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¿Dónde vas, Susana Díaz?
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Javier Caraballo

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¿Dónde vas, Susana Díaz?

Ha pasado de aparecer como una de las dirigentes más astutas y audaces de todo el panorama político español a deambular desorientada por el terreno que mejor conoce, Andalucía

Foto: La secretaria regional del PSOE, Susana Díaz. (EFE)
La secretaria regional del PSOE, Susana Díaz. (EFE)

“¿Dónde vas, Alfonso XII?/ ¿Dónde vas, triste de ti?”. La coplilla se la cantaba el pueblo al rey Alfonso cuando lo veían pasear afligido por la pérdida de María de las Mercedes, la joven y guapa reina que se crio en el Palacio de San Telmo, quinta hija de Antonio de Orleans, uno de los más grandes y despiadados conspiradores de la historia de España, y ahora se le podría cantar igual a Susana Díaz, con el mismo escenario como pérdida, aquel palacio de los Orleans convertido hoy en sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía, que la socialista tuvo que abandonar tras la última victoria del PSOE andaluz en unas elecciones, que no le sirvió para revalidar su larga hegemonía en esta comunidad.

Dónde vas Susana Díaz, dónde vas triste de ti, porque la líder de los socialistas andaluces ha pasado en unos años de aparecer como una de las dirigentes más astutas y audaces de todo el panorama político español a deambular desorientada por el terreno que mejor conoce, Andalucía. ¿Qué ha podido pasar para que, en tan poco tiempo, alguien experimente un cambio tan abrupto? Hay veces que, en política como en la vida, un solo tropezón hace perder el paso y se convierte en el precedente odioso de una cadena de errores, de infortunio y de torpezas, y eso es lo que le pudo ocurrir a Susana Díaz cuando reinaba feliz en la Junta de Andalucía y decidió disputarle a Pedro Sánchez la secretaría general del PSOE. Desde aquel momento, desde aquella derrota, Susana Díaz no ha vuelto a levantar cabeza como líder política, pero las explicaciones de la desorientación actual son más complejas.

Foto: Pedro Sánchez, junto a Susana Díaz. (EFE)

La derrota en las elecciones primarias frente a Pedro Sánchez no habría alterado tanto el destino político de Susana Díaz si, en el fondo de aquel enfrentamiento, no latiese una enemistad manifiesta con el nuevo líder del partido, algo que no les ocurrió a otros dirigentes regionales del PSOE, que supieron recomponer su relación después de la batalla. Susana Díaz, como presidenta andaluza, siguió batallando hasta que sobrevino la catástrofe completa: Pedro Sánchez fue elegido presidente del Gobierno (junio de 2018) y, unos meses después, perdió la presidencia de la Junta de Andalucía (diciembre de 2018).

Es sabido que, a partir de ese momento, a Susana Díaz, como suele ocurrir con los líderes caídos, se le ofrecieron varias salidas airosas, que ella descartó, desde la presidencia del Senado hasta una confortable plaza de eurodiputada. Decidió seguir plantando batalla y volvió a cometer un nuevo error: se deshizo de la persona que, hasta entonces, aparecía como número dos del partido en Andalucía, Mario Jiménez, tan curtido como ella en batallas internas y con el mismo instinto de supervivencia. Los motivos de aquella decisión, que sorprendió a todos, no son tan relevantes en este momento como las consecuencias, unas internas, que tienen que ver con el control y el liderazgo efectivo del partido, y otras que están directamente relacionadas con este estado confuso en el que se mueve el PSOE andaluz en su papel de oposición frente al primer Gobierno de centro derecha que gobierna en Andalucía.

Foto: La presidenta del grupo parlamentario socialista en Andalucía, Susana Díaz. (EFE) Opinión
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Tras el destierro de Mario Jiménez, instruido en el discurso mordaz y contundente de los socialistas andaluces, el PSOE andaluz pasó a estar representado por un abanico de dirigentes provinciales que lo único que han demostrado hasta ahora en política es su absoluta lealtad a Susana Díaz. Pero nada más. En la labor de oposición, esos nuevos portavoces del PSOE andaluz no solo no han conseguido poner en apuros serios al presidente popular, Juanma Moreno, sino que, poco a poco, ellos mismos se precipitan hacia la irrelevancia. Toscos, previsibles y elementales. Y sin poder alguno de comunicación.

La peor señal de una mala estrategia política es que tus discursos más cuidados acaben convertidos en chistes, y esa es la peligrosa fase en la que ha entrado ahora el PSOE andaluz: todavía circula por ahí la intervención parlamentaria reciente de uno de esos portavoces cuando recriminaba al Gobierno andaluz del PP y Ciudadanos su mala gestión y puso como ejemplo que Canal Sur no haya retransmitido, por primera vez en su historia, la romería de la Virgen de la Cabeza… La intervención parlamentaria de ese portavoz de Susana Díaz se ha convertido en Andalucía en un episodio cómico que se ha hecho viral en las redes sociales, porque es evidente que este año no ha habido ni Romería de la Virgen de la Cabeza ni ninguna otra salida procesional, fiesta o verbena por la pandemia de coronavirus.

Casi al mismo tiempo, otro de esos portavoces fieles de la expresidenta andaluza denunció un contrato a dedo del Gobierno andaluz, sin reparar en que esa contratación procedía de la época socialista. Bajo el paraguas de una gran Administración como la Junta de Andalucía, que gestiona al año 38.540 millones de euros, todo es más fácil para un mal político; en la oposición, y acomodados tras cuatro décadas de poder consecutivo, hasta las pocas virtudes que los adornen se pueden convertir en defectos.

Uno, dos, tres… Pero, si todos los que cometen errores son portavoces de segunda fila del PSOE de Andalucía, dónde está Susana Díaz. Esa es otra de las razones de la embrollada situación actual de los socialistas andaluces: tampoco Susana Díaz ha sabido adaptarse a su nuevo papel de líder de la oposición en Andalucía. La líder socialista andaluza sigue reservándose solo para las grandes ocasiones, los asuntos que considera de gran interés nacional, como cuando presidía la Junta de Andalucía, con lo que, a menudo, desaparece 'de facto' de la escena política andaluza.

Podría pensarse que se ha mantenido alejada por su segunda maternidad, ocurrida en febrero, una niña que se llama Rocío, pero no es ese el motivo, sino su desubicación. Es más elocuente aquello que dijo, semanas antes de dar a luz, en un intento baldío por congraciarse con la dirección de su partido: “Yo me equivoqué cuando defendí que este país tenía que tener un Gobierno aunque fuera muy de derechas, y acertó Pedro Sánchez”. Ese reconocimiento extemporáneo de una causa que ella abanderó, blandiendo la responsabilidad y el sentido de Estado del PSOE, dejó estupefactos a todos los que entonces la apoyaron, dentro y fuera del Partido Socialista. Desconcierto. Es verdad que la vida política puede cambiar repentinamente y que Susana Díaz siempre va a aspirar a recuperar el terreno perdido. No cejará en el empeño, porque es una mujer tenaz y habilidosa. Pero, por ahora, eso, la coplilla de Alfonso XII. ¿Dónde vas?

“¿Dónde vas, Alfonso XII?/ ¿Dónde vas, triste de ti?”. La coplilla se la cantaba el pueblo al rey Alfonso cuando lo veían pasear afligido por la pérdida de María de las Mercedes, la joven y guapa reina que se crio en el Palacio de San Telmo, quinta hija de Antonio de Orleans, uno de los más grandes y despiadados conspiradores de la historia de España, y ahora se le podría cantar igual a Susana Díaz, con el mismo escenario como pérdida, aquel palacio de los Orleans convertido hoy en sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía, que la socialista tuvo que abandonar tras la última victoria del PSOE andaluz en unas elecciones, que no le sirvió para revalidar su larga hegemonía en esta comunidad.

Susana Díaz