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Casado, el político que se miente
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Javier Caraballo

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Casado, el político que se miente

El presidente del PP es de los que se mienten a sí mismos, aunque en un político de su talla y de su trayectoria nunca despejaremos del todo la duda de si miente por partida doble

Foto: Casado, junto a García Egea y Suárez Illana. (Cordon Press)
Casado, junto a García Egea y Suárez Illana. (Cordon Press)

Persigue a quien miente y compadece a quien se miente. El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, es de los segundos, de los que se mienten a sí mismos, aunque en un político de su talla y de su trayectoria nunca despejaremos del todo la duda de si, en realidad, lo que le ocurre es que miente por partida doble, con lo cual habría que denunciarlo y compadecerlo al mismo tiempo; denunciarlo por engañar a los ciudadanos, aunque ya sabemos que es una constante en la política desde los griegos, y compadecerlo porque cuando un político se autoengaña y pierde todo contacto con la realidad, con su propia realidad, llega a ser objeto de compasión, de tan ridículo que se vuelve.

También esto les ocurre a casi todos los políticos, es cierto, que se rodean de estructuras impermeables de aduladores hasta desconectarse totalmente de las aceras, pero es en los líderes políticos derrotados donde ese vicio provoca compasión, por el patetismo. Como el otro día, cuando se cerraron las urnas, en aquella foto que se ha dado en llamar ‘de los enterradores’, junto a García Egea y Suárez Illana, y Casado no encontraba palabras suficientes para poder explicar la debacle en la que ha sumido al Partido Popular. Era normal porque, desde que fue elegido presidente del PP, Pablo Casado se ha estado haciendo trampas en el solitario de su liderazgo y en las elecciones comprobó que todo era fantasía. Autoengaño y nada más.

Foto: Celebración de la noche electoral en la sede socialista en Ferraz. (EFE)

La última vez que se engañó a sí mismo Pablo Casado fue cuando el pacto con Ciudadanos y Vox dio la presidencia de Andalucía al Partido Popular, porque esa circunstancia le ocultó la penosa realidad electoral de su partido. El desastre de los populares en las elecciones andaluzas fue tan clamoroso, tan apabullante, que solo la apatía y la desmovilización del voto que provocaron los líderes de la izquierda, tanto Susana Díaz como los anticapitalistas de Teresa Rodríguez, lograron arrebatarle al PSOE los 40 años de hegemonía.

Pablo Casado, de hecho, lo sabía, sabía que el PP se iba a hundir en las elecciones andaluzas, y por esa razón ya lo tenía preparado todo para cortarle la cabeza a Moreno Bonilla, al que, ni por asomo, imaginaba en la presidencia de la Junta de Andalucía. El exministro Juan Ignacio Zoido, que era candidato número uno por Sevilla, era la persona que lo acompañaba entonces en Madrid, en la sede de Génova; otro ridículo de época, porque el muerto al que iban a enterrar les salió muy vivo. Desde aquella noche, el autoengaño de Pablo Casado ha consistido en no ver la realidad más que a través del Gobierno de coalición, un espejismo.

Pese a la evidencia, pese a la desazón y la desgana interna, Casado siempre ha negado la purga, como cuando repite y repite que él ganó unas primarias

Solo así se explica, por ejemplo, que, viéndose presidente plenipotenciario, haya elaborado unas listas electorales como aquellas con las que el PP se ha presentado a las elecciones generales, intercaladas de un populismo cutre, apellidos inexplicables y venganzas internas. Pese a la evidencia, pese a la desazón y la desgana interna, Casado siempre ha negado la purga, como cuando repite y repite que él ganó unas primarias en el Partido Popular… En fin, debe recordar que no es verdad, que quien ganó las primarias fue Soraya Sáenz de Santamaría, mientras que él se impuso entre los delegados del aparato del partido. ¿Ganó con el voto directo de los militantes? No, no fue así, ya está, y quizá lo único que significa es que Casado no es aún el líder que piensa que es entre los militantes del Partido Popular.

Lo fundamental de la ‘vía andaluza’, por lo que llevamos visto, es que ofrece la novedad política en España de que, por primera vez, el centro derecha cuenta con más opciones para formar Gobierno que el centro izquierda. Hasta ahora, en el PP sabían que si no conseguían mayoría absoluta en las instituciones, perdían los gobiernos. Ahora, con la aparición de Vox y al escorarse Ciudadanos hacia el centro derecha, las posibilidades de formar Gobierno aumentan, a pesar incluso de la incidencia que tiene en algunas circunscripciones la división de esas tres fuerzas que comparten el mismo espacio político.

Foto: El secretario general del PP, Teodoro García Egea. (EFE)

En las elecciones municipales y autonómicas de finales de mayo, ya veremos cómo la fórmula andaluza puede repetirse en muchas instituciones, todas aquellas en las que, como Aragón, Extremadura, las dos Castillas, Murcia, La Rioja y Madrid, ha ganado el bloque de derecha en las pasadas elecciones. De todas formas, antes de que eso ocurra, los respectivos candidatos del PP harán bien si aprenden de los errores de Pablo Casado que, otra vez por el autoengaño, por las palmaditas de Aznar, llegó a creer que la recuperación del Partido Popular estaba en la imitación y el seguidismo del discurso de Vox.

Los votantes más radicales que han abandonado el PP solo volverán —en el caso de que eso suceda— cuando se sientan decepcionados o frustrados con Vox, cuando deje de ser novedad, cuando la rutina destiña el ‘lobo’ y convierta en retahíla la ‘reconquista’; lo que no va a ocurrir es que los antiguos votantes del PP vuelvan a estas siglas, como pretendía Casado, cuando sus dirigentes adopten la forma de remedos de la factoría de Abascal.

Los votantes más radicales que han abandonado el PP solo volverán cuando se sientan decepcionados o frustrados con Vox

En las elecciones andaluzas, una de las cosas que hizo bien el candidato popular, Juanma Moreno, fue no apartarse de su discurso de un PP centrado, en el medio de las otras dos fuerzas políticas, y al final la estrategia le hizo posible la suma y pudo ocultar el desastre. Como los políticos son, al final, los que mejor conocen su oficio, con sus virtudes y sus miserias, las mejores definiciones suelen aportarlas ellos mismos. El que dijo que “un dilema es un político tratando de salvar sus dos caras a la vez” fue Abraham Lincoln, y la tarea que tiene por delante el líder del PP, Pablo Casado, es la de ir resolviendo sus propios dilemas personales abrazándose, de nuevo, a la verdad y a la realidad.

Persigue a quien miente y compadece a quien se miente. El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, es de los segundos, de los que se mienten a sí mismos, aunque en un político de su talla y de su trayectoria nunca despejaremos del todo la duda de si, en realidad, lo que le ocurre es que miente por partida doble, con lo cual habría que denunciarlo y compadecerlo al mismo tiempo; denunciarlo por engañar a los ciudadanos, aunque ya sabemos que es una constante en la política desde los griegos, y compadecerlo porque cuando un político se autoengaña y pierde todo contacto con la realidad, con su propia realidad, llega a ser objeto de compasión, de tan ridículo que se vuelve.

Pablo Casado