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Ejemplo lorquiano de imbecilidad en España
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Javier Caraballo

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Ejemplo lorquiano de imbecilidad en España

Un altísimo porcentaje de españoles de menos de 30 años, muchos de ellos universitarios, desconoce completamente cómo murió Federico García Lorca

Foto: La estatua de Federico García Lorca de la plaza de Santa Ana en Madrid. (EFE)
La estatua de Federico García Lorca de la plaza de Santa Ana en Madrid. (EFE)
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La conversación, y todo lo que sucedió después, es una simple muestra de un gran mal de España, un lastre que nos impide avanzar: la incultura y el despropósito político como realidades encadenadas. Sucede a menudo, pero pocas veces alcanza la proporción de ese día cuando comprendimos, estupefactos, que un altísimo porcentaje de españoles de menos de 30 años, muchos de ellos universitarios, desconoce completamente cómo murió Federico García Lorca. Conocen el nombre, sí, claro, les suena porque quizá lo dieron en el instituto y, sobre todo, porque está por todas partes, en los azulejos de las calles, en el dintel de las escuelas, en el cartel de hierro forjado de una plaza de pueblo…

Conocen a Lorca porque alguna vez alguno de sus ídolos lo habrá mencionado, habrá cantado un poema o unos versos, como ocurrió en la última edición de 'Operación Triunfo' y, antes de eso, en un episodio de la serie ‘El Ministerio del Tiempo’ de RTVE, que es donde comienza este relato. Al final, todo acaba con la profunda desolación que produce la desmemoria en España, fruto de un mal sistema educativo, con un analfabetismo funcional galopante, y una clase política empeñada en utilizar las tragedias del pasado solo como estrategia electoral, sin interés alguno por sacarle a la historia su jugo más valioso, que sirva de lección.

En la nueva temporada de 'El Ministerio del Tiempo', uno de los agentes, el que interpreta Rodolfo Sancho, se encuentra con Federico García Lorca en uno de los viajes al pasado y le pide que, por favor, no acuda a Granada cuando llegue el 18 de julio de 1936. Lorca no lo entiende, no sabe por qué se lo dice, porque en Granada están su casa, sus amigos, su gente, y en ningún lugar del mundo podría estar más seguro. El agente, para convencerlo, lo lleva con él a un tablao flamenco de muchos años después, tras la dictadura franquista, en el que Camarón de la Isla está cantando su 'Leyenda del tiempo', unos versos oníricos, surrealismo poético, y una premonición de aquello que le está pasando. “El sueño va sobre el tiempo flotando como un velero. Nadie puede abrir semillas en el corazón del sueño”. En esas, Lorca, admirado, le dice al agente del Ministerio del Tiempo que lo ha llevado de visita al futuro: “Tanto tiempo después, ¿todavía España se acuerda de mí? Pues entonces dejemos las cosas como están. Porque no han ganado ellos, he ganado yo”.

En la academia de 'Operación Triunfo', uno de los profesores le estaba contando esta historia a uno de los jóvenes cantantes, Hugo Cobo, y cuando le hace ver el paralelismo entre ese poema y la muerte del poeta, el chaval se lleva las manos a la cabeza, con una expresión de asombro absoluto. “¡Oh!”, exclama. “¿Y de qué murió él?”, pregunta con los ojos abiertos como platos. “Lo fusilaron”, le contesta el profesor. Y el cantante Hugo, otra vez más, se lleva las manos a la cabeza y elabora al momento una teoría muy acorde con su mundo de inopia: “A lo mejor lo fusilaron por eso, por escribir ese poema, porque dijeron, pues ahora lo vamos a cumplir, pum”. “No, no fue por eso”, dice el profesor, un poco más serio, y decide, definitivamente, cambiar de tema y comenzar a preparar la canción para el próximo programa.

¿De qué murió Federico García Lorca? Hay que repetirse muchas veces esa pregunta para que el mismo gesto de asombro se grabe en la cara, como una mueca cincelada, porque la ignorancia del cantante de 'Operación Triunfo' es exponencial entre los jóvenes españoles. Hugo Cobo es un joven cordobés de 20 años, con, al menos, la educación obligatoria finalizada, y lo que ocurrió fue que una joven universitaria con la que yo estaba viendo lo sucedido, tan sorprendida como yo, se planteó desmentir aquella ignorancia de la juventud española con una sencilla encuesta casera. Decidió trasladar esa misma pregunta, ¿conoces a Lorca, cómo murió?, a su círculo de amigos.

En un grupo de más de 25 jóvenes, entre los 20 y los 30 años, algunos de ellos licenciados, no llegaban a la mitad los que sabían que fue fusilado

Este es el experimento que nos deja estupefactos, el final de este relato de desolación: en un grupo de más de 25 jóvenes, entre los 20 y los 30 años, algunos de ellos licenciados universitarios, no llegaban a la mitad los que sabían que Lorca fue fusilado en Granada, por el bando franquista, durante la Guerra Civil. El resto, como Hugo, lo desconocía por completo. Como si les hubieran dicho que Federico García Lorca se murió hace un par de años de un mal resfriado. No se trata, como se decía antes, más que de una muestra insignificante, un rastreo amistoso, pero dudo mucho de que variasen los porcentajes si la misma pregunta se incluyera en un sondeo nacional. De hecho, hace unos años, en 2011, se hizo un estudio, ‘Conflictos: la memoria de los alumnos. De la Guerra Civil a la Transición’, en el que se desvelaba que el porcentaje de alumnos que tenían conocimientos básicos de la contienda y la dictadura no superaba el 10%. ¡El 10%! Y aún peor: ocho de cada 10 universitarios desconocen quién eran Primo de Rivera o La Pasionaria.

Hugo, el cantante de OT, es un exponente y, como tal, tendría que servir de espoleta para replantearnos en España lo que está sucediendo con la educación y el futuro que le aguarda a una sociedad cuando desprecia de esta forma sus propias raíces. ¿De qué sirve la memoria histórica si lo que ya existe en España es una incultura histórica sobre la Guerra Civil? ¿Para qué sociedad, para qué gente se legisla en España? ¿Todo esto no resulta un absurdo patético?

Lorca es eterno, ahora solo falta que los Hugos de España, que son el futuro, sepan qué sucedió en esa parte de nuestra historia que nunca se debe repetir

A Federico García Lorca lo asesinaron una de estas noches de verano en las que los campos de Andalucía huelen a tierra quemada, achicharrados por el sol. Las cigarras cantan hasta el anochecer, y borran los perfiles de días de insomnio, sudor y duermevela. Lo sacaron a golpes de la camioneta en la que lo llevaron los Escuadrones Negros hasta el paraje, entre Víznar y Alfacar, en el que lo fusilaron, junto a otros tres hombres, un maestro de escuela, Dióscoro Galindo, y dos banderilleros, Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. Quizás el poeta miró la luna por última vez, “huye luna, luna, luna, que ya siento sus caballos”, y pensó que estaba componiendo su última tragedia, un maestro, dos banderilleros y él mismo, el poeta, asesinados por unos malnacidos, cegados de odio.

No, que no, que a Federico García Lorca no lo mató un resfriado, que lo asesinaron sin saber que ya era inmortal. Consuela, como en la serie, que haya calles, colegios, canciones que nos recuerden a Federico, pero destroza el ánimo esta imbecilidad española. Lorca es eterno, es verdad, ahora solo falta que los Hugos de España, que son el futuro de España, sepan qué sucedió en esa parte de nuestra historia que nunca se debe repetir.

La conversación, y todo lo que sucedió después, es una simple muestra de un gran mal de España, un lastre que nos impide avanzar: la incultura y el despropósito político como realidades encadenadas. Sucede a menudo, pero pocas veces alcanza la proporción de ese día cuando comprendimos, estupefactos, que un altísimo porcentaje de españoles de menos de 30 años, muchos de ellos universitarios, desconoce completamente cómo murió Federico García Lorca. Conocen el nombre, sí, claro, les suena porque quizá lo dieron en el instituto y, sobre todo, porque está por todas partes, en los azulejos de las calles, en el dintel de las escuelas, en el cartel de hierro forjado de una plaza de pueblo…

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