Matacán
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¿Quién se acuerda de Juana Rivas?
Puede ser que hasta a la propia Juana Rivas le cueste ahora reconocerse en aquella mujer a la que casi todo el mundo en España jaleaba y animaba para que cometiera un delito
Si solo fuera por decencia, tendrían que salir de nuevo y decir lo que piensan públicamente, como entonces. Incluso si solo fuera por remordimiento, deberían dar la cara otra vez y explicarnos qué les parece el penoso agujero en el que ha caído Juana Rivas y cómo piensan que puede salir de ahí y si en el futuro, cuando se presente otra historia parecida, actuarán de forma distinta. ¿O es que ya no se acuerdan de Juana Rivas? ¿La han olvidado?
Sucede mucho en esta sociedad, los juguetes rotos no son ya solo los artistas que gozan de fama un día, que se emborrachan de éxito, y luego caen en el olvido o en la ignorancia y hasta en el desprecio. Puede ser que hasta a la propia Juana Rivas le cueste ahora reconocerse en aquella mujer a la que casi todo el mundo en España jaleaba y animaba para que cometiera el delito que la ha llevado a la peor de las desesperaciones, a la peor derrota, a punto de perder a sus hijos porque el mundo de mentiras que fue construyendo se ha derrumbado de la forma más estrepitosa. Una mujer desquiciada, humillada y desprestigiada, que ha perdido todos los procesos judiciales que inició con mentiras e invenciones, que acabará con una condena de cárcel y, lo que es peor, que puede terminar perdiendo a sus propios hijos porque los tribunales lo que aconsejan es que sea internada para curarse de un “funcionamiento psíquico gravemente patológico, asociado a una desorganización mental”. Juana Rivas, sí, Juana Rivas… ¿Quién se acuerda de Juana Rivas?
Puede perder a sus hijos porque los tribunales aconsejan que sea internada para curarse de un “funcionamiento psíquico gravemente patológico"
Fue aquella mujer que, hace dos años, se fugó con sus dos hijos para no entregárselos a su exmarido, como correspondía por el acuerdo de divorcio, como le había ordenado un juez, y se amparó en que ese hombre había sido condenado unos años antes por un delito de malos tratos. Políticos de izquierda y de derechas, intelectuales y periodistas de todos los sectores, gobiernos y asociaciones, todos la animaron a que desapareciera, que dejase al padre sin sus hijos… Lo prudente en aquel momento, cuando lo viral consistía en secundar a Juana Rivas, era exigirle que le entregase los hijos a su padre y que nunca más desobedeciera una orden judicial. Pero, por cientos, se hicieron declaraciones y se firmaron artículos de ‘autoinculpación’ con el eslogan “Juana Rivas está en mi casa”. En contra de eso, lo pertinente era preguntarse si todos los hombres que resultan condenados por un delito de malos tratos deben perder la custodia de sus hijos. ¿Sea cual sea la gravedad del delito de malos tratos? ¿Sean cuales sean las circunstancias? En el caso de la pareja de Juana Rivas, Francesco Arcuri, fue condenado, con una sentencia de conformidad, por un delito de lesiones en el ámbito familiar, a tres meses de prisión y un año de alejamiento. ¿Eso le convierte en un maltratador inhabilitado de por vida para educar a sus hijos?
La Justicia de un Estado de Derecho democrático tiene entre sus principios fundamentales la proporcionalidad entre el delito cometido y la pena que se impone y, por delante de todo, la presunción de inocencia. Cuando se produce un escándalo mediático de esta naturaleza, es lo primero que conviene recordar y, sin embargo, es lo primero que se olvida. La manifestación y el tumulto, el griterío y las consignas, se imponen siempre al sosiego y a la moderación. En aquellos días, Arcuri repetía que aceptó la sentencia de conformidad para poder seguir viendo al único hijo que tenían entonces, pero que él no es un maltratador, que discutían mucho en la casa, de forma agresiva, y que eso fue lo que ocurrió aquel día, una pelea de los dos. Juana Rivas, por el contrario, sostenía que su expareja era un peligroso acosador y que, diez años después, la seguía maltratando, a ella y a sus hijos.
De hecho, asesorada por quienes la jaleaban, Juana Rivas inició una ofensiva judicial contra su exmarido que es la que, esta semana, se ha derrumbado estrepitosamente, tanto en Italia como en España. Las ocho denuncias por malos tratos —¡ocho denuncias!— que había presentado ante la justicia italiana las han archivado con una durísima reprimenda contra Juana Rivas por habérselo inventado todo: acusaciones “inverosímiles e inconsistentes”; de lo único que “hay pruebas” es de cómo Juana Rivas ha intentado “manipular” a sus dos hijos contra el padre. En el caso de España, también se ha archivado otra denuncia, esta vez por una supuesta falsificación de documentos que no existía, en la que una jueza solo ha encontrado el “interés en Juana Rivas de mantener algún procedimiento penal en trámite contra Francesco Arcuri”, porque todo lo demás era una pura “sinrazón”.
Este siglo XXI va a ser, sin dudarlo, el siglo de la igualdad real entre hombres y mujeres en la sociedad. La lucha feminista, que se remonta a tantos años atrás, es ahora cuando se cristaliza en la sociedad y erradica comportamientos machistas que aún persisten. Pero es justo por ese convencimiento por lo que casos como el de Juana Rivas, este despropósito mayúsculo, debería servirnos a todos para reflexionar sobre los límites que nunca se deben pasar y sobre los prejuicios que surgen cuando se intenta despachar con tres consignas relaciones personales y circunstancias judiciales enormemente complejas. Prudencia y rigor siempre, antes que jaleo de campañas y frivolización. Por ejemplo, cuando la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, dice que “las mujeres tienen que ser creídas sí o sí” en los tribunales de Justicia cuando presentan una denuncia por cuestiones relacionadas con la violencia de género, tendría que explicarnos si también se refiere a casos como el de Juana Rivas, aunque parezca que ya nadie se acuerda de ella.
Si solo fuera por decencia, tendrían que salir de nuevo y decir lo que piensan públicamente, como entonces. Incluso si solo fuera por remordimiento, deberían dar la cara otra vez y explicarnos qué les parece el penoso agujero en el que ha caído Juana Rivas y cómo piensan que puede salir de ahí y si en el futuro, cuando se presente otra historia parecida, actuarán de forma distinta. ¿O es que ya no se acuerdan de Juana Rivas? ¿La han olvidado?