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Matacán
Por
Los cojones de Estanislao
En España, la invocación de los cojones siempre consigue el aplauso de un público muy numeroso, porque somos un país muy testicular
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Los cojones de Estanislao Figueras constituyen uno de los valores políticos más estables de la política española. En la historia del parlamentarismo español, hay políticos muchísimo más trascendentes, líderes más carismáticos, oradores infinitamente más brillantes y negociadores más habilidosos; en nada destacó especialmente Estanislao Figueras, salvo en esa frase suya, ese desplante, con el que ha logrado inscribirse en la historia y ha conseguido que dos siglos después en España se le siga recordando. De hecho, su frase debería estar inscrita en una de las puertas de entrada del Congreso junto a otra de Ortega y Gasset, que también la pronunció en esa tribuna, siendo diputado. Cada una en un lateral del hemiciclo, a un lado la frase de Ortega (“Hay tres cosas que no podemos venir a hacer aquí, ni el payaso, ni el tenor ni el jabalí”) y al otro, la de Estanislao (“Estoy hasta los cojones de todos nosotros”).
En España, la invocación de los cojones siempre consigue el aplauso de un público muy numeroso, porque somos un país muy testicular. Lo mismo se construye un edificio por cojones que se compone una melodía de cojones; alguien puede echarle cojones a un trabajo o puede negarse a hacer algo con una sencilla exclamación: "¡Por los cojones!".
Los partidarios de la política testicular están sobre todo en la derecha, aunque ese populismo es mucho más extenso: un político que le echa cojones a los problemas no tiene por qué ser de una ideología o de otra, porque la evocación de ese carácter tan preciado en política es transversal. La expresión de Estanislao, de acuerdo a ese abanico de significados del término, lo que expresaba era una situación de hartazgo máximo por el cainismo de la política española; muchos cojones y muy poca sesera.
La expresión de Estanislao lo que expresaba era una situación de hartazgo máximo por el cainismo de la política española
Era el presidente de la Primera República, la división y el bloqueo de la Cámara era cansina, corrosiva e insoportable, y a Estanislao se le subieron tanto los vapores que dijo aquello. Ocurrió en noviembre de 1870 y lo interesante es que, últimamente, cada vez que se produce una situación similar de bloqueo en España, surge algún diputado que lo recuerda en la tribuna; columnistas y analistas de prensa lo citan muchas veces más.
Cayo Lara, que fue coordinador de Izquierda Unida en los estertores de la organización, se lo ofreció como consejo a Mariano Rajoy, cuando comenzó el calvario de la corrupción del PP y se subió a la tribuna del Congreso a reprochárselo: “Reúna a la ejecutiva de su partido y dígale lo mismo que Estanislao Figueras”. Poco después supimos que quien tenía que haber hecho un Estanislao era el propio Cayo Lara porque le grabaron cuando estaba reunido con los suyos y era mucho peor: “¿Creéis que podemos estar cinco meses pegándonos de hostias, con mensajes negativos de esta organización y decir que queremos tener un porcentaje de subida de votos? ¿Pero quién se ha creído eso? Esto es una vergüenza de organización. Nos estamos matando y nos estamos comiendo”, bramó Cayo Lara en su partido.
Ese hartazgo, esa desesperación, se aproxima más al espíritu de Estanislao que lo que le ocurría a Rajoy, aunque también el presidente popular dijo aquello de “joder, qué tropa”, mientras contemplaba los navajazos de los suyos.
Señores, voy a serles franco: ¡Estoy hasta los cojones de todos nosotros!
— Gabriel Rufián (@gabrielrufian) July 26, 2019
Estanislao Figueras, 1873.
Aún hay tiempo para quitarle la razón a Estanislao.
Más silencio, dialogo y respeto y menos titulares, filtraciones y amenazas.
Desde ya.
En esta legislatura, a finales de julio, antes de que los diputados se fueran de vacaciones con su paz inalterable aun en periodos de bloqueo, ha sido el portavoz de Esquerra Republicana, Gabriel Rufián, quien se ha subido a la tribuna para recordar a Estanislao. Es curioso que fuera precisamente él quien lo dijera, porque en la actualidad hay pocos diputados que representen mejor que él la crispación por la crispación, la bronca por la bronca, el desacuerdo y el trágala como estrategia. Pocos han ejercido de jabalí con más eficacia que Rufián, con lo que al invocar ahora a Estanislao Figueras lo que se demuestra es que el bronquista parlamentario es el primero que es consciente del daño que hace al sistema y solo se detiene cuando percibe que todo aquello se puede venir abajo.
Al invocar ahora a Figueras, lo que se demuestra es que el bronquista parlamentario es el primero que es consciente del daño que hace al sistema
En estas épocas en que la actualidad de España se instala en un bucle, con políticos y periodistas repitiendo a cada instante lo mismo que el día anterior, deberíamos aprovechar el tiempo con ocupaciones más instructivas, que nos hablen más de nosotros mismos, como el origen del cainismo en España. La misma presencia, en la entrada de las Cortes, de dos leones que no se miran ya parece avisarnos de que algo extraordinario pasa allí dentro, que algún embrujo debe existir en esos escaños. Quizá la misma maldición que la diosa Cibeles echó sobre Atalanta e Hipómenes, los dos amantes a los que convirtió en leones —en realidad, león y leona, por eso una de las esculturas del Congreso no tiene testículos— para que tirasen eternamente de su carro con la condena de no poder mirarse jamás.
Ese símbolo, ese recuerdo mitológico, en la puerta misma de las Cortes es muy significativo. Igual es que somos así por naturaleza. Como dejó escrito Antonio Machado, en un poema desolado, abatido, ”son tierras para el águila, un trozo de planeta por donde cruza errante la sombra de Caín”.
Los cojones de Estanislao Figueras constituyen uno de los valores políticos más estables de la política española. En la historia del parlamentarismo español, hay políticos muchísimo más trascendentes, líderes más carismáticos, oradores infinitamente más brillantes y negociadores más habilidosos; en nada destacó especialmente Estanislao Figueras, salvo en esa frase suya, ese desplante, con el que ha logrado inscribirse en la historia y ha conseguido que dos siglos después en España se le siga recordando. De hecho, su frase debería estar inscrita en una de las puertas de entrada del Congreso junto a otra de Ortega y Gasset, que también la pronunció en esa tribuna, siendo diputado. Cada una en un lateral del hemiciclo, a un lado la frase de Ortega (“Hay tres cosas que no podemos venir a hacer aquí, ni el payaso, ni el tenor ni el jabalí”) y al otro, la de Estanislao (“Estoy hasta los cojones de todos nosotros”).