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La violencia machista de Vox
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Javier Caraballo

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La violencia machista de Vox

La polvareda que ha levantado Vox ha propiciado que haya defensores de la Ley de Violencia de Género que aceptan con naturalidad todas las exigencias de transparencia que se solicitan

Foto: El presidente de Vox, Santiago Abascal (d), y Francisco Serrano. (Reuters)
El presidente de Vox, Santiago Abascal (d), y Francisco Serrano. (Reuters)

La trampa de la polémica sobre la violencia machista está en el debate mismo, porque no se trata de elegir entre la descalificación de todo el sistema, como si fuera un invento de ‘feminazis’, como las llaman, o la defensa ciega del tinglado que algunos quieren perpetuar para vivir a costa de una tragedia. La violencia machista es un problema tan grave de la sociedad, y la lucha por la igualdad real de las mujeres es un movimiento tan necesario e imparable en este siglo XXI, que lo peor que nos puede suceder es que nos dejemos llevar por los extremos, o que sean ellos quienes marquen las pautas y dirijan la controversia hacia sus intereses ocultos y, a veces, inconfesables.

Quien de verdad considere que la sociedad de nuestros días tiene que volcarse en la erradicación de muchos comportamientos machistas y en la protección efectiva de las mujeres que se sientan perseguidas o amenazadas por sus parejas serán los más interesados en poder analizar los recursos que se disponen y, sin prejuicios y tabúes, modificar o eliminar aquellos que sean ineficaces. También la violencia de género puede ser objeto de una profunda auditoría con el único fin de mejorarla en todos sus perfiles, desde los judiciales hasta los materiales, como el destino de cada céntimo que se dedique en un presupuesto público.

Lo único positivo que tiene la polvareda que ha levantado Vox en Andalucía, y que en cuanto arranque la legislatura se propagará al Congreso de los Diputados y, luego, a las demás autonomías, es que ha propiciado que haya defensores de la Ley de Violencia de Género que, en vez de parapetarse, aceptan con naturalidad todas las exigencias de transparencia que se solicitan.

Foto: El vicepresidente y consejero de Turismo de la Junta de Andalucía, Juan Marín. (EFE)

Ya sabemos que una parte oscura se esconde cuando el juez Francisco Serrano, líder de Vox en Andalucía, asegura que lo único que busca es “transparencia, rigor científico, profesionalidad y objetividad” en la lucha contra la violencia machista; se esconde algo oscuro porque ese mismo tipo es el que ha llenado sus entrevistas y mensajes en redes sociales de un odio generalizado hacia el feminismo. No parece que solo busque ‘rigor científico’ y ‘profesionalidad’ quien, con total frivolidad, se permite propagar en tribunas públicas bulos incendiarios contra la inmigración o sobre la violencia machista, como si todo fuera fruto de un puñado de “feminazis psicópatas de género”, como le gusta llamarlas. Ojalá Serrano y sus compañeros se aplicasen la seriedad que reclaman…

Pero, sentado eso, lo que es una terrible equivocación es contestar a Vox con negativas o descalificaciones. La mejor defensa de la lucha contra la violencia de género es acabar de una vez por todas con las acusaciones de opacidad y clientelismo. Quiere decirse que, 'a contrario sensu', lo peor es utilizar los excesos de Vox para, como está haciendo Susana Díaz, la líder de los socialistas andaluces, armar un discurso político con la denuncia falsa de que se están elaborando ‘listas negras’ en Andalucía para “intimidar y amedrentar” a los funcionarios y trabajadores públicos de los departamentos u organismos relacionados con la violencia de género. Si a quien difunde insidias y sospechas se le contesta con una campaña de mentiras y mantras demagógicos, se le acaba dando la razón.

Foto: Vox celebra los resultados en las elecciones de andalucÍa

Frente a Vox, la mejor defensa de la lucha contra la violencia de género es la transparencia. La claridad. Y si resulta que, como sucede, hay un gran número de trabajadores que no reúnen la cualificación profesional necesaria para dedicarse a esa tarea, se les sustituye por quienes sí la tengan, porque serán las mujeres maltratadas, que reciben sus servicios, las que salgan beneficiadas.

Para que Santiago Abascal deje de decir que los servicios públicos que se dedican a la lucha contra la violencia machista son “chiringuitos ideologizados”, lo que hay que hacer es desmentirlo con datos y con el cumplimiento escrupuloso de la ley que exige la colegiación de los trabajadores. Como no se defiende a la mujer maltratada es propiciando, con un enrocamiento absurdo, que aumenten las sospechas de clientelismo que van sembrando. Quienes consideran que todo lo relacionado con la mujer en las instituciones es intocable, que la mera exigencia de explicaciones debe considerarse como un ataque a todo el sistema, son tan dañinos como aquellos, porque también ellos ponen por encima de la mujer maltratada otros intereses: intereses de partido y de 'lobby'.

La trampa de la polémica sobre la violencia machista está en el debate mismo, porque no se trata de elegir entre la descalificación de todo el sistema, como si fuera un invento de ‘feminazis’, como las llaman, o la defensa ciega del tinglado que algunos quieren perpetuar para vivir a costa de una tragedia. La violencia machista es un problema tan grave de la sociedad, y la lucha por la igualdad real de las mujeres es un movimiento tan necesario e imparable en este siglo XXI, que lo peor que nos puede suceder es que nos dejemos llevar por los extremos, o que sean ellos quienes marquen las pautas y dirijan la controversia hacia sus intereses ocultos y, a veces, inconfesables.

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