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Los cordones arbitrarios de Ciudadanos
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Javier Caraballo

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Los cordones arbitrarios de Ciudadanos

Si han llegado a la conclusión de que en España el centro político no vende como fórmula electoral, que sean honestos con sus electores y asuman el cambio ideológico

Foto: El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. (EFE)
El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. (EFE)

Los cordones sanitarios de Ciudadanos se están convirtiendo en un problema de alcantarilla para ese partido, de aguas residuales, que es lo que queda cuando uno renuncia a sí mismo, a lo que era o pretendía ser. Aclárese antes que nada que no existe ninguna objeción a que Ciudadanos, como cualquier otro partido político, reforme sus postulados ideológicos y pase a denominarse de centro derecha, olvidada ya definitivamente la apuesta socialdemócrata de sus orígenes. Puede hacerlo y es legítima la aspiración de sustituir completamente en ese espacio político al Partido Popular, en estos momentos de severa agonía de la marca y de sus líderes. Pero es imprescindible que se haga con honestidad y con transparencia, sin engañar. Puede entenderse que Ciudadanos, por esa ambición estratégica, renuncie a pactar con el PSOE, lo que no puede hacer es seguir justificándolo con razones constitucionales porque es una sandez, un detrito, excrecencias de la política que la política democrática no se merece.

Foto: El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. (EFE) Opinión
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El estado actual de desconcierto al que han llegado (los propios fundadores de Ciudadanos andan por ahí diciendo en algunos reportajes que no entienden nada de lo que está pasando) se produce después de que la agresiva apuesta del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, en las elecciones generales les haya dado un resultado positivo: tercera fuerza política, a nueve escaños del Partido Popular cuando, antes, la diferencia era de 105 diputados a favor de los populares. Es muy probable que, a la vista de ese resultado, el partido de Rivera haya llegado a la conclusión de que en España lo que no es rentable es ser de centro, que mientras ofrecían esa imagen de pactos indistintos a la izquierda (en Andalucía) y a la derecha (en Madrid), el electorado solo les concedía la opción de ser un partido bisagra.

Es posible que sea así, porque en España, en 40 años de democracia, solo ha tenido éxito una opción de centro, netamente de centro, la Unión de Centro Democrático (UCD), y parece claro que eso no hubiera sido posible sin que, tras la muerte del dictador, emergiera una figura templada, que encarnaba el cambio sin estridencia, rupturas ni revanchas, como fue Adolfo Suárez, y la sociedad española se volcara en su apoyo porque ese era, precisamente, el tipo de Transición que se demandaba. En cuando hizo su trabajo, dejó de interesar en las urnas con su mensaje de centro. La UCD se inmoló, se desvaneció, desapareció, y la nueva oferta de centro de Adolfo Suárez, el Centro Democrático y Social, no pasó nunca de una nostálgica reivindicación de un pasado que nunca volvería.

Foto: Pablo Casado y Albert Rivera, en el debate de Atresmedia. (Reuters)

Si el análisis, tras la experiencia andaluza, ha sido conquistar el centro derecha, es legítimo como opción política, pero Ciudadanos no debería seguir enmascarándolo como una defensa de la Constitución para seguir aparentando que sigue siendo un partido de centro, abierto a negociar a izquierda y derecha. Lo que está ocurriendo en Madrid es significativo de la deriva que, de forma general, está afectando a este partido y que comprobaríamos si se pudieran simultanear los discursos de todos sus candidatos en España. Mientras que el candidato a la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, descartó hace tiempo cualquier acuerdo con el candidato socialista, Ángel Gabilondo, “porque está de acuerdo con las tesis de Sánchez, que está dispuesto a seguir negociando con los independentistas", la candidata al ayuntamiento, Begoña Villacís, ha dejado dicho en sus entrevistas que ella no piensa aplicar el cordón sanitario al PSOE porque "en España ha habido un golpe a la democracia y en Madrid, la verdad, es que no ha habido un golpe a la democracia; eso lo cambia absolutamente todo”. Nunca un cordón sanitario acabó en un enredo de esta naturaleza. Ya se ve que más que cordones sanitarios son cordones arbitrarios…

Foto: El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, durante la reunión del comité permanente de Ciudadanos. (EFE) Opinión
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Como partido al alza, pensemos que se trata de una crisis de crecimiento, como los adolescentes, por tantas incertidumbres como aparecen, y como tal habrá que esperar a que el tiempo vaya asentando la convulsión electoral que se vnive en el centro derecha. Pero hasta entonces, si han llegado a la conclusión de que en España el centro político no vende como fórmula electoral, que aquí se impone la bandería y el conmigo o contra mí, que sean honestos con sus electores y asuman el cambio ideológico. Que no se sigan escondiendo detrás de una presunta defensa del constitucionalismo. Dejad de cometer barbaridades en nombre de la Constitución, que es lo más sagrado que tenemos en un Estado de derecho.

Los cordones sanitarios de Ciudadanos se están convirtiendo en un problema de alcantarilla para ese partido, de aguas residuales, que es lo que queda cuando uno renuncia a sí mismo, a lo que era o pretendía ser. Aclárese antes que nada que no existe ninguna objeción a que Ciudadanos, como cualquier otro partido político, reforme sus postulados ideológicos y pase a denominarse de centro derecha, olvidada ya definitivamente la apuesta socialdemócrata de sus orígenes. Puede hacerlo y es legítima la aspiración de sustituir completamente en ese espacio político al Partido Popular, en estos momentos de severa agonía de la marca y de sus líderes. Pero es imprescindible que se haga con honestidad y con transparencia, sin engañar. Puede entenderse que Ciudadanos, por esa ambición estratégica, renuncie a pactar con el PSOE, lo que no puede hacer es seguir justificándolo con razones constitucionales porque es una sandez, un detrito, excrecencias de la política que la política democrática no se merece.

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