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Xenofobia en la Andalucía roja
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Javier Caraballo

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Xenofobia en la Andalucía roja

Un accidente entre dos coches incendió Pedrera de una xenofobia desconocida, uno de los pueblos históricos del 'círculo rojo' junto a Marinaleda, Los Corrales o El Coronil

Foto: Plaza del Ayuntamiento de Pedrera (Sevilla). (EFE)
Plaza del Ayuntamiento de Pedrera (Sevilla). (EFE)

Alguien se acercó a la casa del sacerdote y comenzó a aporrear la puerta de madrugada: “¡Cura, cabrón, atrévete a salir!”. Otros muchos, acaso varias decenas de individuos, andaban por las calles buscando coches de rumanos para volcarlos o quemarlos. “¡Rumanos fuera del pueblo!”, iban gritando casi hasta el amanecer.

Pedrera, sábado 6 de enero de 2018. Antes de todo eso, sobre las nueve de la noche, un coche en el que viajaban tres inmigrantes rumanos toma la carretera de salida de Pedrera con dirección a Osuna. A la salida del pueblo, a la altura del tanatorio que a esa hora estaba repleto de gente por un duelo, se encuentra con otro coche delante e intenta adelantarlo por la derecha porque, según los conductores, el vehículo circulaba por el centro de la calzada. Cuando se encuentra a su altura, los dos coches se rozan y frenan en seco. A partir de ese instante, los testimonios difieren sobre lo ocurrido, aunque las dos versiones conducirán a lo mismo: fue la mecha que incendió Pedrera de una xenofobia desconocida, uno de los pueblos históricos del 'círculo rojo' de los jornaleros andaluces en la sierra sur de Sevilla, junto a Marinaleda, Los Corrales o El Coronil, en los que siempre ha gobernado Izquierda Unida o el PSOE; pueblos en los que el Partido Popular ni siquiera obtiene representación. ¿Un pueblo de emigrantes que rechaza a los inmigrantes? ¿Xenofobia en la Andalucía roja?

placeholder Paisaje de Pedrera, un mar de olivos que sólo interrumpen algunas canteras de piedra. (Javier Caraballo)
Paisaje de Pedrera, un mar de olivos que sólo interrumpen algunas canteras de piedra. (Javier Caraballo)

Volvamos al instante primero, insignificante y explosivo. Según la versión que han ofrecido los ocupantes del vehículo que circulaba delante, Ignacio Pérez y su mujer, ambos naturales de Pedrera, se bajaron del coche con toda tranquilidad para formalizar un parte amistoso de siniestralidad cuando comenzaron a discutir y uno de los rumanos, en actitud desafiante, se encaró con su mujer y acabó tirándola al suelo después de golpearla con un objeto contundente, una especie de embellecedor del coche que se había desprendido en el accidente.

Según la versión de los rumanos, los tres ocupantes se dirigían al hospital de Osuna para visitar a un familiar que acababa de darle un infarto. Cuando los dos coches se rozaron, Ignacio Pérez, un conocido ganadero del pueblo de unos cuarenta años, se bajó del coche, fuera de sí, con los brazos en alto y comenzó a insultar a los rumanos. El más joven de los tres le plantó cara y comenzaron a forcejear hasta que comenzaron a llegar otros muchos vecinos, que se encontraban en el tanatorio cercano, y alguien lanzó el primer grito: “¡Fuera del pueblo, rumanos!”. Cuando la Policía Local llegó al lugar del siniestro, detuvo a los tres rumanos y los retuvo en la comisaría mientras una multitud aguardaba en la puerta para lincharlos. Pasadas las cuatro de la mañana, la Policía los trasladó a la comisaría de un pueblo cercano para intentar que se disolviera la concentración. Para entonces, ya todo se había desbocado y una parte del pueblo vagaba como enloquecido buscando rumanos, buscando venganza, buscando escarmiento.

En Pedrera, una ciudad de unos cinco mil habitantes, existe una población procedente de Rumanía asentada desde hace diez o doce años, coincidiendo con el principio de la crisis. “Comenzaron a llegar cuando no había mano de obra en el pueblo, ni en los alrededores, para coger la aceituna porque todo el mundo estaba en la construcción, que se ganaba mucho más”, dice Juana, una vecina del pueblo. A partir de entonces, cada año llegan a Pedrera unos doscientos rumanos y se quedan unos meses en el pueblo trabajando en la aceituna, primero, y luego en la recogida del ajo en los alrededores. Luego se marchan y se quedan alrededor de cuarenta, que viven desde hace años.

La Policía Local detuvo a los tres rumanos y los retuvo en la comisaría mientras una multitud aguardaba en la puerta para lincharlos

“Se han difundido muchos bulos y eso es lo que lo ha incendiado todo. Hablan de que los rumanos roban pero no constan denuncias. De la misma forma que van diciendo que les pagan las viviendas, la luz y el agua, que reciben pagas del ayuntamiento o que circulan a toda velocidad por las calles, pero nadie nunca ha presentado una prueba de todo eso”, dice Mercedes Mancheño, juez de paz de Pedrera. No niega que entre los rumanos pueda haber individuos conflictivos pero en la misma proporción que puede existir en el resto de la población. De hecho, la juez de paz, que estaba con otros muchos vecinos en el tanatorio el sábado 6 de enero, fue testigo del incidente primero y niega que los rumanos del coche golpearan en la cabeza a la mujer de Pedrera. Ese ha sido, según dice, el último bulo incendiario que se ha echado a rodar por el pueblo.

También habla de bulos infundados el alcalde, Antonio Nogales Monedero, de Izquierda Unida, que se colocó en el centro de la polémica cuando, en una concentración en la que le pedían la dimisión, dijo aquello de que “queréis que os diga más todavía: a mí me gustaría ver a gente fusilada. Eso es lo que queréis escuchar”. Luego pidió disculpas, sostiene que utilizó la ironía para responder a una provocación cuando algunos vecinos gritaban que “hay que pegarles dos tiros y colgarlos”.

El alcalde, como otros en el pueblo, acusa al PSOE de Susana Díaz de aventar un descontento, de fomentar los bulos contra los rumanos por un mero interés político, para hacerse con la alcaldía en las próximas elecciones. Pero lo que no niega, y nos devuelve a la paradoja primera, es cómo se produce un brote así de xenofobia en un pueblo jornalero que, como él mismo subraya, “ha encabezado luchas importantísimas a favor de las libertades, de los derechos humanos y conquistas sociales y sindicales”. Al cabo de décadas de gobiernos de izquierda ha anidado la xenofobia en la Andalucía roja y esa constatación es la que puede romper muchos de los esquemas ideológicos preconcebidos. Además de los bulos, el alcalde sí cree que existe “una inmigración mal regulada en la Unión Europea que, en ocasiones, provoca problemas de convivencia” con los vecinos. “Pedrera no es racista pero es evidente que lo ocurrido son hechos xenófobos”, añade el alcalde.

placeholder El cura Enrique Priego, frente a la iglesia de Pedrera. (Javier Caraballo)
El cura Enrique Priego, frente a la iglesia de Pedrera. (Javier Caraballo)

“Llevo aquí desde 1969, he bautizado a muchos y luego los he casado y ahora… Estos son los días más tristes; estoy profundamente decepcionado”, dice Enrique Priego, párroco de Pedrera que llegó a este pueblo nada más salir del seminario junto con otro sacerdote cuya memoria se ha rodeado tras su prematura muerte de un halo de leyenda, Diamantino García, uno de los fundadores del movimiento jornalero andaluz, cuando defender a los jornaleros andaluces, en la hambruna y la miseria los latifundios del franquismo sólo tenía que ver con la dignidad, con ninguna aventura política más.

Si Enrique Priego se ha visto en el centro de la polémica es porque, desde hace años, ofrece un techo a algunas familias rumanas que están necesitadas. Entre ellos, el rumano que iba conduciendo el vehículo que lo provocó todo aunque no llegó a intervenir en el incidente porque ni siquiera conoce el idioma español. El otro día, cuando aporreaban la puerta de su casa, cuando lo insultaban y pedían que se muriera, a este cura jornalero se le cayó al suelo la utopía de tantos años y se le rompió en pedazos. “¿Estos incidentes xenófobos suponen el fracaso de una utopía, de unos valores de solidaridad, de igualdad, que hemos intentado construir? Pues sí, no se lo voy a negar. Y no lo entiendo. A mí que me acusan, por ejemplo, de proteger a los rumanos. Yo solo he hecho con esos rumanos lo que me pide Jesucristo: 'tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me disteis cobijo; estuve desnudo y me cubristeis; estuve enfermo y me visitasteis; estuve en la cárcel y fuisteis a verme'. Jesús se hizo hombre para identificarse con el hombre, y cuando tengamos que rendir cuentas no nos va a preguntar por las procesiones y por las cofradías…”

Alguien se acercó a la casa del sacerdote y comenzó a aporrear la puerta de madrugada: “¡Cura, cabrón, atrévete a salir!”. Otros muchos, acaso varias decenas de individuos, andaban por las calles buscando coches de rumanos para volcarlos o quemarlos. “¡Rumanos fuera del pueblo!”, iban gritando casi hasta el amanecer.

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