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Yo soy cabaña, tú eres patraña
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Javier Caraballo

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Yo soy cabaña, tú eres patraña

No esperes que quien piensa que esto es una burda patraña vaya a compartir tu miedo cuando salga a la calle. Así que estamos divididos, síndrome cabaña, síndrome patraña

Foto: Un ciudadano lleva mascarilla y pantalla protectora mientras camina por el centro de Madrid. (EFE)
Un ciudadano lleva mascarilla y pantalla protectora mientras camina por el centro de Madrid. (EFE)
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Dices que estás preocupada, que hasta tus hijos te han dicho que no es normal lo que está ocurriendo, que no hemos aprendido nada, que la gente sale a la calle como si todo esto hubiera sido un fin de semana de tormenta en el que nos hemos tenido que quedar en casa. Temes sobre todo por tu hijo, que lo ves más inconsciente, porque tu hija, en cambio, sí parece más concienciada; anoche hasta te envió, escandalizada, las fotos de una terraza en la que estaba, completamente abarrotada, como si nada hubiera pasado, y a ti se te cayó el alma al suelo. No pudiste pegar ojo. Créeme si te digo que no eres la única, que hay mucha gente así, y que todavía será peor a partir de ahora, en este último tramo del estado de alarma. Dicen los psicólogos que los dos meses que estuvimos encerrados en casa, sin poder salir para nada, generan un síndrome de miedo, el síndrome de la cabaña, como si ya solo nos encontrásemos seguros entre nuestras cuatro paredes.

Es una especie de vértigo de miedo que nos entra al salir a la calle y ver de nuevo las aceras llenas, los comercios y los bares abiertos. Te habrá pasado como a mí, que uno de aquellos días de encierro obligado te has sobresaltado inconscientemente cuando han puesto imágenes de la Semana Santa de otros años, de los Sanfermines o de las Ferias… Veías a tanta gente junta, pegados unos a otros, y te sentías extrañamente incómodo, como si algo se estuviera haciendo mal. Ha sido así, es verdad. Pero fíjate, de todas formas, que lo que no se ha analizado en psicología es el síndrome contrario de este coronavirus, el ‘síndrome de la patraña’, como yo lo denomino, la gente que, desde el principio, defiende que todo esto es mentira, una exageración, un engaño colectivo. Ahí tienes al mismo Miguel Bosé, que hasta ha perdido a su madre por la pandemia, y, sin embargo, dice que lo que nos ha ocurrido es “la gran mentira de los gobiernos”. No esperes que quien piensa que esto es una burda patraña vaya a compartir tu miedo cuando salga a la calle, cuando acuda a una terraza a tomar copas. Así que, ya ves, estamos divididos, síndrome cabaña, síndrome patraña. Yo soy cabaña, tú eres patraña. Así vamos a comenzar a vernos ahora.

Foto: Una mujer en kimono, en Kioto, Japón. (EFE)

Dices que lo peor será que se produzca un rebrote, ahora o en el otoño, y que a ver quién tiene entonces autoridad para meternos otra vez en las casas o, peor aún, qué economía en el mundo podría soportar un nuevo periodo de paralización de toda la actividad, como ha ocurrido desde marzo sobre todo en España, que ha vivido uno de los confinamientos más duros de todo el mundo. No habrá Gobierno que lo decrete ni ciudadanía que lo acepte, no, por eso mismo se hace más inquietante la inconsciencia de algunos en esta desescalada, porque puede volver a pasar. Porque los rebrotes existen, están ahí, ocurren, con lo que vivir con la ceguera de que aquí ya ha pasado todo es una absurda enajenación de la realidad. Ya sabes que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y fíjate lo que nos puede ocurrir con este virus, que en el mismo año tengamos que lamentar que no supimos prever la llegada del brote y que luego volvió a ocurrirnos lo mismo con el rebrote. Ni brote ni rebrote. La misma ceguera en los dos casos, por no ser capaces de atender las noticias que llegaban de los países en los que se propagó antes el covid-19.

"Después de haber autorizado la apertura de comercios, hoteles y restaurantes, los han vuelto a prohibir por temor a que se descontrolara"

Solo tienes que fijarte en lo que ha pasado en Corea del Sur, en Singapur y en Japón, los primeros países a los que ‘saltó’ el virus desde China. Desde el principio, todos ellos han contado con más medios sanitarios y mejores métodos de control electrónico de los contagios y, sin embargo, no han podido evitar los rebrotes de la enfermedad. Insisto, hablamos de países en los que sus ciudadanos están muy concienciados ante las pandemias, por eso los hemos visto siempre con mascarillas cuando venían de turistas a España. La alta tecnología de los móviles también les ha servido para el seguimiento de los contagios y la prevención de nuevos casos.

Foto: Trabajadores migrantes en Singapur. (Reuters)

Sin embargo, ni ellos han podido evitar que aparezcan nuevos focos a partir de acontecimientos ordinarios, comunes, compartidos: un acto religioso, una pista de baile, un karaoke; un joven que, al regresar a su vida normal tras un fin de semana de contactos sociales, contagia a 50 o a 100 compañeros de trabajo, o a 270 personas, como ha ocurrido en Itaewon, un barrio muy popular de Seúl. En algunos lugares, después de haber autorizado la apertura de comercios, hoteles y restaurantes, los han vuelto a prohibir por temor a que, de nuevo, se descontrolara la pandemia. En Singapur, una ciudad-estado con cinco millones de habitantes, elogiada en todo el mundo por la eficacia en el control de la pandemia, el rebrote ha sido más agresivo que el brote inicial de los contagios.

"Piensa de nuevo en lo que te digo, porque no nos puede volver a pasar ni debemos permitir que a los gobiernos les pille otra vez igual, cazando moscas"

Lo mismo ha ocurrido en Japón, donde se habla desde hace tiempo de una ‘segunda ola’ del virus, más desconcertante aún que la primera, porque ya no se tiene claro ni siquiera el origen de los contagios, cuando, en algunos casos, no se pueden explicar por la llegada de algunas personas de fuera, de otras zonas del país o de otros países. ¿Por qué iba a ser diferente España? Piensa de nuevo en lo que te digo, porque no nos puede volver a pasar ni debemos permitir que a los gobiernos les pille otra vez igual, cazando moscas. Que no supiésemos prever el contagio, a pesar de las evidencias, puede tener una explicación, por lo extraordinario de esta pandemia, pero si nos vuelve a ocurrir lo mismo y no atendemos las señales de alerta del rebrote, será una imperdonable estupidez.

Dices que estás preocupada, que hasta tus hijos te han dicho que no es normal lo que está ocurriendo, que no hemos aprendido nada, que la gente sale a la calle como si todo esto hubiera sido un fin de semana de tormenta en el que nos hemos tenido que quedar en casa. Temes sobre todo por tu hijo, que lo ves más inconsciente, porque tu hija, en cambio, sí parece más concienciada; anoche hasta te envió, escandalizada, las fotos de una terraza en la que estaba, completamente abarrotada, como si nada hubiera pasado, y a ti se te cayó el alma al suelo. No pudiste pegar ojo. Créeme si te digo que no eres la única, que hay mucha gente así, y que todavía será peor a partir de ahora, en este último tramo del estado de alarma. Dicen los psicólogos que los dos meses que estuvimos encerrados en casa, sin poder salir para nada, generan un síndrome de miedo, el síndrome de la cabaña, como si ya solo nos encontrásemos seguros entre nuestras cuatro paredes.

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