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Los pucherazos que llevan a Bárcenas
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Javier Caraballo

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Los pucherazos que llevan a Bárcenas

Uno de los pecados más graves de la política es la interiorización de la mentira, asumida desde la misma puerta de la sede de un partido como algo consustancial a todo lo que sucede dentro

Foto: El extesorero del PP Luis Bárcenas. (EFE)
El extesorero del PP Luis Bárcenas. (EFE)

A 20 pesetas, que son 12 céntimos de euro, se vendió en la España predemocrática un ejemplar de ‘Hermano Lobo’ con un chiste en la portada que, como todos los grandes, sintetizaba en cuatro palabras y una sonrisa el mejor análisis político del momento. En la tribuna de un mitin, un político comienza su discurso, “señoras y señores”, y entre el público, irrumpe al instante un ciudadano: “¡Mentira!”. A la viñeta de Summers no le han borrado la vigencia los casi 50 años de democracia que vinieron después porque uno de los pecados más graves de la política es la interiorización de la mentira, asumida desde la misma puerta de la sede de un partido como algo consustancial a todo lo que sucede dentro.

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Se empieza mintiendo para ganar un congreso provincial y se acaba mintiendo en el Gobierno para ganar unas elecciones. La secuencia completa de esta degeneración podemos observarla estos días en el Partido Popular, cuando contemplamos en las portadas de los periódicos dos noticias que no se relacionan entre sí, pero que, como queda dicho, están compuestas de la misma sustancia: las denuncias de avales para un congreso provincial y el juicio contra el extesorero Luis Bárcenas. Se empieza falsificando avales en el partido y se acaba falsificando facturas en el Gobierno. Si la trampa está asumida desde la militancia, por qué se iba a actuar de forma distinta cuando se llega a los despachos del poder absoluto.

Lo que está ocurriendo en la pugna del PP de Andalucía es un episodio mil veces repetido de las luchas por el poder que se indigestan en todos los partidos políticos. Son tantas las veces que se reproduce la misma disputa que, como ocurre ahora en Sevilla, se llega al patetismo de que hay dirigentes que han estado en un bando y en el contrario, dependiendo de los intereses coyunturales y de qué sector les ofrezca más garantías para mantener el estatus del que disfrutan. ¿Son todos iguales en política? Evidentemente, no. Pero los ejemplos que se podrían poner son tan significativos y relevantes como para entender que no se trata de excepciones, sino de una inercia que arrastra a todo el que intenta progresar en política y escalar en los aparatos de los partidos.

Foto: El presidente de honor del PP-A, Javier Arenas. (EFE)

Ahí está Juan Ignacio Zoido, por ejemplo, que empezó en política con Javier Arenas, pero, en cuanto ascendió a presidente regional de su partido, se enemistó con él y se pasó a su rival, Dolores de Cospedal, con quien se mantuvo hasta que ganó Pablo Casado el congreso nacional, con lo que ahora está a su lado en la batalla del PP sevillano que enfrenta al presidente nacional con el presidente andaluz, Juanma Moreno. Por eso, Zoido apoya ahora a la actual presidenta provincial, Virginia Pérez, que era su adversaria en el último congreso provincial, después de que esta acusara a los hombres de Zoido de haberla traicionado. Es decir, quienes se acusaban de traidores hace cinco años son los aliados de ahora. Pues eso.

En ese ambiente de política náutica, de banderas de conveniencia, la candidatura auspiciada por Juanma Moreno ha acusado a la candidatura apoyada por Pablo Casado de haber cometido fraude en la captación de los avales de militantes que se necesitan para presentarse a la presidencia provincial. Han pedido que se revisen porque temen que, al final, el propio congreso del partido se convierta en “un gran fraude”. ¿Y cuáles son las irregularidades que se denuncian? Eso es lo más llamativo, porque la cosa podría quedarse, simplemente, en una burda mentira, un farol de quien aparenta tener más apoyos, pero no, acusa a los otros de falsificar firmas de militantes y del uso indebido de los listados de militancia. Es decir, lo que en el ámbito penal se conoce como falsificación documental y tráfico de influencias, que son algunos de los delitos por los que se juzga a Luis Bárcenas en su interminable procesamiento.

Además, eso de hacer ‘papeles falsos’ es una constante en toda la historia de la corrupción política en España. Se falsifican las facturas, se falsifican contratos, se falsifican documentos, se falsifica la contabilidad… En la declaración de ayer, Luis Bárcenas, con su voz aflautada y el tono didáctico, como de obispo, afirmó ante el tribunal de la Audiencia Nacional que en el partido le propusieron una doble pirueta, falsificaciones sobre falsificaciones. Se trataba de falsificar los papeles de la doble contabilidad para crear confusión en la opinión pública tras conocerse los originales (o los que, supuestamente, son los originales).

Ya veremos en qué queda el juicio de Bárcenas, a partir de su nueva disposición de denuncias ante el tribunal, porque en ese barro de mentiras acumuladas durante décadas, todo testimonio que no tenga el respaldo de una prueba fehaciente se cae por sí mismo. En todo caso, lo que no varía por ninguna sentencia judicial es la constatación de esa inercia de falsificaciones en que se sustenta la lucha por el poder en política desde los inicios.

Foto: El extesorero del PP, Luis Bárcenas, en su declaración del 8 de febrero. (EFE)

Y, como la corrupción, también es algo transversal: todavía habrá quien recuerde el famoso ‘pucherazo’ de Jaén, cuando tras la dimisión de Felipe González, al perder las elecciones y el Gobierno en 1996, se disputaron la secretaría general del PSOE Joaquín Almunia y Josep Borrell. En las primarias que se celebraron, que eran las primeras de la historia, se conoció que los socialistas andaluces habían adulterado la votación de la forma más grotesca posible. Un militante antiguo de Jaén introdujo en la urna 65 votos a favor de Almunia por orden de Gaspar Zarrías, entonces cerebro gris del Gobierno andaluz.

Al pobre hombre, que estaba parado y desesperado, le habían prometido a cambio un trabajo en la Diputación provincial y luego lo dejaron tirado. Cuando lo denunció en la prensa, le abrieron expediente, concluyeron que estaba loco y lo expulsaron del Partido Socialista. Evidentemente, quien tenía razón era el denunciante. Por las pruebas que aportó y por una lógica elemental: ¿Qué loco se levanta una mañana decidido a votar 65 veces por un tipo como Almunia? Nadie; los locos hacen otras cosas, pero no votar compulsivamente en las primarias de un partido político. En fin, que todo ese ambiente interno del PSOE andaluz haya acabado, años después, en los tribunales y con Zarrías condenado, podría verse como una consecuencia lógica, inevitable. Así que se tienten las ropas en el PP andaluz que, ahora, son ellos quienes gobiernan en la Junta de Andalucía.

A 20 pesetas, que son 12 céntimos de euro, se vendió en la España predemocrática un ejemplar de ‘Hermano Lobo’ con un chiste en la portada que, como todos los grandes, sintetizaba en cuatro palabras y una sonrisa el mejor análisis político del momento. En la tribuna de un mitin, un político comienza su discurso, “señoras y señores”, y entre el público, irrumpe al instante un ciudadano: “¡Mentira!”. A la viñeta de Summers no le han borrado la vigencia los casi 50 años de democracia que vinieron después porque uno de los pecados más graves de la política es la interiorización de la mentira, asumida desde la misma puerta de la sede de un partido como algo consustancial a todo lo que sucede dentro.

Luis Bárcenas Juan Ignacio Zoido
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