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El extraño éxito de la selectividad
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Javier Caraballo

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El extraño éxito de la selectividad

Lo que es indiscutible es que en 20 años, con las autonomías a cargo del examen, el porcentaje de aprobados ha subido más de 25 puntos

Foto: Casi 40.000 alumnos catalanes inician la selectividad en plena pandemia. (EFE)
Casi 40.000 alumnos catalanes inician la selectividad en plena pandemia. (EFE)
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La pandemia ha pasado por el sistema educativo en España como un rayo de luz sobre el cristal, nada ha cambiado. Pero eso no puede ser así; sabemos que no puede ser así. No solo no existen diferencias con los resultados obtenidos otros años, sino que los estudiantes españoles han sacado incluso mejores notas que en ejercicios anteriores. Más aprobados todavía, a pesar de que el curso se suspendió en marzo, que los alumnos han tenido que prepararse por su cuenta, con contactos 'online' con sus profesores, y de que España ha sido de los países en los que se ha optado por mantener en líneas generales el calendario, sin alteraciones formales, que puedan trastornar oficialmente el currículum de los estudiantes.

No todo el mundo ha optado por lo mismo; Francia, por ejemplo, donde también se cerraron los centros escolares en marzo, suspendió la Selectividad ('Baccalauréat') en abril y se optó por un sistema de evaluación continua. En España, no. La indefinición, aquí, duró bastante más tiempo y se estuvo especulando hasta casi el final del confinamiento con la suspensión de la Selectividad hasta que el Ministerio de Educación optó por una solución salomónica para el sistema educativo, nada de aprobados para todo el mundo, pero sí exámenes más 'flexibles'. Lo que dijo Isabel Celáa es, incluso, contradictorio en sí mismo: "No habrá aprobado general, porque sería una medida injusta", pero "la repetición de curso será muy excepcional y deberá estar sólidamente argumentada". ¿Qué diferencia hay? Evidentemente, la única diferencia que existe es la formal. Se pretende dar la apariencia de que el curso académico ha sido uno más y se tapa con un número de aprobados similar al de otros años. Es lo que ha ocurrido con la Selectividad.

Foto: Nervios y mascarillas en la prueba de EBAU. Foto: EFE Raquel Manzanares

El engaño, el autoengaño… En el fondo, ese es uno de los problemas fundamentales del sistema educativo español. La fundada sospecha que podemos tener es que en muchas comunidades autónomas se hacen políticas educativas orientadas hacia otros fines que no son los únicos que deben importar: la sólida formación del alumnado. Como ocultar las altas tasas de 'fracaso escolar' con promociones forzadas de alumnos sin el nivel adecuado o como utilizar el sistema educativo para fomentar el nacionalismo y el rechazo al español, que es la lengua común. Vayamos a dos ejemplos concretos, de esta pasada Selectividad.

Los exámenes de Matemáticas II en Andalucía revolucionaron las redes sociales cuando se supo que la opcional era poder descartar las preguntas más difíciles. De ocho ejercicios debían elegir cuatro y los alumnos del Bachillerato de Ciencias podían dejar fuera las opciones tradicionalmente más difíciles, como las integrales o cualquier otra que se les atravesara, las matrices o la geometría. En Baleares la polémica tiene que ver con el uso del sistema educativo para el adoctrinamiento: el examen de Selectividad de Lengua y Literatura catalana incluía el comentario de texto de un artículo de prensa en el que se alertaba del uso de "la lengua del imperio" (sic) en los móviles: "Si nos pasamos tantas horas hablando con estos aparatos en castellano será una derrota más de nuestra lengua" catalana.

No habrá aprobado general, sería una medida injusta, y la repetición de curso será muy excepcional y argumentada

Con esos mimbres, lo extraordinariamente complejo es delimitar dónde, en qué comunidad autónoma, la Selectividad cumple estrictamente el objetivo para el que está creada, una elección de alumnos para que accedan a la Universidad sin que esta se convierta en un coladero que vaya degradando progresivamente el nivel educativo en su grado superior. Un sistema de selección de alumnos se transforma en un sistema de convalidación de políticas.

Lo que, desde luego, es indiscutible es que en veinte años, con las autonomías a cargo del examen, el porcentaje de aprobados ha subido más de veinticinco puntos (en 1989 aprobaba un 70%). Lo de este año, por las circunstancias especiales de la pandemia, puede considerarse simbólico del problema, pero no es extraordinario. Un rápido repaso: En el País Vasco ha aprobado el 97%, una tasa que se queda baja si se compara con los que han hecho la prueba en euskera, que, curiosamente, llega hasta el 98,2% de los estudiantes. En Sevilla no se han quedado atrás, la Selectividad la han aprobado más gente incluso que el año pasado, un 95%, que representa dos puntos de subida. En toda Andalucía, la cifra es un poco más baja, pero muy cerca del 93%.

En Galicia no han llegado al 90%, pero casi, un 88%, lo que supone dos puntos menos que el año pasado, más o menos como en Canarias y en Extremadura (89%). En Valencia, también rozan el cien por cien de aprobados (96,78%) y en Madrid, aún bajando un punto con respecto al año pasado, han aprobado la Selectividad un 92,16% de los alumnos. En Castilla y León han aprobado también un número muy alto, el 94,4%. El recuento podría seguir, uno a uno, por los diecisiete sistemas educativos distintos, pero con resultados muy similares en la Selectividad.

placeholder Primera jornada de la Selectividad en la Facultat de Derecho de Girona. (EFE)
Primera jornada de la Selectividad en la Facultat de Derecho de Girona. (EFE)

La pandemia ha pasado por el sistema educativo en España como un rayo de luz sobre el cristal, sin inmutarse, pero la apariencia es engañosa. Como aquel poema de Vicente Aleixandre, "tras el cristal la rosa es siempre rosa, pero no huele". Ni dañan las espinas... Se trata de elegir entre la apariencia, el autoengaño, o la cruda realidad, sin eufemismos que la camuflen. Y se trata, también, de optar entre el mantenimiento del sistema actual de descentralización total de la Educación o de volver a la unificación de algunos aspectos, como una prueba de Selectividad única en toda España.

Se trata, en suma, de revisar el modelo sin complejos ni limitaciones previas para hacerlo más eficaz, más competente y más prestigiado. En el Gobierno hay claras diferencias, mientras que la ministra Celáa defiende el mantenimiento del modelo actual, —"Funciona muy bien. Las universidades así lo afirman y más del 90 por 100 de estudiantes consigue pasar a la Universidad"—, el ministro de Universidades, Manuel Castells, ha defendido en el Congreso de los Diputados que se fijen "unos criterios básicos" para garantizar "la igualdad de derechos" de todos los estudiantes españoles. "No puede ser que [la Selectividad] cambie tanto de una comunidad a otra y que los estudiantes tengan que cambiar de comunidades para cumplir las reglas".

Todo esto lo dijo el ministro Castells en febrero, antes de la pandemia, con lo que podemos aventurar que, de momento, para el próximo curso no habrá cambio alguno. Y si las previsiones de impacto de la crisis sanitaria y económica se extienden hasta 2023 o más allá, descartemos cualquier reforma en esta legislatura. En todo caso, dirán que para qué preocuparse si, al final, la Selectividad seguirá siendo el símbolo del extraño éxito del sistema educativo español.

La pandemia ha pasado por el sistema educativo en España como un rayo de luz sobre el cristal, nada ha cambiado. Pero eso no puede ser así; sabemos que no puede ser así. No solo no existen diferencias con los resultados obtenidos otros años, sino que los estudiantes españoles han sacado incluso mejores notas que en ejercicios anteriores. Más aprobados todavía, a pesar de que el curso se suspendió en marzo, que los alumnos han tenido que prepararse por su cuenta, con contactos 'online' con sus profesores, y de que España ha sido de los países en los que se ha optado por mantener en líneas generales el calendario, sin alteraciones formales, que puedan trastornar oficialmente el currículum de los estudiantes.

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