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Cómo ser español e independentista
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Javier Caraballo

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Cómo ser español e independentista

No se trata de independentistas, y conviene remarcarlo, sino de catalanes que, ven con simpatía la independencia o, por lo menos, la contemplan como algo justo para Cataluña

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Nadie se irritaría en Cataluña por la manipulación de las noticias en la televisión pública, la TV3, si contemplaran los informativos como un programa de humor. A la espera de que alguien introduzca cordura profesional en esa televisión, lo mejor que se puede hacer, lo más edificante, es contemplarlos así, como un cachondeo. Mejor reírse que cabrearse, porque motivos dan a diario del sesgo independentista.

Un ejemplo del último monólogo: En el tramo final de la campaña, en los informativos de la TV3 catalana se ha destacado como una de las principales noticias la actualidad de Birmania, sumida en el caos y la represión por la dictadura militar. Pero, dentro de la extrema gravedad de la situación política y social en ese país del sudeste asiático, que es algo conocido, ¿ha ocurrido algo que lo haga merecedor de una especial relevancia en plena campaña electoral? Ahí es donde entra el apartado de humor: nada nuevo; de hecho, ningún otro medio informativo español (y puede que europeo) lo destacaba en sus noticias, salvo la TV3 porque eso le permitía hablar de las decenas de miles de presos políticos que hay en ese país y que el Gobierno prometió liberar hace tiempo. Con lo cual, con un escorzo nada despreciable, al poco la locutora recordaba que la junta electoral les ha prohibido hablar de “presos políticos” y de “exiliados” en Cataluña por la revuelta independentista de 2017. Tampoco eso es nuevo, porque los tribunales catalanes lo vienen prohibiendo desde que los sediciosos entraron en la cárcel, pero les gusta recordarlo en sus monólogos. Total, que ellos a lo suyo, el humor. Contemplado así, es constructivo.

Foto: El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

La pena de todo esto es que cuando se visitan algunos pueblos del interior de Cataluña espanta ver que se han convertido en parques temáticos del independentismo. Pongamos que hablamos de Berga, “independentismo de pura cepa”, como titularon una vez en La Vanguardia. Este pueblo de la provincia de Barcelona, con el ochenta por ciento de votantes independentistas, recuerda nada más entrar a Marinaleda, en Sevilla, por la afición a los grafittis y a las pintadas. Estos días hay en Berga un circo del terror, con carteles que anuncian “una invasión zombi” y no hace falta hacer ningún chiste fácil porque lo que sorprende es que esos son los únicos carteles que se pueden encontrar en castellano en muchos kilómetros a la redonda. Por supuesto, en las carreteras y en las autopistas, nada de doble rotulación.

¿Puede ser esa la prueba más evidente de que hace ya mucho tiempo que el Estado español desapareció de Cataluña? Es posible, sí, todo lo demás es decorado, las múltiples pintadas, “libertad para los presos políticos revolucionarios”, “solidaridad con el pueblo Kurdo”, “Unidad popular para construir los países catalanes”, “independencia sin excusas”, “Esquerra no vende humo”… En fin, pueblos fetiches que, al poner el parte de la televisión catalana, se sentirán como Birmania. Y ni siquiera pillarán el chiste.

De todas formas, todo eso pertenece a lo evidente, pero no es lo más preocupante. Los radicales siempre serán minoría; el problema es la mayoría impasible o permisiva. Quiere decirse, en definitiva, que con los años que ya han pasado desde que la sociedad catalana se despeñó por la sinrazón de la independencia de Cataluña hay algunos temas en los que, francamente, es muy difícil no acabar claudicando cuando se plantean en cualquier conversación con muchos catalanes. No hablamos ya de los lobeznos de los Comités de Defensa de la Revolución, que son, como ya se ha indicado alguna vez, descerebrados sin posibilidad alguna de entendimiento. Sería como discutir un penalti con un hooligan; no merece la pena ni el esfuerzo.

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Pero ¿y los demás, los que no son como ellos, por qué toleran al independentismo? Eso sí es más interesante porque ofrece una medida exacta de cómo ha calado en la sociedad catalana el mensaje del separatismo. Sabemos, por ejemplo, por las encuestas que se han hecho que más del setenta por ciento de los catalanes son partidarios del indulto de los presos independentistas y esa es una realidad que se constata en cada conversación que se mantenga. Es muy interesante verles la cara cuando uno les asegura que está de acuerdo, que se debería indultar a los presos independentistas “siempre que, previamente, reconozcan el delito cometido y se comprometan a no reincidir”. Entonces, con un gesto de desaprobación, de contrariedad, hasta de perplejidad, replican al instante que no se les puede exigir esa humillación. ¿Humillación? ¿Perdona?

No se trata de independentistas, y conviene remarcarlo, sino de catalanes que, simplemente, ven con simpatía la independencia o, por lo menos, la contemplan como algo justo para Cataluña y, por supuesto, nada perjudicial para sus intereses. Tanto ha calado en ellos el mensaje independentista que, sin serlo, defienden con ardor cada piltrafa histórica que les han colado.

Foto: Activistas de Solidaridad en un acto de CCOO y UGT en Madrid. (David Brunat)

Eso de que Cataluña ha sido un país que siempre ha luchado por la independencia, a pesar de la opresión de los españoles, de que España explota a los catalanes y se aprovecha de su prosperidad económica, o de que “las leyes españolas” han recortado los derechos y libertades de los catalanes; todo eso forma parte de una retahíla compartida masivamente. No se cuestiona, aunque el que lo suscriba no vote a partidos independentistas. Y la prueba está en el hombre que, después de discutir un largo rato, me dijo al oído: “Es que no lo entiendes, se puede ser español e independentista. Y así hay muchos catalanes”. Esa frase destruye a cualquiera, lo fulmina. Así que, después de la conversación, uno se retira, noqueado, dándole vueltas al enigma sin llegar a comprender cómo ha sucedido. Hasta la invasión zombi de Berga parece más real.

Nadie se irritaría en Cataluña por la manipulación de las noticias en la televisión pública, la TV3, si contemplaran los informativos como un programa de humor. A la espera de que alguien introduzca cordura profesional en esa televisión, lo mejor que se puede hacer, lo más edificante, es contemplarlos así, como un cachondeo. Mejor reírse que cabrearse, porque motivos dan a diario del sesgo independentista.

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