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Puigdemont, quién se ríe de quién
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Javier Caraballo

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Puigdemont, quién se ríe de quién

"Coleccionaba los viajes y las conferencias y otras tantas bromas enviadas por carta postal a las autoridades españolas", como decía ayer 'Le Figaro'

Foto: El 'expresident' de la Generalitat Carles Puigdemont.
El 'expresident' de la Generalitat Carles Puigdemont.

Andan preocupados muchos catalanes por las consecuencias que tendrán las detenciones, porque piensan que se corre el peligro de humillar a los catalanes en su conjunto, como pueblo, con las reacciones que se producen en toda España cada vez que uno de los procesados por rebelión va a la cárcel. Los chistes y los 'memes' sobre los independentistas son líquido inflamable, dicen. Cuando meten a Jordi Turull en la cárcel, junto a otros cuatro exconsejeros, en plena sesión de investidura, y el personal se mofa con la foto aquella famosa de Piqué con la manita al Real Madrid. O cuando detuvieron a Carles Puigdemont en una gasolinera de Alemania, un Domingo de Ramos, y el tipo se convierte en el hazmerreír.

“Una Cataluña humillada es un peligroso cóctel molotov que puede estallar en la cara de cualquiera, no sabéis lo que estáis haciendo”, dicen esos catalanes que adelantan en cada conversación, en cada comentario sobre lo que está sucediendo, que ellos no son independentistas, que nunca lo han sido, pero que no se está valorando que en Cataluña, la inmensa mayoría de la gente está en desacuerdo con la situación actual y exige un acuerdo político. Es entonces cuando se cita al arzobispo de Tarragona, y se resalta que es del Opus Dei, y que hasta él se ha sumado a la preocupación de los catalanes porque también está “dolido por la situación”, y por eso dejan claro que “los encarcelamientos hacen más difícil un futuro en convivencia”.

Foto: Los diputados de JXCAT Elsa Artadi (2d) y Eduard Pujol (2i), junto a otros diputados independentistas, guardan silencio tras la detención de Puigdemont. (EFE)

Esa es la clave de todo, dicen, que se está ignorando la profunda pena y tristeza que provoca entre los catalanes todo lo que está ocurriendo, que se haya suspendido su autonomía y que no haya en España nadie capaz de escuchar a los catalanes y ofrecerles una salida digna, dialogada. “Que el futuro de Cataluña esté en manos de un juez es una tragedia para la democracia española que acaba dando la razón a los independentistas y a quienes los apoyaban, que siempre han sido pacíficos. Felipe González es el único que parece hacerse dado cuenta de la gravedad de este momento y por eso ha dicho que 'a los independentistas no hay que destruirlos, hay que vencerlos”. "No sabéis bien lo que estáis haciendo al reíros de los independentistas después de cada detención, porque es al pueblo entero de Cataluña al que se está humillando”, repiten.

Andan muchos en Cataluña preocupados, de buena fe, por las consecuencias de todo esto, por que se pueda humillar al pueblo catalán entero, y lo único que no se les puede objetar es que ese sentimiento que trasladan es cierto y es mayoritario entre los catalanes. Pero no es la primera vez que ocurre; más bien podría decirse que se trata de la enésima versión de una premisa aceptada por todos sin rechistar y que, sin embargo, no parece que sea cierta: que en España no se comprende ni se escucha a Cataluña y que esa circunstancia es la que lo ha provocado todo. Sencillamente, no es verdad, y por eso toda la argumentación posterior resulta igualmente falaz.

Que el futuro de Cataluña esté en manos de un juez es una tragedia para la democracia que acaba dando la razón a los independentistas

Esa premisa se ha utilizado con la sentencia del Tribunal Constitucional del Estatut de Cataluña, luego con las reclamaciones del ‘España nos roba’ por la existencia de una injusta financiación de la autonomía de Cataluña, más tarde con la reivindicación de un referéndum de autodeterminación y el libre derecho de un pueblo a votar y a decidir su futuro y, ahora, con el procesamiento de los líderes independentistas. No es necesario volver a matizar cada una de esas afirmaciones, que se llegan a convertir en sentimientos, según dicen, porque incluso en caso de que fueran ciertas, no justifican lo ocurrido. Ese es el error de partida de esa mayoría catalana, independentista o no, que considera que todo lo ocurrido es por culpa de que España no ha sabido escuchar a Cataluña.

Incluso si el Tribunal Constitucional hubiera mutilado gravemente el Estatut de Cataluña, que no es cierto porque se modificaron solo 14 de los 274 artículos de ese estatuto, la reacción contra esa sentencia no puede ser jamás la desobediencia del tribunal y la insumisión, que es lo que se ha fomentado en los últimos cinco o 10 años de forma exponencial. Incluso si fuera cierto que Cataluña sufre un agravio comparativo con la financiación autonómica, que tampoco es cierto porque se trata de una de las regiones de España más beneficiadas por el Estado en los 40 años de democracia, la respuesta no puede ser nunca declarar la independencia y romper con todo. Incluso si fuera verdad lo que tanto se ha repetido de que ‘democracia es votar’, que tampoco se sostiene porque en cualquier democracia del mundo no se vota aquello que va contra el ordenamiento jurídico, la réplica no puede ser la insumisión y la convocatoria desafiante de aquello que han prohibido los tribunales.

Como se ha repetido aquí otras veces, democracia no es votar; votar es una consecuencia de la democracia que ni define ni acapara el concepto, porque lo fundamental en un régimen democrático es el respeto de las leyes y de las formas. Y para que Cataluña pueda ser algún día independiente, hay que cambiar previamente la Constitución.

Foto: Policía alemana ante la prisión de Neumünster. (Reuters)

Como la misma argumentación se aplica ahora a los encarcelamientos y al proceso judicial, también se distorsiona la conclusión a la que se llega, eso de que el destino de Cataluña está en manos de un juez, por encima de los partidos políticos y de la soberanía popular que votó en unas elecciones, el 21 de diciembre pasado. El procesamiento y la prisión de los líderes independentistas es una consecuencia, no la causa de nada. Y, por supuesto, nada tiene que ver con las últimas elecciones catalanas. Si el Tribunal Supremo ha procesado a los líderes independentistas es porque, como recuerda el juez Llarena en el último auto, “el Parlament desobedeció al Tribunal Constitucional de manera tozuda e incansable durante dos legislaturas y cinco años”.

Puede entenderse que muchos en Cataluña estén preocupados por la situación, y que les incomoden las mofas contra los encarcelados, ¿pero por qué antes, durante todos estos años, no consideraban la extraordinaria gravedad de la burla continua al Estado de derecho, que somos todos, que nos compete a todos? Hasta hace unos días, los voceros de Puigdemont se mofaban del juez Llarena cuando viajaba por Europa, “se jactaba de poder desplazarse libremente por Europa a pesar de sus cuentas pendientes con la Justicia española. Coleccionaba los viajes y las conferencias y otras tantas bromas enviadas por carta postal a las autoridades españolas”, como decía ayer 'Le Figaro'. Puigdemont ha sido detenido y encarcelado y la gente se mofa, sí, pero, en realidad, quién se estaba riendo de quién.

Andan preocupados muchos catalanes por las consecuencias que tendrán las detenciones, porque piensan que se corre el peligro de humillar a los catalanes en su conjunto, como pueblo, con las reacciones que se producen en toda España cada vez que uno de los procesados por rebelión va a la cárcel. Los chistes y los 'memes' sobre los independentistas son líquido inflamable, dicen. Cuando meten a Jordi Turull en la cárcel, junto a otros cuatro exconsejeros, en plena sesión de investidura, y el personal se mofa con la foto aquella famosa de Piqué con la manita al Real Madrid. O cuando detuvieron a Carles Puigdemont en una gasolinera de Alemania, un Domingo de Ramos, y el tipo se convierte en el hazmerreír.

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