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Jesús Gil resucitado
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Javier Caraballo

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Jesús Gil resucitado

Salió temprano de su casa, buscando el primer bar abierto para agarrarse al salvavidas de una taza de café, y al mirar a su izquierda en

Foto: Jesús Gil, durante la campaña electoral. (HBO)
Jesús Gil, durante la campaña electoral. (HBO)

Salió temprano de su casa, buscando el primer bar abierto para agarrarse al salvavidas de una taza de café, y al mirar a su izquierda en la calle, sobresaltada, notó cómo las palpitaciones le subían hasta la garganta. Allí estaba, otra vez, en todas las marquesinas de autobús de Marbella: Jesús Gil resucitado. “¡Qué impresión, niño!”, me dijo al recordarlo. “Por un instante, adormilada como estaba, pensé que había vuelto y se presentaba de nuevo a las elecciones municipales”. Igual también ella se acordaba de que tras la temprana muerte de Jesús Gil a los 71 años no había sobremesa en la Costa del Sol en la que alguien, en algún momento, suscitara la sospecha de que, en realidad, no había muerto, sino que se había fugado. Y dejaban caer sobre el mantel dos enigmas que nadie resolvía: “¿Te has preguntado por qué nadie ha visto el cadáver de Jesús Gil en el ataúd? Si te interesa, sigue el rastro de ‘Imperioso’…”

Los rumores en Marbella siempre han corrido por las aceras, como las ratas, y se escondían en las alcantarillas. Aquello no pasaba de ser el último chisme de una era, la de Jesús Gil en Marbella, que ahora vuelve a ocupar páginas de periódico y tertulias de radio por la serie de HBO que lo ha rescatado del olvido y ha llenado las ciudades con su careto. Dicen que fue ‘el pionero’, se supone que el pionero del populismo y de la corrupción, pero no fue el primero de una cosa ni de la otra. Lo que ocurrió en Marbella, de hecho, trasciende con mucho de su figura y, si merece ahora un análisis retrospectivo, es para darnos cuenta de que lo sucedido fue un escándalo de corrupción global.

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Para que nadie se pierda en las mentiras, para evitar la reconstrucción adulterada de la historia, ahí va esta guía explicativa sobre lo ocurrido en Marbella desde el principio, el decálogo de aquella vergüenza colectiva de la que sólo se salvaron unos pocos.

  1. La corrupción en Marbella no empezó con Jesús Gil, comenzó con el PSOE que ganaba en aquella ciudad por goleada en los primeros años de la Transición. Desde 1979 hasta 1991 no hubo otro gobierno municipal en Marbella que el del Partido Socialista. A partir de entonces, y hasta 2007 que todo explotó, gobernó Gil y sus criaturas.
  2. Gil, como constructor, fue uno de los que tuvo que pagar para que le recalificaran un edificio en Marbella. Pagó al PSOE unos 90 millones de pesetas, aunque el importe de la mordida era más del doble, y, pasados los años, mostró los cheques. La Fiscalía Anticorrupción lo elevó a denuncia judicial pero el caso fue archivado porque Gil, de forma calculada, no lo denunció hasta que el soborno había prescrito. Sin embargo, el PSOE lo celebró: “Se ha hecho justicia”, dijeron.

    Cartel anunciando la serie de HBO sobre Jesús Gil
  3. Tras esa experiencia de constructor, lo que decide Jesús Gil es quedarse con todo el ‘negocio urbanístico’; se presenta a alcalde y convierte Marbella en un territorio de inmunidad. En una entrevista, me dijo: “Me da igual que el suelo sea verde, azul o amarillo”. No se cortaba; no había PGOU ni legalidad que lo frenase. Edificaba todo lo que le parecía, ya fueran zonas verdes, caminos rurales, espacios protegidos o de uso público.
  4. En ningún momento, Manuel Chaves, que estuvo casi dos décadas de presidente socialista de Andalucía, planteó ninguna iniciativa contundente para frenar los excesos urbanísticos de Gil a pesar de que, esto es lo esencial, el Gobierno andaluz tenía todas las competencias para atajar aquel desastre. No sólo no lo hizo, sino que existen suficientes evidencias de que mantuvo esa extraña relación con Marbella incluso con su sucesor, Julián Muñoz.
  5. Quienes primero se tropezaron con esta realidad fueron los vecinos afectados por los desmanes urbanísticos de Marbella, que jamás contaron con la ayuda y la colaboración de la Junta de Andalucía. La abogada Inmaculada Gálvez, que sí se implicó en la denuncia y representación de una gran parte de los pleitos planteados contra el 'gilismo', llegó incluso a vivir la desquiciante situación de verse denunciada ante los tribunales de Justicia por oponerse al desalojo de una cafetería a la que el Gobierno municipal le revocó la licencia porque la dueña “hablaba mal del alcalde”. A la abogada le sacaron los policías locales en volandas, cogida de piernas y manos, y la foto inmortalizó una época.
  6. Félix Bayón, adorado y lúcido periodista que soñaba con que Marbella pudiera ser algún día como “Dinamarca con buganvilias”, dejó señaladas algunas claves antes de morir. Por ejemplo, que quienes miraban para otra parte ante la corrupción no era sólo el Gobierno andaluz: “Era como si todo el dinero negro de Europa hubiera ido a parar a la Costa del Sol para ser lavado y convertido en ladrillos. Pero lo que resulta inexplicable es porqué los poderes públicos abandonaron Marbella a su suerte. Y cuando digo poderes públicos me refiero al Gobierno de la nación, a la Junta de Andalucía, a la Justicia y a la Policía, pero también al Colegio de Arquitectos, a los notarios, a los registradores de la propiedad...” Y la propia sociedad, porque Jesús Gil nunca recibió reprobación alguna de las urnas.

    Jesús Gil, en su programa 'Las noches de tal y tal'. (Mediaset)
  7. La misma condescendencia con el 'gilismo' la tuvieron muchos medios de comunicación. Es de justicia, por ello, rescatar la figura de otro periodista, José Carlos Villanueva, entonces en El Mundo, que puede contar cómo, mientras que a él le mandaban matones para atemorizarlo, Jesús Gil recibía a algunos periodistas en una limusina. Sus primeras denuncias periodísticas sobre la corrupción marbellí están fechadas en 1994, al final del primer mandato de Jesús Gil (1991-1995), pero casi nadie le prestó atención. Todavía hoy, para muchos periodistas y comunicadores, Jesús Gil siempre será el tipo cachondo que, en su oriundez, se metía en un jacuzzi rodeado de curvas. Era más cómodo y muchísimo más rentable.
  8. Tras la caída de Jesús Gil, la Junta de Andalucía inició un acercamiento progresivo al nuevo alcalde, Julián Muñoz. Los contactos se hicieron tan evidentes que Isabel García Marcos, al descubrir que la estaban ‘puenteando’ y que se quedaba fuera del acuerdo, decidió aceptar la oferta que le hicieron para presentar una moción de censura contra Muñoz. Rompió la baraja y se alió con Marisol Yagüe y Carlos Fernández. Evidentemente, todos y cada uno de ellos tenían intereses espurios: se trataba sólo, nuevamente, de hacerse con el negocio ‘urbanístico’. Fue tanta y tan intensa la relación de la Junta de Andalucía con Julián Muñoz y su entonces esposa, Isabel Pantoja, que fue sonada la orden interna en Canal Sur para que no se hablara de la pareja de forma despectiva en los programas del corazón.

    Jesús Gil, exalcalde de Marbella. (Atresmedia)
  9. Tras la operación frustrada con Julián Muñoz y apeado éste de la Alcaldía, existen evidencias de que el Gobierno andaluz volvió a intentar otro acercamiento, esta vez con Juan Antonio Roca. Pocos días antes de la ‘Operación Malaya’ (29 de marzo de 2006), Roca se reunió en un almuerzo con algunos de los principales promotores para contarles sus planes para las elecciones municipales próximas. Deshacerse de Marisol Yagüe, buscar un nuevo candidato y alcanzar un acuerdo con el PSOE para la Alcaldía. No sucede porque todo explotó: decenas de detenciones, robo de sumarios, un agente judicial que se suicida tirándose desde una azotea y el primer ayuntamiento de la democracia que resulta intervenido. Finalmente, juicio y sentencia de la Operación Malaya.
  10. De la misma forma que Jesús Gil decía que le daba igual que el suelo fuera “verde, azul o amarillo”, también añadía que “el hormigón tarda en fraguar 60 días, mientras que una sentencia judicial en España tarda en llegar 10 años”. Tenía razón. 15 años después de la muerte de Gil, en Marbella siguen existiendo en torno a 18.000 viviendas supuestamente ilegales que nadie va a derribar y que acabarán incorporadas al planeamiento. En 2015 el Tribunal Supremo de 2015 volvió a anularlo todo y, desde entonces, Marbella se encuentra en una especie de limbo que se espera resolver con un PGOU que se anuncia para finales de 2020.

Salió temprano de su casa, buscando el primer bar abierto para agarrarse al salvavidas de una taza de café, y al mirar a su izquierda en la calle, sobresaltada, notó cómo las palpitaciones le subían hasta la garganta. Allí estaba, otra vez, en todas las marquesinas de autobús de Marbella: Jesús Gil resucitado. “¡Qué impresión, niño!”, me dijo al recordarlo. “Por un instante, adormilada como estaba, pensé que había vuelto y se presentaba de nuevo a las elecciones municipales”. Igual también ella se acordaba de que tras la temprana muerte de Jesús Gil a los 71 años no había sobremesa en la Costa del Sol en la que alguien, en algún momento, suscitara la sospecha de que, en realidad, no había muerto, sino que se había fugado. Y dejaban caer sobre el mantel dos enigmas que nadie resolvía: “¿Te has preguntado por qué nadie ha visto el cadáver de Jesús Gil en el ataúd? Si te interesa, sigue el rastro de ‘Imperioso’…”

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