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Javier Caraballo

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Albert Rivera y el gato vasco

A Albert Rivera por lo menos habrá que reconocerle el valor de la osadía de intentar ponerle el cascabel al gato vasco, al gato del cupo vasco

Foto: El líder de Ciudadanos, Albert Rivera. (EFE)
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera. (EFE)

Por lo menos, la osadía. Ya se sabe que Ciudadanos está en el espacio ideológico perfecto para que le lluevan las tortas a izquierda y derecha, pero a su líder, Albert Rivera, por lo menos habrá que reconocerle el valor de la osadía de intentar ponerle el cascabel al gato vasco, al gato del cupo vasco; Ciudadanos es el primero que se atreve en 40 años, por eso destacan las crónicas con un morbo político indisimulado que los diputados naranjas van a ser los primeros en votar en contra del cupo vasco en democracia.

Tan peculiar, tan extraordinaria, es la situación que este jueves, cuando se debatae en el Congreso de los Diputados la ley del cupo vasco, el Partido Popular va a tener en contra a Ciudadanos, su socio más fiel en esta legislatura convulsa, y a favor a sus dos adversarios más afilados, los socialistas y los podemitas. Debemos reparar en esa circunstancia porque esa excepcionalidad es la que, por principios, hace desconfiar del cupo vasco. En un país como España, en un momento político como el que vivimos, las unanimidades son por sí mismas sospechosas, sobre todo con estos actores: Si los del ‘no es no’ son los que, sin discutir ni una sola cifra, dicen ‘sí es sí’ al cupo vasco, es que algo se nos está ocultando. Algo pasa.

Habría que precisar, antes de seguir adelante, que los primeros que se alzaron contra el cupo vasco fueron los de Unión Progreso y Democracia, de Rosa Díez, pero, de alguna forma, todo ese pasado político, así como la mayoría de sus votantes, ha quedado subsumido en Ciudadanos, y a estos efectos se les puede considerar como herederos naturales de aquella iniciativa. La cuestión, en cualquier caso, es que son los únicos, y a eso vamos: ¿por qué?

El sistema actual es insostenible y si en algo debe avanzar el Estado de las autonomías, es en la búsqueda de un sistema estable de financiación

Es evidente, como siempre se remarca, que la pervivencia a lo largo de la historia de unos derechos medievales solo se explica por las singulares circunstancias del País Vasco; esa excepcionalidad siempre se ha entendido como una cesión ‘razonable’ frente a las pretensiones nacionalistas. Sucede, además, que cada vez que se plantea o surge la oportunidad de una reforma o modificación, se atraviesa en el debate un momento histórico concreto, muchas veces crítico, que aconseja su mantenimiento. En la actualidad, por ejemplo: la grave crisis de separatismo que ha estallado en Cataluña. La línea argumental que, subliminal o explícitamente, se instala en la mente de todos para aprobar sin rechistar el cupo vasco es que lo contrario supondría una temeridad incendiaria. ¿Con la que hay liada en Cataluña, quién es el insensato que quiere desestabilizar el País Vasco y Navarra?

Si alguien no alcanza a hacerse esa pregunta, los propios nacionalistas vascos ya se encargan de decirlo abiertamente, que el concierto y el cupo vasco es un derecho irrenunciable, 'casus belli', “una línea roja que no podemos permitir que se traspase”. El economista Pedro Luis Uriarte, en una obra divulgativa en defensa del concierto, recoge abiertamente esa amenaza y cita a un catedrático de Derecho Internacional de la Universidad del País Vasco, Juan José Álvarez: “Si Madrid rompe el sistema de concierto, la única alternativa será la secesión”. El propio Uriarte, más moderado, afirma: “No se entiende muy bien el interés que tienen los partidarios de la supresión del concierto económico en destruir lo que en estos momentos puede considerarse una auténtica ‘balsa de aceite’, en el contexto político español, superando así décadas de fortísimas tensiones” en el País Vasco.

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Desde luego, si los más acérrimos defensores del concierto vasco se niegan a reconocer que se trata de un ‘privilegio’, por lo menos admitirán que algo de ‘chantaje’ hay en esos planteamientos. ¿O tampoco, después de leer las ‘advertencias’ sobre lo que puede ocurrir? En cualquier caso, como lo que nunca se puede olvidar es que, sea cual sea la opinión, la realidad es que el concierto vasco es un derecho constitucional, lo urgente es que, sin necesidad de volver a plantear ese debate, aceptemos ‘cupo’ como ‘animal de compañía’ y comencemos la urgente tarea de modificar el sistema de financiación territorial en España, que hace aguas por todas partes. Los privilegios de unos se compensan con las dádivas de otros, sin que se haya avanzado nunca en un sistema más razonable de corresponsabilidad fiscal, acorde con el modelo territorial español.

El sistema actual es insostenible y si en algo debe avanzar el Estado de las autonomías es en la búsqueda de un sistema estable de financiación; la descentralización de competencias ya está agotada en su mayoría, como se demostró con la anterior oleada de reformar estatutarias que se quedaron en modificaciones demagógicas e insustanciales, cuando no se trataba de exigencias claramente inconstitucionales. Como ha detallado aquí mi compañero Carlos Sánchez, se trata de acabar de una vez con este “engendro que crece hacia un lado o hacia otro en función de la capacidad de presión de los gobiernos regionales y que pivota alrededor del Gobierno central, que actúa a la manera de un virrey, que quita o concede recursos en función de su supervivencia parlamentaria” en el Congreso de los Diputados.

Por esa razón, sin necesidad de enfrascarnos de nuevo en un debate estéril sobre la legitimidad de unos derechos medievales en los tiempos que corren; sin entrar siquiera en la provocación que supone la velada amenaza de ‘concierto o secesión’; sin caer en nada de eso, que por lo menos se admita que se ha vuelto a desaprovechar otra oportunidad para, antes de aprobar el cupo vasco porque ‘sí es sí’, que se hubieran replanteado las posibilidades de avanzar a un nuevo sistema, con ansias de que pueda ser definitivo. Pero no, el cupo vasco se va a aprobar con un trámite parlamentario de lectura única, en el que “no va a haber debate ni tiempo para enmendar”, como ha destacado el osado Albert Rivera. “Una cosa es un concierto económico —añade— y otra un cuponazo como este. Y se va a aprobar en un solo día, de un portazo. Ni hay transparencia, ni justicia, ni igualdad". Lo que no hay es remedio, cabría añadir, porque no tenemos remedio.

Por lo menos, la osadía. Ya se sabe que Ciudadanos está en el espacio ideológico perfecto para que le lluevan las tortas a izquierda y derecha, pero a su líder, Albert Rivera, por lo menos habrá que reconocerle el valor de la osadía de intentar ponerle el cascabel al gato vasco, al gato del cupo vasco; Ciudadanos es el primero que se atreve en 40 años, por eso destacan las crónicas con un morbo político indisimulado que los diputados naranjas van a ser los primeros en votar en contra del cupo vasco en democracia.