentimiento. Nunca te creas a un independentista catalán por mucho que ahora, en este vaivén de declaraciones diarias, se pueda llegar a pensar que han dado marcha atrás, que hasta admiten que no iban en serio con la independencia, que todo era un teatro, un gesto simbólico. Nunca te creas a un independentista catalán cuando le oigas decir que, en realidad, existen otras fórmulas de ‘entendimiento’, que cualquier acuerdo es posible siempre que exista disposición para el diálogo, que se han dado cuenta de que no había una mayoría social suficiente para declarar la independencia de la república de Cataluña, que no estaban lo suficientemente preparados.

Todas las versiones que se presentan ahora de una supuesta derrota de los independentistas no valen de nada, ni siquiera para ese falso regocijo que se detecta en algunos que piensan que ya han vencido, que se sienten felices y henchidos cuando propagan esa visión de que el independentismo catalán huye en estampida, renegando de sí mismo. Es un espejismo, nada hay de cierto en eso.

Foto:  La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, durante el pleno extraordinario del Ayuntamiento de Barcelona, que ha exigido la "excarcelación inmediata de todos los presos políticos". (EFE) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Vocabulario urgente para Ada Colau
Javier Caraballo

No te conformes, no desistas, no te mientas. Habrá que repetirlo muchas veces, como ahora, desconfiando cada vez que se quiera transformar en certeza lo que solo es una estúpida ilusión. El objetivo debe ser mayor y este es el momento. Debemos tener la aspiración como españoles, ya seamos madrileños, gallegos, andaluces, murcianos o catalanes, de resolver de una vez el ‘conflicto territorial’, y salir de este marasmo, este hastío de tantos años, este sobresalto de traiciones en la historia reciente de España, esta permanente involución a un discurso político superado, este absurdo de debates sobre ridículas invenciones de la historia, agravios y enfrentamientos.

Debemos tener la aspiración como españoles de resolver de una vez el ‘conflicto territorial’, y salir de este marasmo, este hastío de tantos años

“España es más kafkiana que el propio Kafka”, repetía con sorna María Zambrano, y el exministro César Antonio Molina lo recordaba hace unos días para recalcar aquello que, posteriormente, ha vuelto a repetir el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, que “el nacionalismo es un veneno” que puede acabar con Europa. El nacionalismo separatista, el nacionalismo desleal, el nacionalismo que ha padecido España en dos de las regiones más ricas de Europa, Cataluña y el País Vasco, tras decenios y decenios de planes económicos específicos para acallar con inversiones las desafecciones políticas inventadas y fomentadas.

Foto: El portavoz del PDeCAT en el Congreso, Carles Campuzano (d), conversa con el portavoz de En Comù Podem, Xavier Domènech. (EFE)

Dicen algunos que el ‘procés’ ya se ha acabado, que no es posible que haya más, pero no es así. Un desvanecimiento no es la muerte. Conviene que lo tengamos claro porque lo único que no puede ocurrir es que otra vez regresemos a lo mismo. Nadie debería dudar de que, si pueden hacerlo, sustituirán el ‘procés’ muerto por otro de similares características en cuanto se acabe este 'impasse' de aceptaciones forzadas de la Constitución ante un juez del Tribunal Supremo, como han hecho algunos de los procesados. Dicen también que el electorado independentista está fraccionado, dividido y decepcionado, tras la representación bufa de la declaración de la república catalana, pero sabemos bien que ese electorado ya ha dado muestras suficientes de vivir en un mundo paralelo en el que los conceptos de realidad adquieren una dimensión distinta.

De las cosas que aprendimos de Gabriel Rufián, estaba precisamente esa, que el autoengaño es fundamental para que el engaño público, masivo, sea efectivo. Por eso ya existe una mentira nueva que se ha echado a rodar para superar los engaños anteriores, alimentados durante años, cuando juraban que la independencia de Cataluña era irreversible y que sería aceptada en todo el mundo. “Se declaró la independencia, se proclamó la república, pero esa república no se implementó y la razón fundamental es que no estábamos dispuestos a poner en riesgo la seguridad de los ciudadano por la violencia del Estado español” (Joan Tardà). Este es el nuevo autoengaño y será tan efectivo como los anteriores: En el ‘referéndum’ del 1 de octubre hubo “miles de heridos” —como va diciendo Ada Colau— y si la independencia no salió adelante fue por responsabilidad “frente a un Estado autoritario sin límites para aplicar la violencia”.

De las cosas que aprendimos de Rufián, estaba precisamente que el autoengaño es fundamental para que el engaño público, masivo, sea efectivo

Nunca te creas a un independentista catalán ni secundes a quienes jalean su rectificación, porque con ese paso atrás solo buscan tomar impulso. Las cosas han llegado demasiado lejos como para que, en unos meses, todo se instale en la misma senda de amenazas, chantajes y desobediencia. Nos merecemos resolver el ‘conflicto catalán’ y eso solo será posible si existe un escarmiento. El escarmiento de la ley, el escarmiento de la lealtad, el escarmiento de la sociedad. El escarmiento de los que se han saltado la ley y el escarmiento de quienes hemos padecido las consecuencias. El escarmiento de la izquierda que se abrazó a los separatistas y el escarmiento de los equidistantes que pensaban en la ganancia de pescar en río revuelto.

No se pueden malograr ni desaprovechar los momentos críticos vividos en octubre, cuando el Estado entero se tambaleó y temíamos que todo se iba a ir al traste. España, como país viable, llegó a ese punto de inflexión, uno de los peores momentos en cuatro décadas de democracia, equiparable solo a los momentos más trágicos del sangriento chantaje terrorista o al golpe de Estado militar de los ochenta, y todo lo sufrido, todo lo temido, todo lo vivido no puede pasarse por alto. Ahora, superada la ‘línea roja’ de las querellas y las inhabilitaciones judiciales, superada la tensión de la cárcel de los políticos declarados en rebeldía; ahora, con Europa detrás la unidad de España y el mundo entero apercibido de la manipulación grotesca del independentismo catalán; ahora no podemos volver a repetir la historia de nuevo. Otra vez no.

No existe remordimiento, ni sinceridad, ni autocrítica. No existe perdón, ni disculpas ni arrepentimiento. Nunca te creas a un independentista catalán por mucho que ahora, en este vaivén de declaraciones diarias, se pueda llegar a pensar que han dado marcha atrás, que hasta admiten que no iban en serio con la independencia, que todo era un teatro, un gesto simbólico. Nunca te creas a un independentista catalán cuando le oigas decir que, en realidad, existen otras fórmulas de ‘entendimiento’, que cualquier acuerdo es posible siempre que exista disposición para el diálogo, que se han dado cuenta de que no había una mayoría social suficiente para declarar la independencia de la república de Cataluña, que no estaban lo suficientemente preparados.

Nacionalismo Gabriel Rufián Ada Colau Independentismo