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Javier Caraballo

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8-M, la huelga a la mitad

En asuntos como estos que afectan a los derechos fundamentales de la mujer, las fuerzas antagónicas se amplifican tanto que solo cabe el adoctrinamiento o la reacción

Foto: Un joven pasa ante una pintada en una calle de Valencia. (EFE)
Un joven pasa ante una pintada en una calle de Valencia. (EFE)

La imagen no se vino a la cabeza cuando me preguntabas, sino mucho antes, cuando pude darme cuenta de que parecía una pelota de ping-pong, de un lado al otro de la mesa, cada vez que oía los argumentos de algunas de las mujeres que están a favor de la huelga del 8 de marzo y, al poco tiempo, escuchaba en alguna tertulia de la radio o de la tele los motivos de algunos hombres —principalmente hombres, aunque también mujeres— en contra de la huelga. Entre unos y otros, mi pensamiento iba como una pelota de ping-pong, no porque me sintiera atraído de forma alternativa por aquellos discursos sino porque me repelían hacia el extremo contrario. Oía sus peroratas y me reafirmaban en una sola idea, "no puedo estar en este lado, con esta gente". Como comprenderás, es absurdo.

Es verdad que en España todos los debates se intentan encauzar hacia el mismo planteamiento maniqueo, pero en asuntos como estos que afectan a los derechos fundamentales de la mujer las fuerzas antagónicas se amplifican tanto que solo cabe el adoctrinamiento o la reacción. Incluso aunque no se pretenda, se establece una sinergia que va encapsulando posiciones en un lado o en otro. Por eso se hacen tan necesario los matices…

¿Ves? Se trata justo de lo que acaba de ocurrirte: cuando has visto que estoy hablando de la huelga del 8 de marzo y aún no me he definido, ya estás pensando que lo que escondo es mi desacuerdo con la huelga. Pues no, te has equivocado. No negaré que esa ha sido mi posición en algún momento, pero no porque considere que no existe un problema, sino por la odiosa generalidad del feminismo de salón. En cualquier caso, la repulsión de algunos argumentos, frívolos y groseros, ha acabado inclinándome por el apoyo a la huelga.

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Existe en España un espécimen de diletante reaccionario que chapotea en todos los debates con un aire de superioridad moral e intelectual que a mí, personalmente, me desborda. No puedo; así que hasta aquí hemos llegado. De todas formas, como soy un hombre, y resulta que esta huelga y estos paros están convocados solo para las mujeres, eso me permite distanciarme lo suficiente para, además del apoyo, señalar con el dedo los elementos que, también en este lado, me producen una gran repulsión intelectual.

Aunque no te des cuenta, en el éxito de esta huelga va implícito su fracaso. Es una circunstancia pocas veces vista, por eso es interesante analizarlo. Se trata de una huelga tan genérica, que en España lo mismo la respalda la reina Letizia que los ‘soviets’ revolucionarios catalanes que se hacen llamar comités de defensa de la república, pasando, por supuesto, por el obispo de Madrid y la propia Virgen María, según su celestial interpretación de la protesta del 8 de marzo.

Lo que denota ese 'totum revolutum' es una oportunidad desaprovechada para, por una vez, utilizar la movilización mundial, y eso sí que es un avance significativo, para aterrizar desde los eslóganes hasta la realidad de cada país. Vendría bien el matiz porque, como comprenderás, la lucha por la igualdad de la mujer no es la misma en Europa que en Sudamérica, en las democracias occidentales que en los regímenes islamistas. No es el caso, pero también conviene recalcarlo porque, muchas veces, cuando se habla de los derechos de la mujer acabamos confundiendo libertades con imposiciones humillantes, y me refiero a quienes desde posiciones feministas disculpan como rasgos culturales distintos la brutal discriminación de la mujer islámica.

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Pero volvamos la vista a España.

Aquí, por ejemplo, donde la protesta se ha centrado casi exclusivamente en el mercado laboral, la discriminación de salarios y de oportunidades que padece la mujer, debemos preguntarnos por qué se produce, dónde está el origen de la brecha salarial. En estos días se ha difundido en distintos medios un estudio realizado en Estados Unidos en el que se concluye que el origen de la brecha salarial está en los hijos: “Hombres y mujeres reciben un salario desigual porque hay una distribución desigual del cuidado de los niños”. Yo estoy muy de acuerdo con esa interpretación. Y la cuestión radica en determinar qué pasos legislativos se deben dar para disminuir el origen del problema. Ahí está el ejemplo de los países escandinavos, que siempre aparecen a la cabeza en la disminución de las desigualdades entre hombres y mujeres. En España, todo el mundo parece dispuesto a ponerse detrás de una pancarta contra la cultura machista y la sociedad del ‘heteropatriarcado’, pero de ahí no salen nunca.

Muchas veces se oyen los discursos de algunas dirigentes feministas y parece como si el problema de la mujer en España fuera un problema racial; de hecho, se recurre continuamente al ejemplo de Rosa Parks, la mujer que se negó a ceder su asiento a un blanco en un autobús de Alabama. En España, el problema de la mujer no es de segregación por sexos, eso es una barbaridad. La no discriminación por razón de sexo está en la Constitución, en el Estatuto de los Trabajadores y en multitud de leyes. ¿Imaginas un convenio colectivo que establezca un salario distinto para un hombre y una mujer en el mismo puesto de trabajo?

Si existe brecha salarial en España, es por una distribución desigual del cuidado de los niños

No, si existe brecha salarial en España es, fundamentalmente, aunque pueda haber otros factores, por lo que se decía antes, por una distribución desigual del cuidado de los niños. Y esa anomalía se corrige con medidas concretas que debemos exigir a los gobiernos, que es lo que no ocurre en esta huelga. Por eso es tan cómoda esta protesta del 8 de marzo para todos, porque no les afecta en nada. Es una huelga a la mitad.

Pregúntate, por ejemplo, por qué en la misma España existen grandes diferencias en la ‘brecha salarial’ entre hombres y mujeres en las distintas comunidades autónomas. Andalucía, por ejemplo, donde toda la clase gobernante se ha mostrado muy activa en el seguimiento de la protesta, está muy por encima de la media, según la propia UGT; aquí la brecha salarial es de las más acentuadas. Igual que Cantabria, Navarra, Cataluña o Asturias. A igualdad de leyes, la diferencia, obviamente, debe estar en la diferencia de recursos y medios de los que se dispone en cada comunidad para atenuar los efectos de la maternidad que, al menos al principio, recaen por razones obvias más en la mujer que en el hombre.

Como nada de eso se ha analizado, como se quedan en la falsa idea de la discriminación de la mujer como si fuera un problema racial, resulta que la protesta es inocua para quienes tienen en sus manos avanzar en la lucha contra la brecha salarial. En fin, que seguiremos hablando pero, ante este día, ya sabes que tienes mi apoyo como mujer en la protesta del 8 de marzo. Solo pido que seamos más exigentes, más concretos. No te dejes embaucar por los eslóganes ni el feminismo burocratizado; que las pancartas no te impidan ver la realidad de la calle.

La imagen no se vino a la cabeza cuando me preguntabas, sino mucho antes, cuando pude darme cuenta de que parecía una pelota de ping-pong, de un lado al otro de la mesa, cada vez que oía los argumentos de algunas de las mujeres que están a favor de la huelga del 8 de marzo y, al poco tiempo, escuchaba en alguna tertulia de la radio o de la tele los motivos de algunos hombres —principalmente hombres, aunque también mujeres— en contra de la huelga. Entre unos y otros, mi pensamiento iba como una pelota de ping-pong, no porque me sintiera atraído de forma alternativa por aquellos discursos sino porque me repelían hacia el extremo contrario. Oía sus peroratas y me reafirmaban en una sola idea, "no puedo estar en este lado, con esta gente". Como comprenderás, es absurdo.