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Nixon habita en el Partido Popular
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Javier Caraballo

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Nixon habita en el Partido Popular

Lo que ahora dice Pablo Casado cuando le preguntan por Luis Bárcenas, el extesorero encarcelado, es exactamente lo mismo que ya dijeron antes Mariano Rajoy y José María Aznar

Foto: El presidente del PP, Pablo Casado, y el expresidente Mariano Rajoy. (EFE)
El presidente del PP, Pablo Casado, y el expresidente Mariano Rajoy. (EFE)

A los dirigentes políticos que se ven afectados por un caso de corrupción se les acaba poniendo la misma cara, porque todos usan las mismas excusas mentirosas para justificarse. Por eso, desde que se conoció la desvergüenza múltiple de la financiación irregular, a los tres presidentes que ha tenido el Partido Popular se les ha acabado poniendo la cara de Richard Nixon, que es el referente de todos los escándalos políticos desde el Watergate, a su vez modelo de todo periodismo independiente e incómodo para el poder. Lo que ahora dice Pablo Casado cuando le preguntan por Luis Bárcenas, el extesorero encarcelado, es exactamente lo mismo que ya dijeron antes Mariano Rajoy y José María Aznar, que es, además, similar a lo que dijo Nixon cuando 'The Washington Post' comenzó a publicar las noticias del asalto a la sede del Partido Demócrata para robar documentos. El presidente norteamericano se desligó completamente, anunció una “investigación exhaustiva” para depurar responsabilidades y estalló, malhumorado, cuando le acusaban de estar al tanto de lo sucedido: “En 27 años de vida pública, nunca he visto u oído informaciones tan monstruosas, maliciosas y distorsionadas”, repetía refunfuñando, con pose de agraviado. Hasta que, al poco tiempo, apareció una grabación en la que se le podía oír hablando de aquello que decía desconocer. Fue cuando dimitió y el Watergate pasó a la historia. Como icono de político mentiroso, el fantasma de Nixon se hizo inmortal, como sus excusas baratas y sus impostados arrebatos de hombre ofendido, y ahora habita en el PP.

De los tres presidentes que ha tenido el PP en su historia, tras la refundación de AP, ninguno de ellos se siente responsable de lo ocurrido

De los tres presidentes que ha tenido el Partido Popular en su historia, tras la refundación de Alianza Popular, ninguno de ellos se siente responsable de lo ocurrido y, sin darse cuenta —o con el mayor de los desahogos—, repiten las mismas expresiones, y hasta las mismas palabras, para justificarse. El actual presidente del PP, Pablo Casado, que está en ese cargo desde 2018, contesta malhumorado en las entrevistas que ha concedido estos días, a raíz de la determinación de Luis Bárcenas de colaborar con la Justicia porque, según dice su abogado, los dirigentes de ese partido han incumplido todas las promesas que le hicieron para librarlo de la cárcel a él y, sobre todo, a su mujer. “Yo no tengo por qué hacerme responsable de lo que ocurrió en el PP antes de que yo llegase a la presidencia”, afirma Casado con ese tono buscado, como Nixon, de hombre ofendido y cansado de tener que responder por otros o de que se le pidan explicaciones por lo que ha ocurrido en todos estos años en los que él ha ido escalando puestos en la organización, desde presidente de Nuevas Generaciones en 2005. Ni conoce nada, ni ha oído nunca nada ni ha sospechado nada. “Me limito a lo que ya ha sido juzgado”, suele decir, y, en función de las sentencias o de los procesos judiciales, adelanta su firme decisión de expulsar del partido a todo aquel que se vea involucrado.

Foto: El extesorero del PP Luis Bárcenas, en el banquillo. (EFE)
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Entonces, ¿es Mariano Rajoy el que debe responder de la corrupción del PP? Pues resulta que tampoco, que Rajoy Brey también considera que la corrupción del Partido Popular no tiene nada que ver con el tiempo en el que ha presidido el partido, desde 2004 hasta 2018. “La corrupción —dice en su libro de memorias de su etapa de gobierno— ha sido nuestro talón de Aquiles, el único instrumento de nuestros adversarios. Hemos pagado un altísimo precio por los escándalos que nos persiguieron durante nuestro mandato, aunque la mayoría arrancaban de épocas bastante lejanas (…) No obstante, soy muy consciente de que las conductas reprobables de algunos cargos públicos constituyeron una mancha innegable”. ¿Es Aznar, por lo tanto, el responsable? Tampoco… José María Aznar, que presidió el partido desde 1990 hasta 2004, siempre ha dicho abiertamente que “no me siento responsable, pero tampoco indiferente”, con lo que quiere aparentar que está dolido por los escándalos de otros que puedan manchar su partido. Y, por supuesto, tampoco tuvo conocimiento de nada, a pesar de que la caja B, la contabilidad paralela del PP, comienza, precisamente, con su llegada a la presidencia del partido: la primera anotación que aparece es de abril de 1990. “Yo, francamente, no me ocupaba de la gestión ordinaria de esas cosas ni confiaba la organización de actos electorales a nadie, porque no era mi responsabilidad”, es lo único que ha dicho Aznar.

Actúan como Nixon, y a todos les salvará que, a diferencia del Wartergate, no vamos a conocer ninguna grabación que les implique

En resumen, todos se pasan la culpa sin citarse, todos actúan como Nixon, y a todos les salvará que, a diferencia del Wartergate, no vamos a conocer ninguna grabación que les implique en lo sucedido. Entre otras cosas, porque el escándalo múltiple de la corrupción del Partido Popular incluye algunos episodios de comportamiento mafioso que lo agravan exponencialmente, digno de series de televisión en las que un gobernante acorralado por la corrupción envía sicarios a robar documentos y grabaciones comprometedoras. Nada tan siniestro como lo de aquel tipo que se disfrazó de sacerdote y secuestró a la familia de Bárcenas, en octubre de 2013, para que le entregasen todos los archivos del extesorero. Ahora que se conocen más detalles pavorosos de hasta dónde llegó la trama corrupta del PP —el sumario conocido como Kitchen es el que se relaciona con ese suceso impresionante—, un forense ha acreditado que el secuestrador, que sigue en la cárcel, condenado a más de 20 años, está en un estado de enajenación absoluta, sin posibilidad de entender, comprender o recordar nada… Es tal la atrocidad de todo cuanto se descubre sobre la corrupción múltiple del Partido Popular, que de lo único de lo que no se dan cuenta ni Aznar, ni Rajoy ni Casado es de que cada declaración suya exculpatoria, de justificaciones banales e intrascendentes, agranda cada vez más la sospecha de que todos callan y que, cuando conocieron esas prácticas, asintieron, disimularon o silenciaron. Nadie que conozca, siquiera superficialmente, cómo funcionan las estructuras de los partidos políticos y el control que se ejerce sobre la organización; nadie que conozca un partido político puede pensar que sucesos tan descomunales pueden producirse a espaldas de sus dirigentes o sin que estos supieran nada. Como supo ver Ben Bradlee en el comportamiento de Nixon, antes de que todo se desplomara a su alrededor: “Las noticias espesaban el aire y el presidente era el principal mentiroso”.

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A los dirigentes políticos que se ven afectados por un caso de corrupción se les acaba poniendo la misma cara, porque todos usan las mismas excusas mentirosas para justificarse. Por eso, desde que se conoció la desvergüenza múltiple de la financiación irregular, a los tres presidentes que ha tenido el Partido Popular se les ha acabado poniendo la cara de Richard Nixon, que es el referente de todos los escándalos políticos desde el Watergate, a su vez modelo de todo periodismo independiente e incómodo para el poder. Lo que ahora dice Pablo Casado cuando le preguntan por Luis Bárcenas, el extesorero encarcelado, es exactamente lo mismo que ya dijeron antes Mariano Rajoy y José María Aznar, que es, además, similar a lo que dijo Nixon cuando 'The Washington Post' comenzó a publicar las noticias del asalto a la sede del Partido Demócrata para robar documentos. El presidente norteamericano se desligó completamente, anunció una “investigación exhaustiva” para depurar responsabilidades y estalló, malhumorado, cuando le acusaban de estar al tanto de lo sucedido: “En 27 años de vida pública, nunca he visto u oído informaciones tan monstruosas, maliciosas y distorsionadas”, repetía refunfuñando, con pose de agraviado. Hasta que, al poco tiempo, apareció una grabación en la que se le podía oír hablando de aquello que decía desconocer. Fue cuando dimitió y el Watergate pasó a la historia. Como icono de político mentiroso, el fantasma de Nixon se hizo inmortal, como sus excusas baratas y sus impostados arrebatos de hombre ofendido, y ahora habita en el PP.

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