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Vacunación ética, la nueva propaganda
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Javier Caraballo

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Vacunación ética, la nueva propaganda

Al adjetivar la campaña de vacunación, lo que se persigue es dotar algo tan sistemático como un plan de vacunación de un sesgo ideológico de izquierda

Foto: Pedro Sánchez, en el centro, presidiendo un Consejo de Ministros. (EFE)
Pedro Sánchez, en el centro, presidiendo un Consejo de Ministros. (EFE)
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Debe haber consejos de ministros en los que toda la deliberación se ciña a encontrar una palabra o un concepto que sirva de eslogan a los socios del Gobierno. Y hasta que no aparece el término, no se anuncia el plan o las medidas que se hayan aprobado, proyectado o ideado; la cuestión es que para el PSOE y Podemos, la campaña de propaganda es la parte más importante de la acción del Gobierno.

Para el nuevo anuncio, se ha recurrido a una doble puesta en escena, propia de grandes ocasiones. Primero compareció el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado domingo, para decir nada —un ‘cortapega’ de informes europeos—, y, posteriormente, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, que fue el que redondeó la maniobra: “Para el plan de vacunación, se ha establecido un marco ético donde prevalecen los principios de igualdad, dignidad de derechos, necesidad, equidad, protección de la discapacidad y el menor, beneficio social y reciprocidad”.

Foto: El presidente del Gobierno preside la reunión del Comité de Seguimiento del Coronavirus y Vacunación, en el Palacio de la Moncloa. (EFE)

Ahí está: el nuevo eslogan que ya se ha echado a rodar es el de la ‘vacunación ética’ que se pondrá en marcha el año que viene para intentar acabar, de una vez, con la pandemia de coronavirus que ha asolado el mundo entero, arrasando todos los continentes. Como se comprenderá, al subrayar esto de que la pandemia ha asolado el mundo entero, lo que damos por hecho es que la aparición de la vacuna (o de las vacunas, porque nunca se había concentrado tanta energía científica en la investigación de una enfermedad) llevará todos los países a intentar vacunar a toda su población lo antes posible, comenzando obviamente por los grupos de riesgo y, progresivamente, descendiendo hacia abajo en la población hasta que el covid-19 deje de ser una amenaza.

Hasta ahí, se trata de una obviedad que hasta el más profano podría vaticinar. Por lo tanto, qué quiere decir el Gobierno con lo de la ‘vacunación ética’ si todos los países del mundo van a hacer lo mismo, cada cual en función de sus posibilidades. Al adjetivar la campaña de vacunación, lo que se persigue es dotar algo tan sistemático como un plan de vacunación de un sesgo ideológico de izquierda. Y de forma subliminal, lo que se traslada es el mensaje de que ‘gracias a este Gobierno de Pedro Sánchez, en España la vacunación será ética, a diferencia de lo que ocurriría con gobiernos de derechas’.

El Gobierno presenta el plan de vacunación contra el covid-19

De hecho, si se piensa, se trata de mantener la misma línea propagandística que se inició cuando, al principio de todo, se divulgó aquel otro concepto de que, con este Gobierno, “nadie se queda atrás”. En los dos casos, la intención es la misma: ni la vacunación será más ética que otras campañas de vacunación ni que las de otros países de nuestro entorno, porque lo esencial es que sea efectiva, ni, por supuesto, las crisis sucesivas que se han desatado con la pandemia han afectado a todos de igual manera, hay muchos que se han quedado atrás, hundidos, arruinados o desesperados. Eso, claro, sin contar con las decenas de miles de muertes, esa tragedia inmensa que está provocando la enfermedad y que, por sí misma, hubiera desaconsejado la utilización de un eslogan como ese. La cuestión era la imagen, antes y ahora. El celofán rojo de envolver paquetes de izquierda progresista.

Por lo demás, ese plan genérico de ‘vacunación ética’, que ni siquiera alcanza a países como Alemania, que dispondrá de una red de infraestructuras especiales para administrar la vacuna —en España, se hará en los centros de salud—, ni se compromete a un ritmo semanal de vacunación, como en el Reino Unido, que ha anunciado hasta cinco millones de vacunas semanales, en lo único que podría acertar es en el inicio de la campaña, pero ni siquiera eso está garantizado porque ninguno de los laboratorios que más han avanzado disponen aún de la certificación definitiva de las autoridades sanitarias.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso. (EFE) Opinión
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Así que, unidos todos los cabos, la única concreción de la campaña de vacunación española, que llevó al presidente Sánchez a dirigirse a la nación en domingo, es esa denominación que se ha acuñado, la ‘vacunación ética’, como si fuera un distintivo político de este Gobierno. En realidad, ni siquiera la expresión es original, porque fue la Organización Mundial de la Salud, al mismo tiempo que muchas organizaciones no gubernamentales, quien primero la empleó, pero para un debate muy distinto, que sí tiene que ver con la ética. ¿Cómo se va a garantizar que la vacuna contra el coronavirus llegue a todos los países que la necesitan? El dilema ético fundamental que nos deja la primera pandemia de la globalización es cómo debe comportarse el mundo rico cuando llegue la vacuna y se plantee la necesidad de distribuirla de una forma “justa y equitativa”. Todo lo que dice el ministro Illa, “un marco ético donde prevalecen los principios de igualdad, dignidad de derechos, necesidad, equidad…”, donde tiene sentido plantearlo no es aquí, en un país desarrollado de la Unión Europea, sin problemas para distribuir gratuitamente millones y millones de vacunas, sino lejos de nuestras fronteras.

En la revista 'Science', una veintena de expertos en salud propusieron un ‘modelo de prioridad justa’ que contemplase no solo las consecuencias de la enfermedad en la población de los países, sino también los efectos que está provocando de devastación económica, con lo que algunos se hundirán más aún de lo que ya estaban. “Este es el primer análisis ético sistemático de cómo distribuir los escasos recursos médicos entre los países. La ética siempre ha sido vista como una parte menor, pero cada vez más importante”, se decía en el artículo de 'Science' de septiembre pasado. ¿Ha cambiado algo esta pandemia mundial en el orden internacional? ¿Es posible imaginar un mundo más solidario, una vez que un virus microscópico ha puesto de rodillas a la humanidad? En efecto, existe un marco ético ante la vacunación contra esta plaga del covid-19, pero no es, desde luego, ni mucho menos, este que anuncia el Gobierno con su plan de lugares comunes que se queda en la propaganda.

Debe haber consejos de ministros en los que toda la deliberación se ciña a encontrar una palabra o un concepto que sirva de eslogan a los socios del Gobierno. Y hasta que no aparece el término, no se anuncia el plan o las medidas que se hayan aprobado, proyectado o ideado; la cuestión es que para el PSOE y Podemos, la campaña de propaganda es la parte más importante de la acción del Gobierno.

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