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Delgado, la fiscal insostenible
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Javier Caraballo

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Delgado, la fiscal insostenible

Todos los fiscales generales de la democracia han sido designados por el Gobierno directamente, pero compensaban, de una u otra manera, sus carencias con otras virtudes

Foto: La fiscal general del Estado, Dolores Delgado. (EFE)
La fiscal general del Estado, Dolores Delgado. (EFE)
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Tres son los defectos de Dolores Delgado que la convierten en un cargo fallido mientras dure su estancia en la Fiscalía General del Estado: incapacidad, indiscreción e incompatibilidad. La incapacidad entendida como la limitada cualificación profesional por la trayectoria para ocupar el más alto cargo del Ministerio Fiscal; la indiscreción pública, que es radicalmente contraria al celo profesional de prudencia y de reserva, sagrado en la judicatura, y la incompatibilidad que se adquiere al utilizar las puertas giratorias entre la judicatura y la política. No podríamos afirmar que los predecesores de Dolores Delgado en el cargo han carecido de alguno de esos defectos, es evidente, pero lo que no ha sucedido nunca es que un fiscal general del Estado los reúna los tres a la vez y de forma tan ostensible. Y eso es lo que la convierte en un problema constante que acabará siéndolo para el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que se empeñó en su nombramiento, al parecer, contra el criterio de algunos de los que le rodean en estas decisiones.

Hemos tenido fiscales generales, como veremos luego, que han podido ser sectarios políticamente, pero lo han compensado con una gran cualificación y prestigio profesional. Y pueden encontrarse casos, también, de fiscales generales que, sin estar avalados por una sólida carrera profesional, se hayan desenvuelto holgadamente porque cultivaron la virtud judicial de la prudencia y la discreción. Con lo que llegamos a la conclusión de que un fiscal general del Estado puede desempeñar su labor siempre que no tenga más de dos de los defectos que se enumeraban antes, pero que le será imposible desempeñar el cargo si reúne todos los inconvenientes. Y eso es lo que le pasa a la fiscal general, Dolores Delgado.

Foto: La ministra de Justicia, Dolores Delgado, comparece en la Comisión de Justicia del Congreso para explicar su relación con el comisario José Manuel Villarejo. (EFE)
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La indiscreción pública es, sin duda alguna, el factor negativo más determinante en Dolores Delgado, aunque no el más relevante. Es, en cierta forma, el que amplifica e inflama los demás defectos. La tendencia de Dolores Delgado a las amistades peligrosas ya la conocimos sobradamente siendo ministra de Justicia, cuando trascendieron unas conversaciones de ella, en las que se burlaba de la orientación sexual del también ministro Fernando Grande Marlaska, cuando ambos ocupaban un despacho en la Audiencia Nacional. Estaban comiendo distendidamente Baltasar Garzón, su actual pareja sentimental, y el comisario Villarejo, actualmente encarcelado, y en un momento determinado —este detalle es llamativo— Dolores Delgado le pregunta a Garzón: "¿Puedo contar lo de este?", en referencia a Marlaska. Garzón asiente, "sí", y ella se lanza: "Un maricón".

Por el tenor de esa conversación y lo que desvela de la persona, cada vez que se conoce, como ahora, que la fiscal general del Estado ha participado en una comida con personajes públicos de relevancia, afectados por procedimientos judiciales, como es el caso del multimillonario Florentino Pérez, se encienden todas las alarmas. La reserva, la prudencia, hubieran desaconsejado a cualquier fiscal general participar en una comida de esa naturaleza en la que, como es lógico, también estaba Baltasar Garzón, además de un periodista amigo del empresario.

Foto: Delgado, durante su comparecencia este jueves. (EFE)

En esencia, es lo mismo que ocurre con su incompatibilidad por su pasado político, no solo como ministra de Justicia sino como candidata del PSOE en la lista de Madrid en las elecciones de diciembre de 2019, en las que obtuvo un escaño al que renunció para ser fiscal general. Como suelen argumentar algunos en la carrera fiscal, el problema fundamental de Dolores Delgado como fiscal general es que todo lo que hace o toca produce sospecha. Intentemos imaginar la cantidad enorme de asuntos que afectan al Gobierno de Pedro Sánchez en los que Dolores Delgado tendría que declararse incompatible por su pasado político. Desde todo lo concerniente al proceso independentista de Cataluña hasta los múltiples frentes abiertos por la gestión de la pandemia; es decir, los principales asuntos judiciales que se dirimen hoy en España cogen al Ministerio Fiscal con una persona al frente que debería declararse incompatible por su vinculación política con el Gobierno de Pedro Sánchez.

Y como eso es, en la práctica, imposible, sobre todo en una estructura jerárquica como es el Ministerio Fiscal, en cualquier momento se está expuesto a que estalle un escándalo por acusaciones de intromisión interesada o presiones de Dolores Delgado en alguna de las causas que se tramitan. Las de la pandemia —Florentino Pérez, por cierto, tiene capital, como otras grandes fortunas, en empresas que gestionan residencias de mayores, que es uno de los frentes judiciales abiertos— están aún por llegar, pero en todo lo que concierne al 'procés', la incompatibilidad es muy evidente. Cada vez que la fiscal general se refiere a este asunto, saltan chispas y se puede temer un incendio. Pensemos solo que ella, como ministra de Justicia, forzó a la Abogacía del Estado a defender en el juicio la acusación por un delito de sedición, mientras que la Fiscalía se mantuvo en la petición de penas por el delito de rebelión para los procesados.

Foto: La fiscal general del Estado, Dolores Delgado, en una comparecencia en el Congreso. (EFE) Opinión
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En España, todos los fiscales generales de la democracia han sido designados por el Gobierno directamente, como se decía antes, pero compensaban, de una u otra forma, sus carencias con otras virtudes. Por ejemplo, Jesús Cardenal, nombrado por Aznar, y Cándido Conde Pumpido, nombrado por Zapatero. En ambos casos, como se reconoce entre los propios fiscales, se trataba de profesionales muy sesgados en sus convicciones políticas, sectarios incluso, pero nadie cuestionaba el prestigio profesional atesorado, la cualificación para ocupar el cargo. Y, por supuesto, de ninguno de ellos se podía esperar que aparecieran en una comida frívola que solo les acarrease problemas: discreción.

Carlos Granados, nombrado por Felipe González, gozó de tanto reconocimiento entre los suyos que, al expirar su mandato tras perder el PSOE las elecciones, muchos fiscales hubieran aplaudido su continuidad. Claro que antes de Granados estuvo de fiscal general del Estado uno de los más peculiares de todos, Eligio Hernández, que pasará a la historia por su apodo, 'el pollo del Pinar', y por su penosa actuación en el juicio de los GAL. Por eso, dicen en la Fiscalía que todo Gobierno que comete un error político grave en el nombramiento de un fiscal general, que le genera constantes problemas y polémicas, lo reconduce luego con un nombramiento más equilibrado. Cuando Pedro Sánchez llegue a esa misma conclusión, que Dolores Delgado es un cargo fallido, se habrán acabado sus días como fiscal general del Estado.

Tres son los defectos de Dolores Delgado que la convierten en un cargo fallido mientras dure su estancia en la Fiscalía General del Estado: incapacidad, indiscreción e incompatibilidad. La incapacidad entendida como la limitada cualificación profesional por la trayectoria para ocupar el más alto cargo del Ministerio Fiscal; la indiscreción pública, que es radicalmente contraria al celo profesional de prudencia y de reserva, sagrado en la judicatura, y la incompatibilidad que se adquiere al utilizar las puertas giratorias entre la judicatura y la política. No podríamos afirmar que los predecesores de Dolores Delgado en el cargo han carecido de alguno de esos defectos, es evidente, pero lo que no ha sucedido nunca es que un fiscal general del Estado los reúna los tres a la vez y de forma tan ostensible. Y eso es lo que la convierte en un problema constante que acabará siéndolo para el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que se empeñó en su nombramiento, al parecer, contra el criterio de algunos de los que le rodean en estas decisiones.

Dolores Delgado Fiscalía General del Estado