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Hoy se sienta Tejero en el banquillo
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Javier Caraballo

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Hoy se sienta Tejero en el banquillo

Contra Tejero, todos estábamos unidos porque nadie dudaba de sus propósitos. El independentismo catalán ha llegado más lejos incluso que los golpistas del 23-F, pero no nos parece igual

Foto: Los exmiembros del Govern (de izda. a dcha.) Joaquín Forn, Raül Romeva, Dolors Bassa, Jordi Turull, Josep Rull y Meritxell Borràs a su llegada a la sede de la Audiencia Nacional el 2 de octubre de 2017. (EFE)
Los exmiembros del Govern (de izda. a dcha.) Joaquín Forn, Raül Romeva, Dolors Bassa, Jordi Turull, Josep Rull y Meritxell Borràs a su llegada a la sede de la Audiencia Nacional el 2 de octubre de 2017. (EFE)

Es Tejero quien, de nuevo, se sienta hoy en el banquillo de los acusados aunque dices, y tienes razón, que nada tienen que ver esos dos momentos, el 23 de febrero y la revuelta independentista. De hecho, esa diferencia de aspecto es la que más daño nos esta haciendo desde el principio porque nada puede haber más nocivo que un mal que no se intuye, que aparece camuflado o disimulado.

Contra Tejero, todos estábamos unidos porque nadie dudaba de sus propósitos, porque al verlo allí con su mostacho, uniformado, empuñando una pistola, todos los demócratas sabían que era su bienestar, su libertad, su seguridad, la que estaba en peligro. El independentismo catalán, con su lazo amarillo en la solapa, tenía el mismo propósito y, formalmente, ha llegado más lejos incluso que los golpistas del 23-F, pero no nos parece igual.

En octubre de 2017 aprobaron una declaración de independencia con la que rompían la Constitución y la convivencia de los españoles, especialmente en Cataluña, que es lo que nunca lograron los golpistas de Tejero en las 18 horas de miedo y de esperpento en el Congreso. “El pueblo de Catalunya es amante del Derecho, y el respeto a la Ley es y será una de las piedras angulares de la República”, decían en su declaración. Ni siquiera los guardias civiles y militares golpistas tuvieron el cinismo de proclamarse ellos mismos como amantes del derecho y del respeto a la ley el mismo día que la estaban violando.

Ni la crisis económica, ni el chantaje de los terroristas, ni los grandes casos de corrupción; ha npuesto tanto en riesgo la convivencia democrática como los independentistas

Es Tejero quien, de nuevo, se sienta hoy en el banquillo de los acusados y, aunque no te parezca lo mismo, debes pararte a pensar que la democracia española que hemos construido en estos 40 años, la que nos dejaron tus padres o tus abuelos, se ha consolidado como el mayor periodo de libertad y de prosperidad de toda la historia de España gracias a que la determinación de superar el pasado ha sido siempre más fuerte que los múltiples problemas que hemos superado. Ni los periodos de graves crisis económicas, de reconversiones y de ajustes; ni el chantaje de los terroristas, ni la sangre derramada en las aceras; ni la decepción de la política, incluso de las instituciones, por los grandes casos de corrupción; nada de eso ha puesto tanto en riesgo la convivencia democrática en España como esas dos fechas separadas entre sí por tantos años y unidas en lo más hondo por el mismo interés de violar y quebrantar la Constitución.

Las dos únicas veces en todo este tiempo en las que un discurso del Rey ha podido tranquilizarnos a todos. No hace falta que, ahora, nos paremos a debatir si es la monarquía o la república la que te gusta, porque la urgencia de este momento es mucho mayor, más primaria, y debe unirnos a todos los demócratas. En las dos ocasiones era el jefe del Estado el que estaba en todas las televisiones para reafirmarnos en el firme compromiso con la Constitución y con la democracia. “Son momentos difíciles, pero los superaremos; son momentos muy complejos, pero saldremos adelante. Porque creemos en nuestro país y nos sentimos orgullosos de lo que somos. Porque nuestros principios democráticos son fuertes, son sólidos”. Eso fue lo que dijo el rey Felipe VI en su discurso de octubre de 2017; la triste noche del 23 de febrero de 1981, su padre, don Juan Carlos, dijo algo parecido en su intervención, pero unas horas antes, a las 20:20 horas, llamó por teléfono a Jordi Pujol, presidente de la Generalitat de Cataluña, para transmitirle la misma seguridad en la democracia española. “Tranquilo, Jordi, tranquilo”, confesó Pujol que le había dicho el Rey y, con esa certeza de la jefatura del Estado, la España democrática siguió avanzando. Hasta que fueron los catalanistas como Pujol los que intentaron romperlo todo.

Cumplirán sus penas. Confía en la democracia de tu país y el mío, que se llama España. Nada se construye sin ley, solo el caos

Es Tejero quien hoy, de nuevo, se sienta en el banquillo y como ocurrió entonces será un tribunal de Justicia el que determine las penas que se han de cumplir. En los próximos días, cuando comience la tormenta de barullos y de insidias, de bronca política y de mentiras retorcidas, mantén exclusivamente la confianza en los jueces del Tribunal Supremo, en la Justicia española y en su sentencia final sobre lo que ha ocurrido en Cataluña y la pena que deben pagar sus responsables.

Confía en la Justicia y, sea cual sea su sentencia, no dejes que te agríen el estómago con las versiones interesadas de oportunistas y farsantes, agoreros y arribistas. Quédate con la seguridad de que nada se construye sin ley, solo el caos, que ninguna sociedad prospera si no se cumplen las normas, las reglas que nos hemos dado, que ninguna libertad es posible si no se respeta la libertad de los demás.

Todo esto pasará y los responsables de la revuelta independentista cumplirán sus penas, como han cumplido con la prisión preventiva todos aquellos que no se fugaron a otros países; todo esto pasará y la democracia española habrá superado la prueba más difícil desde que se murió el dictador. La más difícil porque, como dices, y tienes razón, esto no es como el 23 de febrero. Eso es lo peor, que siendo lo mismo no parecen igual. Así que no te dejes engañar por las apariencias y confía en la democracia de tu país y el mío, que se llama España.

Es Tejero quien, de nuevo, se sienta hoy en el banquillo de los acusados aunque dices, y tienes razón, que nada tienen que ver esos dos momentos, el 23 de febrero y la revuelta independentista. De hecho, esa diferencia de aspecto es la que más daño nos esta haciendo desde el principio porque nada puede haber más nocivo que un mal que no se intuye, que aparece camuflado o disimulado.

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