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Javier Caraballo

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La plaga es peor que la Manada

Hay algo peor que La Manada en España. Es el pánico a La Manada, que se ha extendido como una plaga, acaso ya sin remedio

Foto: Manifestación en Barcelona. (EFE)
Manifestación en Barcelona. (EFE)

Hay algo peor que La Manada en España, y vamos cargando con eso sin saber siquiera que nos está afectando, caminando sobre esas brasas. Es el pánico a La Manada, que se ha extendido como una plaga, acaso ya sin remedio. Habrán oído hablar de 'La guerra de los mundos', aquella dramatización que hizo Orson Welles en octubre de 1938 en un programa de radio de la CBS simulando una invasión marciana en la tierra. Antes de que se emitiera el programa, y con posterioridad también, se advirtió de que aquello era solo una ficción, pero la gente conectaba la radio, oía que los alienígenas habían invadido la tierra, y el pánico, el pánico real, invadió las calles de Nueva Jersey y de Nueva York.

Foto: Multitudinaria manifestación en Madrid en protesta por la corta condena a La Manada. (EFE)
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Los ochenta años que han pasado desde aquel día, los avances tecnológicos revolucionarios con respecto a una época en la que no había ni televisión, lo único que han provocado es que la posibilidad de generar pánico entre la población sea ahora más factible que entonces. Es una auténtica paradoja, tenemos más posibilidades que nunca de recibir una información veraz, y en tiempo real, de lo que está sucediendo en el mundo y es ahora, precisamente, cuando resulta más fácil manipular a las sociedades, agitarlas con un solo eslogan, incendiarlas y echarlas a la calle por una causa que, en muchos casos, ni siquiera conocen.

Sí, sí, esa es la plaga de La Manada, la que tanto asusta y que ha vuelto a desatarse otra vez cuando se ha conocido la decisión de la Audiencia de Navarra de poner en libertar provisional a los cinco miembros de esa banda que están condenados a nueve años de prisión. La decisión de la Audiencia, desde mi punto de vista, es incomprensible, pero a eso me referiré después porque, a fin de cuentas, ¿a quién le interesan los motivos que han llevado a los jueces a tomar esa decisión?

Foto: Concentración contra la sentencia de 'La Manada' | EFE

Lo que sucedió ayer es que, de nuevo, en las redes sociales se activó un lema que ha funcionado en todas las convocatorias feministas con motivo del juicio de Pamplona: #LaManadaSomosTodas. Cuando se estaba celebrando la vista oral, se produjo una de las primeras oleadas de protestas bajo ese lema al saberse que el tribunal había admitido uno de los informes periciales que aportaba la defensa de los acusados, el informe de un detective que finalmente se acabó retirando. ¿No es normal que el abogado de la defensa intente defender a sus representados? ¿No es acaso un derecho fundamental?

Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en un juicio en el que se hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa”. Lo lógico es que el ejercicio de la defensa de un acusado no sea del agrado de las personas que han padecido el delito, pero entenderemos que eso ocurre siempre y que, al final, se confía en la independencia del tribunal para valorar las pruebas que presentan unos y otros. Pues en el caso de La Manada, nunca ha sido así.

Cuando la defensa presentó aquel informe pericial, se convocaron manifestaciones y se difundió por las redes un vídeo aterrador: Una a una, iban saliendo mujeres, de todas las edades, que se hacían una pregunta: “¿Se me permite ahora disfrutar del sexo? ¿Puedo subir una foto a Instagram? ¿Puedo pasarlo bien con mi novio en la cama? ¿Puedo volver a salir de fiesta una noche? ¿Me puedo emborrachar con mis amigas? ¿Se me permite ir a comprar el pan? ¿Puedo llevar minifalda otra vez? ¿Puedo hacer toples en la playa? ¿Se me permite llevar escote? ¿Puedo seguir tuiteando? ¿Puedo ponerme lencería sexy si me apetece? ¿Puedo irme sola de vacaciones? ¿Puedo salir a pasear mi perro?”.

Se ha extendido la sensación falsa de que la Justicia no protege a las mujeres porque es machista y no condena a los violadores

Lo de menos es que aquel vídeo de ‘La Manada somos todas” se hiciera viral, lo peor es que a partir de entonces hay mujeres que se lo preguntan realmente, y lo utilizan en las discusiones que se suscitan en su grupo de amigos, o en tertulias de radio o televisión, y por supuesto en las redes sociales. Como si España, a partir de lo sucedido en Pamplona, se hubiera convertido en un país de violadores, en cada esquina, en cada bar, que garantiza inmunidad judicial a cada uno de esos violadores. Igual que en 'La guerra de los mundos,' se ha extendido la sensación doble, e igualmente falsa, de que las mujeres en España están en peligro cuando salen a la calle y la Justicia no las protege porque es machista y no condena a los violadores.

Cuando se conoció ayer la decisión de la Audiencia de Pamplona, volvió a suceder, convocatorias de protestas en toda España con el mismo lema, que ahora incluso parecía más justificado, más alarmante: ¡La Manada está en la calle! El pánico, el miedo, es una emoción que forma parte de la naturaleza humana y que, cuando se desborda, es una enfermedad peligrosa. Sabemos bien que el pánico se puede expandir con más rapidez que un virus y, cuando eso ocurre, paraliza a una sociedad, la incapacita para analizar la realidad con serenidad, con rigor, sin fobias.

Foto: El grito de "no es abuso, es violación" vuelve a las calles de Pamplona. (EFE)

En el caso de La Manada, la consecuencia más atroz que se respira en la calle es esa de que las sentencias y las decisiones judiciales tienen que obedecer al sentir de la mayoría, no al criterio estricto de la legalidad. Y que la Justicia, antes que Justicia, tiene que ser feminista. Esa es una barbaridad enorme que nos lleva a los pasajes más oscuros de la historia. Por eso, repito de nuevo que la plaga justiciera de La Manada es peor que La Manada.

Sentado eso, lo único que no se entiende de la puesta en libertad provisional de los condenados por los abusos sexuales de Pamplona es que hayan sido puestos en libertad por el mismo tribunal que, de forma persistente, la ha estado negando cuando no había condena. Es incomprensible porque la prisión provisional, cuando no existe aún una sentencia condenatoria, tiene muchas más limitaciones legales que la que se produce cuando ya existe una sentencia.

¿Por qué el mismo tribunal tiene un criterio tan errático, si ahora se justifica la prisión provisional más que antes?


En este momento, la ley ampara a que los condenados de La Manada puedan estar en prisión provisional hasta la mitad de la condena que se les ha impuesto. Último párrafo del artículo 504 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal: “Si fuere condenado el investigado o encausado, la prisión provisional podrá prorrogarse hasta el límite de la mitad de la pena efectivamente impuesta en la sentencia, cuando ésta hubiere sido recurrida”.

Es decir, si a los cinco de La Manada se les ha condenado a nueve años de cárcel, pueden estar en prisión provisional hasta cuatro años y medio, en el caso de que no se resuelva en ese tiempo el recurso y la sentencia no sea firme. ¿Por qué el mismo tribunal tiene un criterio tan errático, si ahora se justifica la prisión provisional más que antes? No tiene explicación lógica, de lógica procesal, y, entre jueces y fiscales a los que he podido trasladar esa misma duda, tampoco se encuentra una respuesta. Temo mucho que, vencido por la presión, desnortado por todo lo que ha sucedido, el tribunal de Navarra haya estado forzando sus decisiones desde el principio. Y ahora se encuentra en un callejón sin salida en el que solo se escucha, al otro lado de la calle, un grito unánime que dice que “La Manada Somos Todas”.

Hay algo peor que La Manada en España, y vamos cargando con eso sin saber siquiera que nos está afectando, caminando sobre esas brasas. Es el pánico a La Manada, que se ha extendido como una plaga, acaso ya sin remedio. Habrán oído hablar de 'La guerra de los mundos', aquella dramatización que hizo Orson Welles en octubre de 1938 en un programa de radio de la CBS simulando una invasión marciana en la tierra. Antes de que se emitiera el programa, y con posterioridad también, se advirtió de que aquello era solo una ficción, pero la gente conectaba la radio, oía que los alienígenas habían invadido la tierra, y el pánico, el pánico real, invadió las calles de Nueva Jersey y de Nueva York.

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