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Fueron a prisión y no ocurrió nada
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Javier Caraballo

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Fueron a prisión y no ocurrió nada

El encarcelamiento de los Jordis abocaba indefectiblemente a una escalada de revueltas callejeras, protestas permanentes... Casi todo el mundo lo pensaba, pero no ocurrió

Foto: Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, a su llegada a la Audiencia Nacional. (EFE)
Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, a su llegada a la Audiencia Nacional. (EFE)

Cuando oyeron en el despacho de la jueza Carmen Lamela que la Fiscalía reclamaba su inmediato ingreso en prisión, por la gravedad de los delitos que les habían imputado, sus abogados hicieron una advertencia demoledora: la entrada en la cárcel de los Jordis ponía en peligro la paz en Cataluña. En cualquier otro contexto, una advertencia similar en el despacho de una magistrada solo podría interpretarse como un chantaje, pero lo cierto es que aquellos días, en ese momento, es posible que la inmensa mayoría de la gente pensara lo mismo.

El encarcelamiento de los dos principales referentes sociales del independentismo, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, marcaba un punto de inflexión en la sociedad catalana, abocada indefectiblemente a una escala de revueltas callejeras, protestas permanentes, huelgas generalizadas en todos los sectores. Lo advirtieron los abogados, casi todo el mundo lo pensaba, pero no ocurrió. Nos equivocamos todos.

Tanto erramos en el pronóstico que lo que sucedió después fue que los Jordis entraron en la cárcel el 16 de octubre, 10 días después el Parlamento de Cataluña declaró de forma unilateral la independencia, en menos de 24 horas se aplicó la Constitución con la máxima dureza, cesando de sus cargos a todo el Gobierno, y a los pocos días, medio Gobierno catalán entró en la cárcel y el otro medio se dio a la fuga. Junqueras puso un último mensaje desafiante en Twitter, “en pie, con determinación y hasta la victoria”, pero tampoco luego ocurrió nada de lo que se temía. Ya ha pasado un mes y medio desde que los Jordis entraron en la cárcel y va para un mes que los exconsejeros se levantan cada mañana en una celda; fueron todos a prisión y no ocurrió nada.

Foto: El líder de ERC, Oriol Junqueras. (Raúl Arias)

El ingreso en prisión en la teoría penal, como recordaba aquí el filósofo y jurista Javier Gomá, tiene un doble objetivo que, en muchas ocasiones, se olvida: prevención personal y prevención general. En el primer caso, se busca el escarmiento de la persona que comete un delito, para que pague por sus actos y para que cuando quede libre se acuerde de la cárcel y no reincida en su conducta delictiva. La prevención general se dirige a la sociedad, es el aspecto ejemplarizante de una condena para que a todo el mundo le quede claro, escarmiento en cabeza ajena, que saltarse la ley tiene consecuencias fatales.

Aunque todos los procesados por la rebelión catalana están en prisión provisional, con lo que no han sido juzgados y sigue pesando sobre ellos la presunción de inocencia, la realidad es que el hecho en sí mismo ha provocado ya en la sociedad el efecto ejemplarizante que la teoría penal persigue con el cumplimiento de las condenas firmes. Y la ‘normalidad’ que ha sucedido a los encarcelamientos, el mismo hecho de que todos los partidos hayan aceptado acudir a las elecciones convocadas por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, tras disolver el Parlamento y cesar al Gobierno catalán, es una buena muestra de ese efecto general que se defiende en la teoría penal.

La prevención general es el aspecto ejemplarizante de una condena para que a todo el mundo le quede claro que saltarse la ley tiene consecuencias fatales

Ahora que el Tribunal Supremo ha asumido las causas de las 22 personas procesadas por la rebelión catalana, ahora que todos los encarcelados van a solicitar su libertad aprovechando el cambio del tribunal, conviene recordar lo sucedido y, sobre todo, los objetivos de la prisión preventiva. En el auto de la magistrada Carmen Lamela con el que se decretó el ingreso en prisión de los exconsejeros catalanes, se argumentaba que “los fines constitucionalmente legítimos de la prisión provisional están vinculados con la necesidad de garantizar el normal desarrollo del proceso penal en el que se adopta la medida, especialmente el de asegurar la presencia del imputado en el juicio y el de evitar posibles obstrucciones a su normal desarrollo”. Quiere decirse que, en estos momentos, los motivos fundamentales por los que Junqueras y todos los demás puedan salir de prisión no tienen que ver con el hecho de que se presenten a las elecciones sino con la garantía de que su libertad no puede entorpecer el proceso penal ni reavivar la secesión de Cataluña.

Cuando aprobaron en el Parlamento de Cataluña, el pasado 27 de octubre, la declaración unilateral de independencia, redactaron con mayúsculas sus intenciones: “CONSTITUÏM la República catalana, com a Estat independent i sobirà, de dret, democràtic i social”. ¿Dónde está el carácter simbólico de esa frase, primer punto de la DUI, como dicen ahora para eludir la prisión preventiva? En ninguna parte. Es evidente, por tanto, que si la literalidad de esa frase fue la que acabó con todos ellos en la cárcel, la mera excusa del carácter simbólico de la declaración de independencia no puede servir para que salgan de la prisión.

Si la literalidad de esa frase fue la que acabó con todos ellos en la cárcel, la mera excusa del carácter simbólico no puede servir para salir de la prisión

En el escrito que han enviado al Tribunal Supremo para que se revise su ingreso en prisión, lo que declaran Junqueras y el resto de exconsejeros encarcelados es que "sin renunciar a defender sus convicciones políticas por vías estrictamente pacíficas y democráticas, trabajarán con el objetivo de alcanzar un acuerdo que permita poner en manos de la ciudadanía la decisión sobre el futuro político de Catalunya", y esa literalidad a lo que nos remite es a los momentos previos a la declaración de independencia, porque ya está visto que para esos tipos los conceptos de democracia y pacifismo consisten en saltarse todas las leyes y provocar un estado de caos absoluto en Cataluña y en España.

Si Junqueras y el resto de exconsejeros quieren dejar la prisión preventiva para ponerse a dar mítines por Cataluña, lo que no puede ocurrir es que cada intervención se convierta en un nuevo desafío, una nueva burla, a la democracia y a la legalidad española. Tendrán que llegar más lejos, renunciar expresamente a la unilateralidad, aceptar y acatar sin reservas la Constitución, rechazar la convocatoria de un nuevo referéndum y del derecho a decidir, y asumir que el máximo autogobierno de Cataluña es la autonomía. Porque para eso ya ha pasado un mes y medio desde que los Jordis entraron en la cárcel y después medio Gobierno, porque el otro medio se dio a la fuga. Que no se nos olvide: Entraron todos en la cárcel y no ocurrió nada.

Cuando oyeron en el despacho de la jueza Carmen Lamela que la Fiscalía reclamaba su inmediato ingreso en prisión, por la gravedad de los delitos que les habían imputado, sus abogados hicieron una advertencia demoledora: la entrada en la cárcel de los Jordis ponía en peligro la paz en Cataluña. En cualquier otro contexto, una advertencia similar en el despacho de una magistrada solo podría interpretarse como un chantaje, pero lo cierto es que aquellos días, en ese momento, es posible que la inmensa mayoría de la gente pensara lo mismo.

Jordi Cuixart Jordi Sànchez