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Andalucía, las elecciones del miedo
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Javier Caraballo

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Andalucía, las elecciones del miedo

Si Susana Díaz ha adelantado a diciembre las autonómicas, es por miedo a que, en los meses sucesivos, el panorama político se le complique más de lo que auguran todos los sondeos

Foto: La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (Ilustración: Raúl Arias)
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (Ilustración: Raúl Arias)

El miedo es un revulsivo en política, acaso el más poderoso. El miedo a perder el poder, la posición, el escaño, el cargo. Por miedo se desatan cruentas batallas internas en el interior de los partidos políticos, por miedo se apuñalan las lealtades de una vida y por miedo se adoptan también algunas decisiones políticas como el adelanto de unas elecciones, varios meses antes de que se agote la correspondiente legislatura, como acaba de ocurrir ahora en Andalucía.

Susana Díaz firma el decreto de convocatoria de elecciones para el 2 de diciembre

Si la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, ha adelantado a diciembre las elecciones autonómicas, es por miedo a que, en los meses sucesivos, el panorama político se le complique más de lo que, en estos momentos, auguran todos los sondeos. Todas las demás razones son pura filfa; todo eso de la urgencia del momento, la estabilidad parlamentaria o el interés de Andalucía solo forma parte del discurso político elaborado para justificar una decisión previa.

Susana Díaz justifica el adelanto electoral en la falta de estabilidad

Aquí mismo, a principios del pasado mes de abril (¡en el mes de abril!), ya se afirmó que “Susana Díaz se prepara para elecciones en otoño”, y en otoño las ha convocado. Quiere decirse, por tanto, que se trataba de una decisión previa, una estrategia diseñada que, con el paso de los meses, se ha ido confirmando con las encuestas y con los vaivenes de la política nacional. De todas formas, que sea el miedo electoral el que mueve a Susana Díaz no implica que sea la única candidata que afronta estas elecciones con ese resquemor: por diversas razones, estas son las elecciones del miedo en Andalucía.

Para Susana Díaz, estas elecciones son fundamentales porque, aunque la potente líder socialista proclame continuamente que ella es una experta en ganar elecciones (habría que matizar que, desde su batacazo en las primarias del PSOE, ya lo dice menos), los socialistas andaluces saben que su hegemonía inició un declive desconocido en 2012 del que no se ha recuperado. Es verdad que muchos años antes, en 1994, estuvieron a punto de perder la Junta de Andalucía, pero aquella pesadilla solo les duró dos años. Manuel Chaves, el más longevo de los presidentes en España (19 años en el poder, con seis victorias consecutivas), recuperó la normalidad arrolladora y volvió a las mayorías absolutas de siempre. Es con José Antonio Griñán, en 2012, cuando el PSOE pierde por primera y única vez las elecciones andaluzas, aunque retuvo el Gobierno.

Se trataba de una decisión previa, una estrategia diseñada, que se ha ido confirmando con las encuestas y con los vaivenes de la política nacional

El problema de Susana Díaz, que vino a continuación de Griñán, es que ella, en la única ocasión en la que se ha presentado como candidata a la presidencia andaluza, no solo no superó el mal resultado electoral sino que lo empeoró: mantuvo el mismo número de escaños, pero perdió más de 100.000 votos, un 7% menos que su predecesor. Tras una nueva legislatura en el Gobierno andaluz, la sensación que transmiten las encuestas es que el PSOE andaluz no recupera el fuelle perdido con los grandes escándalos de corrupción que aún se mantienen. De hecho, la eventualidad de que en los próximos meses haya una sentencia del fraude de los ERE es la principal razón de este adelanto electoral.

En cualquier caso, aun contando con todos esos síntomas de agotamiento, el PSOE sigue siendo el partido que gana en todas las encuestas en Andalucía. No se ha publicado ni un solo sondeo en estos últimos meses en que los socialistas, después de 36 años de Gobierno, no estén muy por delante de todos los demás. Al candidato del Partido Popular, Juanma Moreno Bonilla, que también se estrenaba, le sacó en las últimas elecciones nueve puntos de ventaja y lo dejó hundido en uno de los resultados más frustrantes de la derecha andaluza en unas elecciones, el peor resultado en 25 años.

También para Juanma Moreno son estas unas elecciones del miedo, entre otras cosas porque él mismo se comprometió a no seguir si no logra la presidencia de la Junta de Andalucía en estas elecciones. Ese fue su compromiso de hace tiempo; ahora habría que sumarle que Pablo Casado es el nuevo presidente del PP y que Moreno Bonilla fue de los líderes regionales que apostaron por Soraya Sáenz de Santamaría hasta el último momento.

Foto: Pedro Sánchez conversa con la reina Sofía, este 8 de octubre, en el funeral de la soprano Montserrat Caballé, en Barcelona. (EFE)

La única esperanza que anida en el seno del PP andaluz es que, cuando se cuenten los votos, los escaños populares y los de Ciudadanos puedan sumar una mayoría absoluta para desbancar a la presidenta andaluza. Lo único que falla en ese planteamiento es que, para ello, el PP tiene que contar con Ciudadanos y, hasta el momento, lo que siempre ha mantenido este partido es que apoya a la fuerza política que gane las elecciones. Como ha hecho con Susana Díaz. Eso, sin incluir que las expectativas de Ciudadanos están más lejos: varios sondeos lo han situado como segunda fuerza política en Andalucía, por delante del PP.

El miedo del candidato de Ciudadanos, Juan Marín, es ese, que se desinfle en estas elecciones. Para Albert Rivera, tal y como se están disputando en la actualidad los votos del centro derecha, ese es el miedo principal. Dicho de otra forma, si Ciudadanos no supera al PP en Andalucía ni despega en votos, que se vaya olvidando Albert Rivera de un sorpaso en el centro derecha español.

Foto: Albert Rivera, en la reunión del Comité Ejecutivo Nacional de Ciudadanos celebrado en Málaga (Efe).

De todas formas, existen muchas posibilidades de que, como ha ocurrido otras veces, el PSOE tenga más de una opción para pactar. Esta es otra de las ventajas que tienen los socialistas andaluces, no solo disponen siempre de un bastón para apoyarse sino que pueden elegir hasta el bastón. Los ha tenido de todos los colores, verdes de Andalucistas, naranjas de Ciudadanos y rojos de Izquierda Unida.

Teresa Rodríguez se presenta por segunda vez a las elecciones de la mano del líder andaluz de Izquierda Unida; el miedo de los dos es que tampoco ahora consigan que Susana Díaz les dedique ni siquiera una mirada. La relación política entre ellos debe estar en un estado mental previo a la náusea. Y la relación personal, que se sepa, es inexistente.

“Cállate, bonita, que callada estás más guapa”, le han gritado desde los escaños socialistas a la líder de Podemos mientras que Teresa Rodríguez se cebaba con Susana Díaz con ganchos al hígado como “usted no ha trabajado en la vida”. Maíllo piensa de Susana Díaz que se define “por un concepto griego, la ‘hybris’: arrogancia, soberbia y desmesura”. Dicho lo cual, está claro que si se necesitan, acabarán pactando. El miedo de Teresa Rodríguez y de Antonio Maíllo es que, frente a este PSOE y a esta presidenta, sean ellos los que terminen perdiendo votos y escaños, que acaben en la irrelevancia parlamentaria, porque esa será la que los conduzca al final de sus carreras políticas.

El miedo es un revulsivo en política, acaso el más poderoso. El miedo a perder el poder, la posición, el escaño, el cargo. Por miedo se desatan cruentas batallas internas en el interior de los partidos políticos, por miedo se apuñalan las lealtades de una vida y por miedo se adoptan también algunas decisiones políticas como el adelanto de unas elecciones, varios meses antes de que se agote la correspondiente legislatura, como acaba de ocurrir ahora en Andalucía.

Susana Díaz Teresa Rodríguez Juan Marín