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Torra jalea y Rufián apacigua
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Javier Caraballo

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Torra jalea y Rufián apacigua

En este momento crítico, el uno sigue aventando las llamas mientras que el otro sale en busca del extintor, el uno jalea a las masas y el otro las apacigua

Foto: Rufián y Torra.
Rufián y Torra.

Torra y Rufián se han repartido los papeles, indepe bueno, indepe malo, en estos tiempos convulsos en los que el independentismo parece desbordarse, descontrolarse, como un engendro que cobra vida propia y amenaza con rebelarse contra sus propios creadores. En este momento crítico, el uno sigue aventando las llamas mientras que el otro sale en busca del extintor, el uno jalea a las masas y el otro las apacigua, un clásico de las estrategias políticas con la diferencia fundamental de que en Cataluña se aplica sobre una materia tan inflamable como el odio social.

Es un complejo equilibrio en el que, aunque pueda parecer lo contrario, el papel de agitador que juega Quim Torra, como presidente de la Generalitat y apóstol de Puigdemont, es tan importante como el del segundo, el apaciguador, porque la coyuntura a la que se enfrenta el independentismo es la progresiva desmotivación de las bases.

Foto: Imagen de la operación policial que ha acabado con nueve miembros de los CDR detenidos. (EFE) Opinión

Las manifestaciones ya no son lo que eran, ni siquiera en estos meses de aniversario en los que los cabecillas de la revuelta lo necesitan más que nunca para intentar presionar al Tribunal Supremo antes de que dicte su sentencia. Es decir, el independentismo no puede dejar de azuzar a sus bases, zarandearlas, pero, al mismo tiempo, necesita calmarlas para que no vayan a más los episodios de violencia, incluso violencia terrorista, que han comenzado a aflorar.

La única duda de ese doble juego, tan evidente, es que no sabemos si ese montaje es producto de una estratega diseñada, de una decisión consciente, o es el resultado de una desavenencia de fondo que, también es cierto, ha comenzado a distanciar desde hace tiempo al partido de Puigdemont (como quiera que se llame ahora) y a Esquerra Republicana.

Como es sabido, en política siempre son más fiables los adversarios políticos que los compañeros de partido y, por extensión, que los correligionarios. Dos partidos políticos que se disputan el mismo electorado siempre guardan un puñal en la manga para hundírselo a su par en la espalda y rebañarle todos los votos. El final nunca planificado de la ‘hoja de ruta’ del independentismo era quién se alzaría, finalmente, con el liderazgo del ‘procés’, una vez celebrado el ‘referéndum trampa’ de octubre y declarada la independencia en el Parlamento catalán.

Foto: La portavoz del PSOE, Adriana Lastra, y su homólogo de ERC, Gabriel Rufián, sin el lazo amarillo, durante una reunión negociadora para la investidura. (EFE)

Desde que aquello ocurrió, tras un largo trecho recorrido caminando juntos, cogidos de la mano, lo que no permite Esquerra Republicana es que un advenedizo como Puigdemont le arrebate el liderazgo a un partido nonagenario. Cuando Rufián, la cara visible de Esquerra en estos momentos, se desmarca de Torra, el apéndice del fugado, lo que no podemos saber ahora es si se trata de algo premeditado, acordado entre los dos, o fruto de esa rivalidad, pero, en cualquier caso, el resultado para el conjunto es el mismo.

El reparto de papeles viene de lejos, pero se ha acentuado especialmente a raíz de dos acontecimientos recientes que demuestran lo que se decía antes, el descarrilamiento de una algarada social que nadie controla, de ahí su peligrosidad y su imprevisible evolución: la detención de miembros de unos ‘comandos’ independentistas radicales, embriones de terrorismo, y la agresión por parte de unos exaltados a una periodista de la cadena Telecinco cuando cubría las protestas conmemorativas del 1 de octubre.

placeholder Momento de la agresión a la periodista de Telecinco Laila Jiménez durante el aniversario del 1-O.
Momento de la agresión a la periodista de Telecinco Laila Jiménez durante el aniversario del 1-O.

Cualquiera puede deducir que ambos acontecimientos son la consecuencia inmediata de una agitación previa, persistente en el caso del presidente de la Generalitat. Si Quim Torra calienta a las bases del independentismo en un discurso institucional, si lo que les pide a lo más radicales es que aprieten, que presionen (“a vosaltres, amics dels CDRs, que apreteu i feu bé d’apretar”), las consecuencias no pueden ser otras. Unos, como se está investigando en la Audiencia Nacional, se escinden de los CDR —“no hay que sobrevalorar el pacifismo”, dicen— y crean esos grupos de asalto, con un nombre que suena a eso: equipos de respuesta táctica.

Como les pide el 'president' Torra, ‘aprietan’ y planifican actos terroristas contra edificios institucionales, instalaciones de abastecimiento energético y cuarteles, en los que no se descarta la posibilidad, como daño colateral, de causar víctimas mortales. Otros, como los que acudieron a la manifestación de Barcelona en el aniversario del referéndum ilegal, también ‘aprietan’, como les ha pedido el 'president', y acorralan, empujan, escupen e insultan a una periodista de Telecinco.

Agreden a un equipo de Telecinco durante la manifestación del 1-O

La cara de pánico de esa mujer, Laila Jiménez, cuando la rodean y le gritan al oído, “¡Fuera de Cataluña! ¡Aquí no haces nada! ¡Puta España!”, destruye por sí sola toda la invocación idílica al pacifismo de 'foulard' de que siempre han presumido los Jordis y demás. La violencia que se palpa, el gesto sobrecogedor de la periodista aterrorizada, es tan demoledor para la estrategia victimista del independentismo, que el primero que ha detectado el riesgo de que esa imagen se difunda es el portavoz de Esquerra.

Por eso, ese mensaje suyo en las redes sociales, sumándose al de todos los demás, para condenar enérgicamente lo sucedido. “Hacerle esto a una trabajadora con un micro en la calle es de energúmeno. Lleves la bandera que lleves en el cuello. Ya basta”, ha escrito Gabriel Rufián, haciendo otra vez de indepe bueno, como su jefe Oriol Junqueras.

¿Ya basta, Rufián? Si de verdad Esquerra quiere que esa espiral se detenga, lo primero que tiene hacer es desautorizar las constantes llamadas del presidente de la Generalitat a radicalizar e intensificar las protestas. El energúmeno que secunda los mensajes de Torra no tiene más responsabilidad en lo sucedido que el energúmeno que los convoca. Soplar y sorber al mismo tiempo es un empeño imposible. Como jalear y apaciguar.

Torra y Rufián se han repartido los papeles, indepe bueno, indepe malo, en estos tiempos convulsos en los que el independentismo parece desbordarse, descontrolarse, como un engendro que cobra vida propia y amenaza con rebelarse contra sus propios creadores. En este momento crítico, el uno sigue aventando las llamas mientras que el otro sale en busca del extintor, el uno jalea a las masas y el otro las apacigua, un clásico de las estrategias políticas con la diferencia fundamental de que en Cataluña se aplica sobre una materia tan inflamable como el odio social.

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