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Kárate para Pablo Casado
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Javier Caraballo

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Kárate para Pablo Casado

Mirándolo a los ojos, un viejo maestro de kárate solo le daría un consejo al líder del Partido Popular para el recién estrenado curso político: aikido

Foto: El líder del Partido Popular, Pablo Casado, en rueda de prensa en Moncloa. (EFE)
El líder del Partido Popular, Pablo Casado, en rueda de prensa en Moncloa. (EFE)
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Mirándolo a los ojos, un viejo maestro de kárate solo le daría un consejo a Pablo Casado para el nuevo curso político recién estrenado: aikido. Ahí está la clave de todo, porque en política, como en las artes marciales, es fundamental saber utilizar la fuerza del contrario y convertirla en una ventaja propia. Los golpetazos bruscos, las embestidas furibundas, las arremetidas chuscas jamás obtendrán la eficacia de una sutil estrategia de debilitamiento y desgaste del contrario. Usar la mente antes que la fuerza.

La derecha española más áspera no suele entender estos conceptos y, muchas veces, demasiadas veces, se inclina por una oposición frontal, incluso desmedida. Como si siguieran sílaba a sílaba aquello de Ramiro de Maeztu, “ser es defenderse”, que nos aboca, inevitablemente, a una actitud agresiva ante todo, ante todos, si el concepto se sigue en su literalidad. Para algunos, puede ser muy satisfactorio, incluso orgásmico, en el instante del desahogo, pero al final todo degenera en una estrategia lesiva que, en el caso de una batalla por el respaldo electoral, lo único que consigue es fortalecer al adversario.

placeholder Imagen de la concentración en Colón de PP, Cs y Vox. (EFE)
Imagen de la concentración en Colón de PP, Cs y Vox. (EFE)

Ya les ocurrió, por ejemplo, en la plaza de Colón, cuando ensayaron aquella demostración de fuerza de todas las derechas unidas y lo que provocaron en el electorado socialista fue un incentivo de alerta para acudir a las urnas. Es decir, que por mucho que aparecieran juntos en la foto, al final, los tres partidos representantes de la ultraderecha, la derecha y el centro se presentaron por separado en las urnas, con las penalizaciones que acarrea la división del voto en el método D´Hont, mientras que los electores de izquierda optaron por el ‘voto útil’ del PSOE, del que tantas veces se ha beneficiado. La demostración de fuerza de Colón a quien le sirvió de verdad fue a Pedro Sánchez para reagrupar muchos de los votos apáticos que tenía desperdigados.

A punto de cumplir un año de la nueva legislatura y, sobre todo, ahora que parece que Pablo Casado ha llegado al convencimiento de que hay Gobierno de Pedro Sánchez para rato, ahora es el momento de que el líder de la derecha se replantee su estrategia de oposición y aprenda las técnicas de los viejos maestros de kárate. Debe tener en cuenta, además, que si las demostraciones de fuerza pueden tener efectos contrarios a los que se persiguen, más aún se puede agravar la distorsión si el opositor es un Gobierno frágil. Cuando se ejerce la oposición ante un Gobierno débil y enfrentado como el de Pedro Sánchez, la estrategia política más inteligente es la de intentar fomentar la fisura y procurar que, sin protagonizar la más mínima acción violenta, la fisura se vaya abriendo hasta la fractura.

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Otro ejemplo práctico: la negociación de los miembros del Consejo General del Poder Judicial. Ante la necesidad, y el ofrecimiento abierto, del presidente del Gobierno y de su ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, de pactar la nueva composición del máximo órgano de poder de la Justicia, lo más inteligente por parte del Partido Popular sería alcanzar un acuerdo con los socialistas, marginando completamente a los dirigentes de Unidas Podemos en esas negociaciones. ¿Cuántas veces ha tomado Pedro Sánchez decisiones de Estado sin consultar a sus socios? Que tengamos constancia reciente, el presidente socialista no consultó, ni informó a su vicepresidente, en la crisis de don Juan Carlos y en los prolegómenos de la fusión de Bankia con CaixaBank.

No hay mejor estrategia de oposición para el Partido Popular que haber aprovechado esa inercia de desencuentros internos para socavarla aún más y haber cerrado, con absoluta determinación, los acuerdos alcanzados en verano, en las negociaciones casi ultimadas que ahora se conocen entre socialistas y populares para la renovación estancada del Consejo General del Poder Judicial. La indefinición, sin embargo, y los complejos absurdos frente a Vox, los han llevado a renegar de cualquier contacto con el Gobierno. Es decir, en vez de profundizar en la división ya existente entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, entre el PSOE y todos sus socios de gobierno; en vez de eso, Pablo Casado ha optado por el trazo grueso de la descalificación genérica: “No habrá acuerdo mientras Podemos siga en el Gobierno”, que es una excusa tan banal como extravagante.

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Tan evidente es la equivocación estratégica cometida por Casado que para lo único que ha servido es para que el vicepresidente Iglesias se coloque en la foto de la renovación del Poder Judicial. Ha visto el hueco, y se ha colocado el primero de la fila con una indignación tan falsa e impostada como esta que le lleva a postularse como garante del sistema constitucional que tantas veces ha menospreciado: “La renovación del Poder Judicial es un mandato constitucional. El bloqueo de Pablo Casado en el CGPJ, con el fin de usar los tribunales para hacer oposición, tal y como reconoce el PP abiertamente, es una burla indecente a la Constitución y a la democracia”, ha dejado escrito Pablo Iglesias, el mismo que ofendía y descalificaba a la Justicia española sin consideración institucional alguna.

Tras la pandemia, que ha trastornado completamente la legislatura española (además de las vidas de todos nosotros que, al final, es lo fundamental), el líder de la oposición del Congreso, Pablo Casado, tiene que tomar una decisión fundamental que puede marcar y determinar el futuro de su liderazgo. En cierta forma, se trata del inicio de la legislatura porque es ahora, nueve meses después de haberse iniciado, cuando conocemos las características fundamentales de este periodo: un Gobierno de coalición que ha demostrado destreza parlamentaria para negociar y mantenerse durante, al menos, dos años más en el poder; un panorama social y económico de enorme complejidad, y un entorno internacional en la Unión Europea favorable a la resolución conjunta de los problemas. Con esas coordenadas, Casado solo tiene que hacerse una pregunta: ¿cómo se consigue desgastar al Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos? Para responderla es para lo que debería dejarse aconsejar por los maestros de kárate, que enseñan que el aikido es un arte marcial que se nutre de la fuerza de tu oponente y la convierte en tu fuerza. La oposición, dependiendo de cómo se ejerza, puede provocar que el Gobierno de Pedro Sánchez se una o que se distancie aún más. Esa es la cuestión.

Mirándolo a los ojos, un viejo maestro de kárate solo le daría un consejo a Pablo Casado para el nuevo curso político recién estrenado: aikido. Ahí está la clave de todo, porque en política, como en las artes marciales, es fundamental saber utilizar la fuerza del contrario y convertirla en una ventaja propia. Los golpetazos bruscos, las embestidas furibundas, las arremetidas chuscas jamás obtendrán la eficacia de una sutil estrategia de debilitamiento y desgaste del contrario. Usar la mente antes que la fuerza.

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