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La Feria de Abril, vista para sentencia
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Javier Caraballo

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La Feria de Abril, vista para sentencia

La Feria de Sevilla tiene 1.052 casetas y una larga lista de espera. Existe una jurisprudencia de Feria, después de años de juicios, recursos y sentencias firmes en el Tribunal Supremo

Foto: Feria de Abril de Sevilla este jueves. (Reuters)
Feria de Abril de Sevilla este jueves. (Reuters)

Tener una caseta en la Feria de Abril de Sevilla es "un bien preciado" y eso, que lo sabe cualquiera que viva en esta ciudad o que haya visitado la fiesta, no tendría más consecuencias si no hubiera aparecido dicho así en una sentencia judicial, y no por cualquier motivo, sino por una razón de peso: a un tipo lo echaron los socios de una caseta porque era un antipático y el buen hombre tuvo que ganar en los tribunales su derecho a seguir siendo socio de esa caseta, a pesar de que a los demás miembros no les gustase su carácter. Lo único que podían hacer es, como en unas sevillanas de Salmarina, no echarle cuenta, pero no quitárselo de encima aunque fuera un sieso. "Si la malaje se asoma, tú no le des cuartelillo. Dale vuelo a tus volantes, con las palmas y los palillos, y sal a bailar, por sevillanas", que es lo que canta Salmarina. Pues con el antipático, lo mismo, según el juez. Y eso porque es probable que no exista en el mundo ninguna otra fiesta local o patronal que le haya dado tanto trabajo a la Justicia como la Feria de Abril de Sevilla. Podría decirse que existe una jurisprudencia de Feria, después de años y años de juicios, recursos y sentencias firmes en el Tribunal Supremo.

La pertenencia a una caseta, las disputas por la titularidad, la peleas entre socios o los derechos históricos consolidados son algunos de los debates jurídicos que han tenido que dilucidarse a lo largo de años, muchos de ellos con sentencias firmes en el Tribunal Supremo, hasta crear un cuerpo jurídico propio que se ha visto en la necesidad de interpretar la legislación existente de acuerdo a los códigos propios de la Feria y a su importancia para los sevillanos. La Feria de Sevilla, como se suele repetir cada año cuando se acerca el evento, es un recinto acotado de casetas (1.052 casetas en esta edición de 2019) y una lista de espera muy superior; es probable encontrar a grupos de amigos o a familias que han logrado una caseta después de veinte o treinta años de espera.

Quiere decirse que si a alguien, por cualquier motivo, no le permitieran el acceso, lo considerará como una tragedia en su vida. Y eso es lo que le sirvió al antipático para que el juez dictaminase a su favor, haciendo constar en la sentencia que el hecho de formar parte de una caseta es tan importante para aquellos que lo poseen que no puede estar "al arbitrio de los titulares ni depender de antipatías o meras discusiones". Lo mismo le había ocurrido a otro socio de una caseta, que se fue a los tribunales cuando acusó a los demás socios de 'mobbing', por aislarlo e intentar aplicarle un aumento de las cuotas a ver si lograban que se fuera. O a una viuda, a la que los socios de la caseta de Feria se quisieron quitar de en medio cuando falleció su marido, que era el socio titular. Pero la Audiencia de Sevilla le dio la razón a la mujer, tenía derecho a mantenerse ella como socia: "Por su propia esencia, por costumbres y tradición es un lugar de convivencia familiar y fomento de las relaciones sociales, a la que acude el matrimonio para compartir juntos esos días de diversión".

Foto: Los reyes de Holanda y sus hijas en la Feria de Abril. (Lagencia Grosby)

La importancia real de las cosas, una forma de entender la vida… El extremo legal llegó con una sentencia, no directamente relacionada con la Feria, pero sí con la trascendencia de los símbolos de la ciudad en la vida de una persona: la cuestión era dilucidar qué suponía Curro Romero, icono de la Maestranza en las tardes de toros durante la Feria de Abril. Ocurrió en el último año del siglo pasado. Un hombre estaba en sus labores como trabajador de una tienda de saneamientos y muebles de baño cuando, en la cola de la caja, oyó cómo un individuo hablaba con desprecio de Curro Romero. "¡Anda que no torea poco este año!", decía el tipo, mofándose el torero; igual hasta contó alguno de los chistes de entonces de los detractores del torero, cuando decían "te arrimas menos que Curro Romero…". El trabajador ya no pudo aguantar más y alzó la voz y el cuello por encima de la caja: "Quien tenga cojones, que me diga eso a mí en la cara". Algunos testigos confirmaron que estuvieron a punto de llegar a las manos y, a los dos días, el trabajador recibió una carta de despido por haberse enfrentado a un cliente por un asunto personal. Recurrió a los tribunales y, en una sentencia memorable, le dieron la razón porque el juez consideró que el currismo era "una forma de entender la vida", con lo cual, merecía el máximo respeto. "El sentimiento currista está arraigado y es profundo como el que más; [Curro Romero] es creador de una ilusión permanente, de una esperanza incondicional y de una forma de entender la vida, por lo que exige el máximo respeto de quienes no —o sí— lo tienen", decía la sentencia.

Por la trascendencia que se le ha dado a la Feria de Sevilla, hasta el Tribunal Supremo ha tenido que intervenir en un asunto tan complejo como el significado que tiene en una fiesta así el concepto de "tradición". Dicho de otra forma, si se le concede a los titulares de una caseta el derecho preferente de repetir en esa misma caseta año tras año, decenio tras decenio, ¿se está vulnerando el principio constitucional de libre concurrencia y de proporcionalidad a la hora de adjudicar el uso de un espacio público? ¿Actúa la administración, de facto, como si concediese una licencia indefinida, de forma encubierta? Las ordenanzas municipales lo que dicen es que el concepto de tradición es importante en la Feria y debe respetarse y el Supremo lo ha zanjado con esa misma interpretación: "no es irrazonable ni arbitrario que la Administración atienda precisamente a criterios consuetudinarios para regular determinados aspectos de aquél vinculados a la tradición".

Tener una caseta en la Feria de Abril de Sevilla es "un bien preciado" y eso, que lo sabe cualquiera que viva en esta ciudad o que haya visitado la fiesta, no tendría más consecuencias si no hubiera aparecido dicho así en una sentencia judicial, y no por cualquier motivo, sino por una razón de peso: a un tipo lo echaron los socios de una caseta porque era un antipático y el buen hombre tuvo que ganar en los tribunales su derecho a seguir siendo socio de esa caseta, a pesar de que a los demás miembros no les gustase su carácter. Lo único que podían hacer es, como en unas sevillanas de Salmarina, no echarle cuenta, pero no quitárselo de encima aunque fuera un sieso. "Si la malaje se asoma, tú no le des cuartelillo. Dale vuelo a tus volantes, con las palmas y los palillos, y sal a bailar, por sevillanas", que es lo que canta Salmarina. Pues con el antipático, lo mismo, según el juez. Y eso porque es probable que no exista en el mundo ninguna otra fiesta local o patronal que le haya dado tanto trabajo a la Justicia como la Feria de Abril de Sevilla. Podría decirse que existe una jurisprudencia de Feria, después de años y años de juicios, recursos y sentencias firmes en el Tribunal Supremo.

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