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Javier Caraballo

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Pedro Sánchez, culpable por defecto

Para Vox, Sánchez es culpable por defecto y, en eso, practica una obsesiva política de corrosión que no se detiene en los detalles; no le es necesario porque ha instaurado la preculpabilidad política

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
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La oposición más coherente al Gobierno de Pedro Sánchez es, sin duda alguna, la que ejerce la ultraderecha en el Congreso; Vox sostiene desde el primer día que Pedro Sánchez es el culpable de todo lo que ocurre en España y de lo que pueda ocurrir. El partido de Abascal no se maquilla de diálogo, ni pretende acercarse al Gobierno, ni acude cuando se le llama para negociar cualquier cosa. Por eso, le va a plantear una moción de censura, porque su único objetivo es cargarse al Gobierno que salió de las elecciones generales, las segundas consecutivas en las que ganó la izquierda sobre las fuerzas políticas del centro derecha.

Para Vox, Sánchez es culpable por defecto y, en eso, practica una obsesiva política de corrosión que no se detiene en los detalles; no le es necesario, porque ha instaurado la preculpabilidad política. No es el único que la practica en España, desde luego, y por eso conviene reseñar su coherencia, porque hay otros muchos que utilizan la misma vara de medir, pero disimulándolo. La prueba se puede encontrar fácilmente en cualquiera de las acusaciones más agrias que se le han dirigido a este presidente del Gobierno, como el respaldo al monarca, Felipe VI, o sus acuerdos con los grupos independentistas catalanes.

Foto: Santiago Abascal (d) e Iván Espinosa de los Monteros, en el Congreso. (EFE) Opinión

En ambos casos, a Pedro Sánchez se le ha acusado de haber traicionado a España antes, durante y después. Primero se sostuvo, como presunción, que la intención oculta era, por un lado, acabar con la monarquía parlamentaria y, por el otro, permitir la independencia de Cataluña. Cuando pasa el tiempo, que son meses y meses, y nada de ello sucede, ninguno de los pronósticos se modifica, sino que se salda con un alegre: “No lo hace porque no puede, pero es lo que piensa”. Es decir, se interpretan los actos en función, no de lo que dice o de lo que hace el presidente del Gobierno, sino de lo que se cree que piensa, que como se apreciará es de un rigor abrumador.

Incluso cuando se produce una enorme convulsión por los escándalos de la Casa Real, como el más reciente de don Juan Carlos, y el presidente socialista sale, en ese momento crítico, en defensa de la estabilidad de la monarquía parlamentaria, la interpretación que se hace es que, en realidad, es una jugada maquiavélica para secuestrar al monarca. Ya puede repetir mil veces mil que el PSOE es un partido que estuvo en el pacto constitucional y que se mantiene firme en su defensa, y que la estabilidad de las instituciones está por encima del comportamiento de las personas que ocupan esas instituciones. Nada.

Esta forma de ejercer la oposición es una constante en España, transversal podría decirse, y adquiere tonos de verdadero patetismo en algunas CCAA

¿Cuántas veces se afirmó durante la pandemia que el Gobierno de Pedro Sánchez, el Gobierno socialcomunista, como se repite, estaba aprovechando el estado de alarma para demoler el régimen constitucional e implantar una dictadura comunista? Esto ha sido lo mejor, la demostración más palpable de la culpabilidad por defecto de Pedro Sánchez de cuanto nos suceda. A finales de mayo, cuando el Gobierno solicitó la aprobación de los últimos plazos del estado de alarma, el Partido Popular, presionado por sus sectores más duros, se descolgó de los acuerdos, calificó de “incompetente e ineficaz la unilateralidad” del Gobierno; en agosto, tras dos meses de gestión de la pandemia por parte de las comunidades autónomas, ha vuelto a tacharlo de “incompetente” por no haber previsto los rebrotes y no haber coordinado a todas las comunidades autónomas.

Ahí está el ejemplo flagrante de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en contraste, por cierto, con los otros barones autonómicos del Partido Popular, más prudentes y comedidos. En mayo, la presidenta Ayuso abogaba por acabar con el estado de alarma, “que solo le beneficia al Gobierno para estar sin ningún tipo de oposición”, y pedía dejar “en manos de las regiones la gestión de la desescalada”; ahora, en septiembre, la misma presidenta culpa a Sánchez de los rebrotes porque “no se puede pasar del estado de alarma a la nada, a la ausencia, como ha ocurrido durante este verano”. Esto, además de acusarlo de menospreciar y ofender a los madrileños por mostrarse preocupado con la situación de la pandemia en esta comunidad, cuando ha habido días en esta semana en los que los contagios en Madrid, solo en Madrid, eran similares a los que se producían en toda Italia.

El PP acusa al Gobierno de "ensañarse" con la Comunidad de Madrid

La preculpabilidad como argumento político, qué cosas… En cierta forma, esta forma de ejercer la oposición es una constante en España, transversal podría decirse, y adquiere tonos de verdadero patetismo en algunas comunidades autónomas que se convierten en cámaras de tercera lectura de los debates nacionales. Incluso podría entenderse que, en el fondo, es la sociedad española la que potencia esa rivalidad política, pero todo ello nos llevaría a un debate mayor sobre un círculo vicioso: ¿es la sociedad española la que determina la crispación de la clase política o son los líderes políticos los que fomentan la política de trincheras en España?

El caso es que de ahí no se sale y que se olvidan las reglas fundamentales del entendimiento, sustento de cualquier convivencia. Diógenes de Sinope aprendió de su maestro que la humildad es un bien preciso para la sabiduría, porque escuchando y observando a los demás se aprende de uno mismo. “No olvidéis nunca respetar a vuestros enemigos, aunque solo sea porque ellos nos recuerdan nuestros defectos”. Pues eso.

La oposición más coherente al Gobierno de Pedro Sánchez es, sin duda alguna, la que ejerce la ultraderecha en el Congreso; Vox sostiene desde el primer día que Pedro Sánchez es el culpable de todo lo que ocurre en España y de lo que pueda ocurrir. El partido de Abascal no se maquilla de diálogo, ni pretende acercarse al Gobierno, ni acude cuando se le llama para negociar cualquier cosa. Por eso, le va a plantear una moción de censura, porque su único objetivo es cargarse al Gobierno que salió de las elecciones generales, las segundas consecutivas en las que ganó la izquierda sobre las fuerzas políticas del centro derecha.

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