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Aznar le gana el Congreso a Rajoy
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Javier Caraballo

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Aznar le gana el Congreso a Rajoy

Los cuadros del Partido Popular han renegado de la herencia ideológica de Mariano Rajoy y han votado por regresar a un partido sin guiños al centro

Foto: Pablo Casado recibe una ovación tras ganar las primarias del PP, a su lado el expresidente Mariano Rajoy. (Reuters)
Pablo Casado recibe una ovación tras ganar las primarias del PP, a su lado el expresidente Mariano Rajoy. (Reuters)

Perdió Soraya Sáenz de Santamaría, pero la derrota mayor no fue la suya sino la de Mariano Rajoy, la segunda moción de censura que lo deja tumbado, noqueado, esta vez en su propio partido. Como si Aznar se le hubiera aparecido a Rajoy en uno de los pasillos del hotel donde estaban, igual que en aquella película angustiosa de Jack Nicholson, ‘El resplandor’; el espectro de Aznar, con esa sonrisa que se le debe haber quedado al expresidente después de saberse ganador de un Congreso al que ni siquiera lo habían invitado. La venganza fría de Aznar que lleva años mascullando se volvió helada cuando se abrieron las urnas y se comprobó que ha sido la invocación a la derecha más pura que representaba Pablo Casado la que ha movilizado a la mayoría de los compromisarios, arrollando incluso el deseo de los militantes expresado una semana antes. Los cuadros del Partido Popular han renegado de la herencia ideológica de Mariano Rajoy y han votado por regresar a un partido sin guiños al centro, una derecha nítida de moral y de religión, de liberalismo y de reconquista, ruda antes que tecnócrata.

En la derecha española siempre ha tenido un valor especial eso tan genérico de “llamar a las cosas por su nombre”. Cada vez que se invoca este deseo, hay que ir preparándose porque no se refieren a cómo se dicen las cosas sino a lo que se dice. Lo que quieren no es un discurso más claro, sino un discurso más radical; a esa radicalidad es a la que se le suele denominar siempre en la derecha “hablar claro”. Todo lo demás, cualquier intento de centrar las posiciones políticas en todos los debates, de no incluir en el ideario aspectos relacionados con la moral, siempre será tachado de ‘derecha acomplejada’. A Mariano Rajoy se lo vienen diciendo desde el principio, ‘maricomplejines’. Se lo han dicho, sobre todo, desde el extrarradio del Partido Popular, que es donde se refugian los más radicales, como Aznar desde hace unos años, pero como Rajoy ganaba elecciones, la cosa no pasaba de ahí, del insulto grosero y basto. A partir de que el Partido Popular comenzó a perder votos, una enorme sangría de votos, ese resquemor interno de ‘derecha acomplejada’ se ha ido haciendo mayoría hasta plasmarse en la victoria de Pablo Casado en este congreso.

Como Rajoy ganaba elecciones, la cosa no pasaba de ahí, del insulto grosero y basto

“No hay nada más mentiroso que un compromisario”, decía en los pasillos del Congreso alguno de los integrantes del equipo de Soraya Sáenz de Santamaríacuando se esperaba el recuento y, pese a las expectativas iniciales, ninguno de ellos cantaba victoria. Sabían, porque así sucede en este tipo de congresos políticos abiertos en los que se renueva la cúpula de partido, que una cosa es lo que digan, juren y perjuren los compromisarios sobre el sentido de su voto y otra cosa muy distinta es el voto que finalmente depositen en la urna. A Soraya le habían confirmado la mayoría de los compromisarios que iban a votarla, pero quinientos o seiscientos la estaban engañando. De todas formas, eso es lo menos relevante de la votación: lo interesante es analizar cuál ha sido la razón por la que, de pronto, Soraya Sáenz de Santamaría se ha convertido en el elemento a batir en el PP. ¿Por qué se ha producido esa movilización de todos contra ella? No parece que sea nada personal, de antipatía personal hacia la exvicepresidenta, aunque esas enemistades existan, sino que se justifica por un malestar que permanecía oculto tras la gestión del Gobierno del PP del conflicto de Cataluña. Lo que nadie le había dicho a la cara a Mariano Rajoy es que en el Partido Popular están muy descontentos de cómo ha hecho las cosas, de cómo se ha enfrentado al independentismo catalán, de cómo ha gestionado la peor crisis institucional de la democracia. Nadie se lo había dicho: que todos piensan que la política del PP en Cataluña es la que ha arrastrado al partido hacia el desastre que se pronostica en las encuestas en toda España. Por eso debe ser tan doloroso el resultado del Congreso para Mariano Rajoy, porque los mismos que lo aplaudieron a rabiar el viernes, se volcaron el sábado a favor de una censura a su gestión en Cataluña por no haber sabido defender a España.

Lo interesante es analizar cuál ha sido la razón por la que, de pronto, Santamaría se ha convertido en el elemento a batir en el PP

Mucho más que la corrupción, que en este congreso siempre se ha citado de pasada y con manidos reproches de argumentario, y al margen de la gestión económica, que nadie le discute a Mariano Rajoy, el motor del cambio en el Partido Popular ha sido el descontento con Cataluña. La tibieza, los complejos o la indefinición, todos esos valores que tanto pesan en la derecha, han derrotado a Soraya Sáenz de Santamaría, convertida en la máxima expresión de la política de Rajoy en Cataluña. Frente a eso, llegó Pablo Casado con el discurso que estaban esperando en el Partido Popular, aquello que reclamaba Aznar desde los extrarradios de la derecha: “Le decimos a los españoles –sostiene Casado- que vamos a cambiar algunas cosas, que si ha pasado lo que ha pasado es porque no aplicamos el 155 como había que aplicarlo; que la operación diálogo es un fracaso, la de PSOE y la que hicimos nosotros, que lo que no puede ser es que Sánchez esté fiando todo a una estrategia judicial, como hicimos nosotros”. Inútilmente, en su despedida, Mariano Rajoy quiso reivindicarse a sí mismo, a lo realizado, a los problemas superados cuando “le hicimos frente a la declaración de independencia de una región española: No fue fácil, pero se hizo bien”.

En ese mismo discurso de despedida de la presidencia del Partido Popular, Mariano Rajoy volvió a referirse a la “confabulación de perdedores” que lo ha apartado de la Moncloa, pasando por encima del deseo de los votantes españoles que le dieron el triunfo en las elecciones generales. En esta segunda moción de censura que ha perdido, la de su partido ante su herencia ideológica, Rajoy podría decir lo mismo porque la cronología de los acontecimientos es similar. Soraya Sáenz de Santamaría, que representaba su legado de centro moderado, fue la que ganó entre los militantes cuando acudieron a votar, y han sido los compromisarios que apoyaban a los candidatos perdedores, también confabulados, los que han impuesto a un presidente que representa un giro a la derecha del Partido Popular, lejos del centro y de todo aquello que pueda significar moderación y tecnocracia. Si se mira hacia atrás, en el PP siempre están viajando del centro de la derecha y de la derecha al centro. En cada crisis o en cada momento de indefinición, idas y venidas. También en eso se ha parecido este XIX Congreso del PP a la película aquella de terror de Jack Nicholson: “Este es nuestro famoso laberinto. A la gente le gusta mucho. Las paredes miden 4 metros de alto y los setos son tan antiguos como el hotel”.

Perdió Soraya Sáenz de Santamaría, pero la derrota mayor no fue la suya sino la de Mariano Rajoy, la segunda moción de censura que lo deja tumbado, noqueado, esta vez en su propio partido. Como si Aznar se le hubiera aparecido a Rajoy en uno de los pasillos del hotel donde estaban, igual que en aquella película angustiosa de Jack Nicholson, ‘El resplandor’; el espectro de Aznar, con esa sonrisa que se le debe haber quedado al expresidente después de saberse ganador de un Congreso al que ni siquiera lo habían invitado. La venganza fría de Aznar que lleva años mascullando se volvió helada cuando se abrieron las urnas y se comprobó que ha sido la invocación a la derecha más pura que representaba Pablo Casado la que ha movilizado a la mayoría de los compromisarios, arrollando incluso el deseo de los militantes expresado una semana antes. Los cuadros del Partido Popular han renegado de la herencia ideológica de Mariano Rajoy y han votado por regresar a un partido sin guiños al centro, una derecha nítida de moral y de religión, de liberalismo y de reconquista, ruda antes que tecnócrata.

Mariano Rajoy Pablo Casado