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Susana Díaz y Pedro Sánchez, batalla final
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Javier Caraballo

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Susana Díaz y Pedro Sánchez, batalla final

este pulso de Pedro Sánchez y Susana Díaz destaca por los vaivenes acelerados e inesperados que, repentinamente, transforman el panorama, lo invierten, lo deforman

Foto: Pedro Sánchez saluda a Susana Díaz en un acto del PSOE en Sevilla. (EFE)
Pedro Sánchez saluda a Susana Díaz en un acto del PSOE en Sevilla. (EFE)

Que no había reconciliación posible, era algo sabido; la novedad ahora es que tampoco será posible la convivencia. Pedro Sánchez y Susana Díaz, una historia de agrios desencuentros, el enfrentamiento más visceral que se recuerda en un partido como el PSOE, hecho a sí mismo a base de disputas y traiciones. Sobre todas ellas, este pulso de Pedro Sánchez y Susana Díaz destaca por los vaivenes acelerados e inesperados, giros abruptos de 180 grados que, repentinamente, transforman el panorama, lo invierten, lo deforman.

Foto: Susana Díaz sale del Parlamento de Andalucía, el pasado 7 de marzo. (EFE)

No ha habido ninguno igual y, probablemente, no volverá a ocurrir una historia igual porque, en lo que conocemos, es imposible competir con el currículum de sorpresas explosivas del actual presidente del Gobierno. Y frente a él, la heredera natural que lo perdió todo y que, como una Escarlata O’Hara de la política, juró frente al horizonte que no descansaría jamás hasta recuperar aquello que le fue arrebatado. Susana Díaz y Pedro Sánchez. Con la prevención de que nada es más voluble en la actualidad que un pronóstico político, antes de que llegue el otoño se habrá resuelto la batalla final.

El último acontecimiento relevante de esta secuencia de enfrentamientos entre ambos se produjo a principios de diciembre del año pasado cuando Susana Díaz, contra todo pronóstico, perdió la posibilidad de formar gobierno en Andalucía y arruinó una larga hegemonía de casi cuarenta años del PSOE en esta comunidad. En cuanto se cerraron las urnas, los emisarios de Pedro Sánchez comenzaron a señalarle la puerta de salida. “Nuestro papel siempre tiene que estar subordinado al éxito de nuestro proyecto político”, dijo Ábalos, ministro y secretario de organización utilizando el mismo lenguaje que, hasta entonces, había usado Susana Díaz: lo importante es ganar elecciones. Con lo cual, cuando alguien dilapida una hegemonía de 40 años, tiene que marcharse; “regenerarse”, que es el término utilizado siempre en política cuando alguien quiere librarse de un rival.

Existe un “profundo malestar” en la actualidad en la ejecutiva federal del PSOE con Susana Díaz

Si Pedro Sánchez hubiera tenido más fuerza orgánica e institucional, a nadie le puede caber la menor duda de que Susana Díaz ya llevaría dos meses en su casa o en una Fundación, pero tampoco el líder del PSOE tiene la solidez que se necesita para enfrentarse a todo el aparato del partido en Andalucía y, sobre todo, una batalla interna así, en vísperas de nuevas elecciones, hubiera sido una jugada desafortunada, un tiro en el pie. Por eso, se aplazaron las cuentas pendientes y se inició un periodo de cínica convivencia que se ha roto, de forma abrupta, con la confección de las listas para las elecciones generales. Esa ha sido la demostración de que ni siquiera es posible una cínica convivencia.

El “profundo malestar” que existe en la actualidad en la ejecutiva federal del PSOE con Susana Díaz debe originarse a raíz del indudable intento de clarificación política que ha supuesto el adelanto de las elecciones generales. Clarificación de liderazgo y de responsabilidades dentro del propio PSOE. ¿En qué sentido? Tras las elecciones andaluzas y la pérdida del poder en la Junta de Andalucía, un escalofrío recorrió la médula de todos los dirigentes del PSOE al pensar que la misma suerte iban a correr ellos en las siguientes elecciones que estaban previstas en España, las municipales y autonómicas de mayo.

placeholder Susana Díaz, presidenta del PSOE de Andalucía. (EFE)
Susana Díaz, presidenta del PSOE de Andalucía. (EFE)

La propia Susana Díaz, y su entorno, han alimentado este temor cada vez que se han referido a las claves de su derrota y han esgrimido como causa fundamental el malestar de muchos ciudadanos con las decisiones del Gobierno de Pedro Sánchez con Cataluña: por esas políticas, surge Vox y se rompen todas las previsiones electorales. En ese ambiente de tensión y de preocupación interna, lo que hace Pedro Sánchez es anticipar las elecciones generales con lo que, teóricamente, si los electores quieren ajustar cuentas con su Gobierno, no tendrán que hacerlo en municipales y autonómicas sino que podrán mostrarle su enfado directamente, el 28 de Abril. Ese es el ejercicio de clarificación interna: tras las elecciones de abril y mayo, cada cual asumirá en el PSOE su responsabilidad sin poder culpar a factores externos.

Lo que, en correspondencia, esperaba Pedro Sánchez y la ejecutiva federal que lidera es que las agrupaciones regionales respetaran sus decisiones para la configuración de las listas electorales. Si Susana Díaz hubiera entendido, tras perder las primarias en el PSOE y luego la presidencia de la Junta de Andalucía, que su carrera política estaba finiquitada, quizá hubiera accedido a los deseos de Pedro Sánchez. Pero ya está dicho que esa es una batalla política por el liderazgo del PSOE que se mantiene viva, con lo que la convocatoria de las elecciones generales, al igual que sucederá luego en las elecciones municipales, le servirá a la secretaria general de los socialistas andaluces para enrocarse mucho más, atrincherarse más, y reunir la fuerza suficiente para desestabilizar a Pedro Sánchez en cuanto se presente una oportunidad.

Tras las elecciones de abril y mayo, cada cual asumirá en el PSOE su responsabilidad sin poder culpar a factores externos

Por eso, lo sucedido con las listas electorales: si la ‘orden’ de la ejecutiva federal era la de que los ministros del Gobierno encabezaran las listas y que se facilitara la integración de dirigentes afines a Pedro Sánchez, el PSOE andaluz lo que ha hecho ha sido vapulear primero a los ministros en las asambleas y, posteriormente, concederles graciosamente algunos favores. “Lo que ha hecho con los ministros ha sido impresentable e innecesario”, sostienen en el entorno de Pedro Sánchez.

Susana Díaz, por su lado, ya ha dejado dicho que también se toma estas elecciones generales, aunque no figure en ninguna candidatura, como una reválida de sí misma, para intentar demostrar que lo ocurrido en diciembre ha sido solo una pesadilla, un mal trago pasajero. Pero, ¿puede estar segura de eso? En la ejecutiva federal, de hecho, la lectura será diametralmente opuesta. Si el PSOE saca en las elecciones generales más votos en Andalucía de los que obtuvo en las elecciones andaluzas, celebradas tan solo cuatro meses antes, se demostrarán dos cosas: que Pedro Sánchez está más fuerte que Susana Díaz en su propia tierra y que si perdió las elecciones andaluzas no fue por otra causa que por la debilidad de su liderazgo y de su gobierno. Con lo cual, no llegará el otoño sin que la ejecutiva federal proceda al cambio de liderazgo en el PSOE andaluz que ya tiene diseñado con la ministra María Jesús Montero al frente. Sostiene Susana Díaz que en las elecciones de abril va a sacarse la “espinita” que tiene clavada desde diciembre. A ver, al final, en el ojo de quien se clava esa espina.

Que no había reconciliación posible, era algo sabido; la novedad ahora es que tampoco será posible la convivencia. Pedro Sánchez y Susana Díaz, una historia de agrios desencuentros, el enfrentamiento más visceral que se recuerda en un partido como el PSOE, hecho a sí mismo a base de disputas y traiciones. Sobre todas ellas, este pulso de Pedro Sánchez y Susana Díaz destaca por los vaivenes acelerados e inesperados, giros abruptos de 180 grados que, repentinamente, transforman el panorama, lo invierten, lo deforman.

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