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La insoportable ordinariez de Celia Villalobos
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Javier Caraballo

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La insoportable ordinariez de Celia Villalobos

Celia Villalobos pertenece a esa especie de políticos que parecen hechos de plástico, ajenos a cuanto sucede en la vida real, entregados a un solo objetivo: la permanencia en política

Foto: La diputada del PP Celia Villalobos. (EFE)
La diputada del PP Celia Villalobos. (EFE)

Quizás hubo un tiempo, ya lejano, en que su espontaneidad pareció un soplo de aire fresco para la política. Pero solo había que acercarse a ella un instante para comprobar que no era frescura sino zafiedad lo que transpiraba esa mujer calculadora que solo ha ambicionado, acaso como tantos otros, eternizarse en un cargo público. Celia Villalobos pertenece a esa especie de políticos que parecen hechos de plástico, ajenos a cuanto sucede en la vida real, entregados a un solo objetivo: la permanencia en política.

No era sencillez sino ordinariez, un insoportable ejercicio de ordinariez que incomprensiblemente la ha mantenido siempre a cubierto, como si fuera un valor fundamental para el Partido Popular cuando es posible que, por la relevancia que adquieren cada una de sus declaraciones, suponga un pesado lastre de imagen para un partido político que ya tiene que soportar la carga sociológica negativa que representan sus propias siglas, muchas veces de forma injustificada.

En cualquier caso, todo eso pertenece al ámbito de los intereses particulares del Partido Popular y ellos sabrán qué hacen con su credibilidad y con su imagen, sobre todo ahora que se ven acosados por la irrupción en el mismo espacio político de un partido nuevo, Ciudadanos, que aspira a sustituirlos. Lo único que nos afecta a todos de la ordinariez de Celia Villalobos es su responsabilidad pública: ¿qué diablos hace esa mujer en la presidencia de la comisión del Pacto de Toledo?

El hecho de que sea la que presida esa comisión en el momento de mayor crisis del sistema de pensiones es un elemento de inseguridad añadido

El hecho de que Celia Villalobos sea la que presida esa comisión en el momento de mayor crisis del sistema de pensiones en España es un elemento de inseguridad añadido, innecesariamente añadido. ¿Es que no es posible encontrar en el Congreso ni en el Partido Popular a alguien más preparado para ocupar ese cargo, en este momento? “Experta en temas socio-laborales, trabajó como dependienta en una tienda de Vogue”, se puede leer en alguna biografía suya. Pero eso fue antes de especializarse en su principal dedicación, la política, a partir de un trabajo en Alianza Popular en los años ochenta. Desde entonces, hasta ahora.

Es verdad que este modelo de política que existe en España, que nada tiene que ver con el ideal de servicio público, ocasional y vocacional, ha generado una clase política profesionalizada, estancada, que se configura por el poder interno de los aparatos de los partidos, antes que por las cualidades y capacidades de cada cual. Eso es lo que explica, por ejemplo, que haya centenares de políticos que se mantienen en un cargo público durante 30 o 40 años, bloqueando cualquier posibilidad de renovación. Pero la existencia de esa aristocracia de la política, a la que pertenece Villalobos, no puede verse agravada con la designación del peor candidato para el cargo más inadecuado. Y este es precisamente el caso.

Foto: Un ciclo sin fin de cañas, sangría y siestas desmesuradas. (Reuters)

La inquietante realidad del sistema de pensiones en España se resume en el dato incuestionable de que, durante la crisis económica, el Gobierno de Mariano Rajoy se ha pulido la hucha de las pensiones hasta dejarla vacía, como ocurre en la actualidad. El Fondo de Reserva se creó hace 20 años, precisamente coincidiendo con la creación del Pacto de Toledo, y todo iba bien mientras los Presupuestos de cada año se liquidaban con excedentes que iban a parar a la ‘hucha de las pensiones’.

Cuando llegó Rajoy al Gobierno en 2011, se encontró una hucha de 66.800 millones de los que ya no queda nada; este año, el Tesoro Público prestará 15.000 millones de euros a la Seguridad Social para poder pagar las pensiones. Es tarde, demasiado tarde, para cuestionarnos por qué ha habido fondos para otros muchos rescates, pero no para las pensiones, por qué los recortes afectan siempre a las mismas partidas sociales y nunca a la abundante burocracia política. El panorama ahora es un país que ha empobrecido cruelmente a su clase media, que condena a varias generaciones de jóvenes a soñar con sueños mileuristas si logran salir del paro, y que mantiene a millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social; en ese país que es España, la presidenta de la comisión del Pacto de Toledo, con su pensión máxima asegurada, se permite hablar de los ciudadanos como si fueran unos sospechosos abusadores o unos irresponsables consumados.

Con el mismo tono con el que abroncaba a su chófer en el Congreso de los Diputados porque se retrasaba (“¡Manolo, que no eres más tonto porque no te entrenas!”), o afirmaba en otra ocasión que en España, “si usted se pasea por grandes empresas, ve a la gente hablando del partido de fútbol del Real Madrid o del Betis”; con ese mismo tono de insoportable ordinariez, Celia Villalobos se permite decir ahora que “hay un número importante de pensionistas que están ya más tiempo en pasivo, cobrando la pensión, que en activo, trabajando” y que la obligación de los españoles de menos de 45 años es ahorrar más: “¡Preocuparos del ahorro! Hay que favorecer que los trabajadores tengan una mochila con un fondo privado, que no tiene que ser del banco, sino de la empresa, y cuando tú te jubilas tienes un complemento".

De lo primero, eso de que hay muchos españoles que están más tiempo cobrando la pensión que trabajando, no hay datos, que se sepa. Lo segundo, la necesidad de ahorrar, es casi insultante, porque no debe ser consciente Celia Villalobos de que en los países europeos en los que los ciudadanos comienzan a ahorrar desde jóvenes la tasa de desempleo juvenil es cuatro veces inferior a la nuestra, que está rozando el 40%. Con lo cual, volvemos a la inquietud de antes, que sobresalta las entendederas cuando se oye hablar de pensiones a Celia Villalobos y se descubre que es la presidenta de la comisión del Pacto de Toledo. La crisis del sistema de pensiones es lo suficientemente grave como para que, por lo menos, se tome en serio, con rigor, y se respete a los españoles que hoy se irán a trabajar sin saber si mañana podrán cobrar su pensión.

Quizás hubo un tiempo, ya lejano, en que su espontaneidad pareció un soplo de aire fresco para la política. Pero solo había que acercarse a ella un instante para comprobar que no era frescura sino zafiedad lo que transpiraba esa mujer calculadora que solo ha ambicionado, acaso como tantos otros, eternizarse en un cargo público. Celia Villalobos pertenece a esa especie de políticos que parecen hechos de plástico, ajenos a cuanto sucede en la vida real, entregados a un solo objetivo: la permanencia en política.

Celia Villalobos