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Las tres puertas de Susana Díaz
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Javier Caraballo

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Las tres puertas de Susana Díaz

El drama de la expresidenta andaluza, que ella sabe, y todo el mundo sabe, es que le queda una única posibilidad para poder seguir adelante y que ni siquiera depende ya de sí misma

Foto: La secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz. (EFE)
La secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz. (EFE)

Maldito el día en que Susana Díaz se cruzó en el camino con Pedro Sánchez y le miró a los ojos. Cuántas veces debe haberlo pensado ella… Porque ese día fue el primero en toda su carrera política en que las cosas iban a empezar a irle mal, rematadamente mal, inexplicablemente mal. De las infinitas posibilidades de ascenso político que Susana Díaz tenía hasta ese momento, su horizonte se redujo de golpe a tres únicas opciones, y el problema mayor es que, a día de hoy, ya ha quemado dos. Ese es el drama de la expresidenta andaluza, que ella sabe, y todo el mundo sabe, que le queda una única posibilidad para poder seguir adelante y que ni siquiera depende ya de sí misma.

A Susana Díaz, ahora, solo le queda contar los días y resistir para que sea Pedro Sánchez quien se caiga solo; esa es la única manera que tiene de levantarse y superar el nocaut de las últimas elecciones andaluzas. Hasta entonces, Susana Díaz se eternizará en la sonrisa forzada que se le ha quedado desde principios de diciembre para intentar demostrarnos a todos que no está acabada.

La última foto que se hizo Susana Díaz en el Palacio de San Telmo, aún como presidenta de la Junta de Andalucía, fue el 19 de diciembre pasado, con el mítico campeón ruso de ajedrez Anatoli Karpov, que regresó a Sevilla 31 años después del campeonato del mundo que se celebró en la capital andaluza. Es curiosa la coincidencia porque, cada uno en lo suyo, Karpov y Susana Díaz han mantenido la misma filosofía: “No es posible derrotar al adversario si se está dispuesto a aceptar unas tablas”. Eso lo dijo el soberbio ajedrecista ruso, pero es lo mismo que ha pensado siempre Susana Díaz, que para progresar en política hay que aspirar siempre a lo máximo, que a los rivales, que son los del partido, hay que derrotarlos. Conocido es lo que cuentan de ella en el propio Partido Socialista; una historia que de tanto repetirla ya va adquiriendo tonos de leyenda.

A Susana Díaz la han descrito los suyos como si fuera una especie de mantis religiosa, que devoraba a todos sus padrinos después de servirse de ellos. Todos los que la ayudaban a subir un poco más en la escalera acababan ellos mismos de peldaño, porque el siguiente paso lo daba sobre sus cabezas. El dirigente de agrupación que la metió en el PSOE, el alcalde que la llevó al ayuntamiento, el presidente provincial que la envió al Congreso, el hombre fuerte del aparato que confió en ella para el partido, el líder regional que la sentó a su lado en el Gobierno… “En todos los casos, el asesinato ha estado claro; menos en la salida de Griñán, que pareció un accidente”, decían de ella, con esa forma de hablar tan de las tripas del partido, relatos novelados sobre la historia más antigua del mundo, las luchas de poder.

Cuando Pedro Sánchez se cruzó en esa trayectoria, lo que nadie podía pensar es que supondría siquiera un leve dolor de cabeza para Susana Díaz. Pedro Sánchez estaba destinado a ser una marioneta coyuntural, válida para unos meses o unos años, hasta que Susana Díaz se decidiera a ocupar su espacio natural, el poder absoluto. Lo que ha ocurrido no hace falta volver a detallarlo porque se resume en una sola frase: ha pasado todo lo contrario. Ni Alfonso Guerra alcanza a comprenderlo, y eso que no habrá nadie, nunca, en un partido político, que consiga acumular el poder y el control que él llegó a acaparar.

Sánchez estaba destinado a ser una marioneta coyuntural, válida hasta que Díaz se decidiera a ocupar su espacio natural, el poder absoluto

En su último libro, Alfonso Guerra habla de Pedro Sánchez con asombro, o con pasmo: “No pueden negarle a Pedro Sánchez una gran habilidad, defenestrado de la secretaría general del PSOE, recuperó el cargo mediante unas elecciones primarias y alcanzó la presidencia del Gobierno con el grupo de diputados menos numeroso del PSOE de los 40 años de democracia. ¿Cómo ha sido posible esta asombrosa transformación?”, dice Guerra. Que se lo pregunten a Susana Díaz, que, desde que lo conoció, ha experimentado la transformación contraria, diametralmente opuesta. Todo le ha salido al revés.

Foto: Susana Díaz en el debate sobre el estado de la Comunidad. (EFE) Opinión
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En cualquier caso, que nadie piense que la todavía líder de los socialistas andaluces ha tirado la toalla. Las tres puertas de las que se hablaba antes, las tres opciones que tenía para deshacerse de Pedro Sánchez cuando estalló el conflicto interno entre ellos, eran las elecciones primarias del PSOE, de mayo de 2017, las elecciones andaluzas, del 2 diciembre de 2018, y las elecciones generales próximas, que se celebrarán a finales de este año o a mediados del próximo.

Después de haber perdido las elecciones primarias, el mantenimiento de la presidencia de la Junta de Andalucía era la opción más importante que tenía Susana Díaz para despejar su futuro y esperar, tranquilamente, a que el destino volviese a sonreírle. Pero tampoco le ha salido la jugada y, como en las primarias, las ha perdido contra todo pronóstico. Como todavía conserva el poder orgánico en la estructura andaluza del PSOE, lo normal será que, hasta que se celebren las elecciones generales, en el socialismo andaluz se establezca un tiempo de tregua en la batalla, un periodo de paz simulada en el que la consigna será aparentar normalidad donde solo se están guardando las armas.

Si Sánchez consigue revalidar la presidencia del Gobierno tras las próximas elecciones generales, se habrá cerrado la última puerta para Susana Díaz

Llegado el día, ambos deben saber ya que si Pedro Sánchez consigue revalidar la presidencia del Gobierno tras las próximas elecciones generales, se habrá cerrado la última puerta para Susana Díaz. Si eso sucede, sus días al frente del PSOE andaluz estarán contados y, con toda probabilidad, no llegue a presentarse de nuevo a unas elecciones andaluzas. Pero si Pedro Sánchez fracasa, si tiene que abandonar la Moncloa… Entonces, Susana Díaz volverá a recordar el día que la visitó Karpov en San Telmo. En política no vale hacer tablas si se quiere ganar. En eso andan metidos los dos.

Maldito el día en que Susana Díaz se cruzó en el camino con Pedro Sánchez y le miró a los ojos. Cuántas veces debe haberlo pensado ella… Porque ese día fue el primero en toda su carrera política en que las cosas iban a empezar a irle mal, rematadamente mal, inexplicablemente mal. De las infinitas posibilidades de ascenso político que Susana Díaz tenía hasta ese momento, su horizonte se redujo de golpe a tres únicas opciones, y el problema mayor es que, a día de hoy, ya ha quemado dos. Ese es el drama de la expresidenta andaluza, que ella sabe, y todo el mundo sabe, que le queda una única posibilidad para poder seguir adelante y que ni siquiera depende ya de sí misma.

Susana Díaz Pedro Sánchez